Robo para la corona

Por Alfredo Leuco - Periodista - Gentileza Radio Mitre

¿Amanece una nueva justicia? ¿Amanece un nuevo país, una nueva ética? Veremos. Por ahora, amanece que no es poco. Lázaro Báez y Ricardo Jaime están presos y sus traslados se producen con sus manos sucias esposadas y su torso cubierto por un chaleco antibalas. Julio de Vido, el cajero de la primera hora, también tiene dos citaciones de la justicia y las balas del juicio y castigo empiezan a picarle cerca. Cristóbal López se prepara para rendir cuentas y explicar lo inexplicable ante la AFIP y los tribunales. El escandaloso caso de Antonini Wilson y los 800 mil dólares más negros que verdes de Hugo Chávez fue puesto nuevamente en investigación por la Corte Suprema de Justicia. Una avalancha de expedientes va a sepultar pronto la libertad de Amado Boudou. El ciudadano común al que le robaron tanto dinero celebra lo que parece el fin de la impunidad. Que vaya preso alguien. Que devuelvan todo lo que robaron. Esas dos frases demoledoras son las que más se escuchan en los mensajes telefónicos de las radios, en el comentario del supermercado o en la oficina y en las redes sociales. La gente no está feliz por la desgracia ajena. Pero festeja que empiece a desmoronarse un concepto nefasto que se había instalado y que decía: “En este país nadie va preso, solo los ladrones de gallinas”. Por eso le digo que amanece que no es poco.

Ya nombré a los más notorios integrantes del ladriprogresismo feudal que están en serios problemas y tienen destino de calabozo. Ya mencioné a Lázaro, Jaime, Cristóbal, don Julio, Amado, Antonini pero faltan los más importantes: Cristina y Máximo. La reina Cristina y su príncipe heredero son los actuales jefes de lo que Elisa Carrió denunció hace tiempo como asociación ilícita. Recibieron esa organización mafiosa como parte del proceso de sucesión por la muerte de Néstor Kirchner. Nunca me canso de decirlo porque es una verdad que no todo el mundo dice: la delincuencia de estado del gobierno más corrupto de la historia democrática no se hubiera podido realizar sin la jefatura de la familia Kirchner y sin el aparato más formidable de recaudación ilegal y de impunidad que se haya construido jamás con excepción de las dictaduras.

La Argentina vive momentos refundacionales. En el plano de la ética hay una sociedad que mayoritariamente está reclamando barajar y dar de nuevo. Se cansó de ver a funcionarios enriquecidos a la velocidad de la luz mientras millones de argentinos caen en la pobreza, la indigencia y son presa fácil del narcotráfico.

Hay una demanda social que puso la lupa sobre jueces y fiscales. Hay un reclamo ciudadano que obligó a unos y   respaldó a otros, para que los magistrados apretaran el acelerador.

El dirigente político o el gobierno que sepa interpretar con sinceridad y liderazgo esa exigencia, quedara instalado en la historia. Sobre todo si reflotan proyectos como la Conadep de la corrupción que propuso Ernesto Sanz o si ayuda a parir una comisión bicameral en el Congreso que alimente de información y arrepentidos a muchos jueces que quieren investigar pero que no dan abasto. Hay varios malandras que tienen ganas de vomitar lo que saben. Jaime dijo que recibió “expresas órdenes” del matrimonio Kirchner y Lázaro, según fuentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, atormentado por su detención, atinó a reclamar: “espero que hagan lo mismo con Cristina”. Muchos lo esperan. Lo decían los carteles que ciudadanos de a pie levantaron anoche frente a las cámaras de televisión.

No es momento para tibios. No es momento para los que solo miran el marketing. Tenemos presidente. Pero todavía no tenemos un conductor que además de la resolución de problemas concretos tenga una mirada estratégica y refundadora de la moral política.

Con la máxima sinceridad posible hay que decir que en la última docena de años de cólera, los protagonistas fueron grupos pequeños.

Elisa Carrió fue la comandante de un puñado de políticos que vienen denunciando toda la mugre institucional desde muy temprano y en una soledad aterradora.

Jorge Lanata fue el que derrotó al miedo y tradujo al lenguaje televisivo y por ende popular y masivo, las investigaciones más jugadas y profundas de los medios gráficos sobre una banda que llegó a pesar el dinero y que lo tuvo que enterrar para no ser descubierto.

Ni Elisa Carrió ni Jorge Lanata fueron los únicos valientes. Pero sin dudas que fueron los que mayor visibilidad lograron por la tozudez en darle batalla a quienes instalaron que era progresista y lógico robar para la corona.

Aún hoy, con las evidencias más pornográficas sobre la mesa de La Rosadita, los encubridores de estado encabezados por Víctor Hugo Morales, Horacio Verbitsky y Diego Gvirtz insisten en plantear que todo es un invento de las corporaciones mediáticas. Un brillante cineasta como Luis Puenzo llegó a decir por los medios que los medios son el instrumento de represión de la actualidad.

La mirada sicoanalítica y ficcional de mi compañero de radio, Federico Andahasi encontró las metáforas perfectas del gran círculo vicioso que prostituyó la Argentina oficial. Arranca con aquel video insólito en el que Néstor Kirchner se abraza con pasión a una gigantesca caja fuerte, que es el tesoro de un banco y dice que entra en éxtasis. Y cierra con la novela repugnante de La Rosadita donde cuentan montañas de dólares y euros como si fueran panes de una panadería, según el relator del relato. Aquí ni siquiera corresponde un análisis ideológico. Porque Néstor votó y fue en las listas con Carlos Menem e idolatró a Chávez que se supone son los íconos de dos veredas enfrentadas. Aquí hay una enfermedad que podríamos mirar como una suerte de bulimia por el poder y el dinero. Nadie, o muy pocos, entran en éxtasis o llegan al orgasmo acariciando un objeto símbolo de la codicia, salvo que tenga mentalidad y práctica de usurero.

Algunos piensan que está amaneciendo un país distinto. Eso lo dirá la historia. Si se puede estar seguro de que hay amplias mayorías nacionales que quieren que vayan presos los corruptos de estado y que devuelvan el dinero de todos los argentinos. Y que no haya coronita para nadie. Mucho menos para los que robaron para la corona.

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