Salvar el cascotito

Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes

Dicen los astronautas que fueron a la Luna y no precisamente en Bermejo, que desde lejos este planeta se ve hermoso, hermoso y azul como un lapislázuli redondito colgado al centro de un collar de estrellas. Sé que con esa figura poética no voy a ganar el Premio Cervantes, pero dicen que así es. Un planeta maravilloso desde la mínima célula hasta su cumbre más alta. Estamos encontrando en nuestra cercanía (¿) cósmica algunos planetas con posibilidades de vida, pero les va a costar mucho ser tan acogedor como éste.

La Tierra, Gaia para los griegos, el tercer planeta de un sistema solar que podríamos describir: Marte que es el planeta de los canales, que está siendo recorrido por robots terrestres en busca de algo, tal vez de vida. Si descubrimos signos de vida en Marte vamos a ir hacia él lentamente, pero si descubrimos oro en Marte, lo vamos a invadir de golpe, lo vamos a anegar de nosotros. Marte que es rojo, por lo tanto debe ser un marte feriado.

Saturno que por los anillos debe ser el único planeta casado del sistema;  Plutón que se salvó de las cargadas por una “ele”; Mercurio, que debe ser insoportable, porque el mercurio es más pesado que el plomo;  y en el centro de todos ellos la estrella Sol, que está en el medio de la estrella Fa y la estrella La.

El sol y los dichos y comparaciones que lo involucran: “el ponchito de los pobres”,  “el sol sale para todos, el petróleo no”, “el sol más caliente es el soltero”, “el sol más arisco es el ¡soollltáme!”. Nuestro sistema planetario, que anda dando vueltas en una de las espirales de esa misma Vía Láctea que podemos ver, y no miramos, de una forma tan notablemente bella sobre el cielo de Mendoza, pruebe en una noche sin Luna en Uspallata. No se va a arrepentir.

Su tercer planeta es el nuestro. La Tierra. Unico e irrepetible. Un cascotito cósmico que alberga nada más y nada menos que eso que solemos llamar la vida y que no sé por qué recibió el nombre de Tierra si en su setenta por ciento es agua. La Tierra y su satélite: la Luna. Dicen que la Tierra le dijo a la Luna “cuídate el cutis, Nena” y la Luna le contestó “Y vos cuídate de los parásitos”

Porque en estos momentos de su historia La Tierra está soportando condena por portación de vida: el efecto invernadero, elevación de temperatura, ampliación del agujero de ozono, nocividades que están poniendo en riesgo la continuidad de esa vida para la cual hemos sido elegidos, contaminaciones crecientes, la corriente del Niño y ahora la de la Niña, el derretimiento de los polos. ¿Qué estamos haciendo, hermanas, hermanos? ¿Qué estamos haciendo?

Los glaciares se achican, las sequías y las inundaciones son catastróficas, los mares aumentan su nivel, el agua noble escasea…¿qué estamos haciendo? Estamos equivocados si pensamos que este planeta es nuestro. Simplemente somos inquilinos temporales, o en todo caso, es tan nuestro como de todos los que lo vivieron y fundamentalmente de todos los que van a vivirlo ¿qué le estamos dejando a esos que vendrán?

Es la casa grande de todos, me pregunto si a nuestra casa la dejaríamos sin agua, o la inundaríamos a propósito, le quemaríamos el patio, o le cascotearíamos el techo. Si escucháramos su queja, si estuviésemos  atentos, si todos sus habitantes hiciéramos silencio, por un instante, tal vez escucharíamos una voz telúrica  diciendo: “No tienen derecho a hacerme esto”

El planeta azul…, nuestro planeta..,¿seremos los últimos suyos?

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