República Dominicana: zambullirse en la buena vida

La isla está preparada para cumplir el sueño de vacaciones perfectas: playas de arenas blancas, aguas cristalinas, cocoteros en derredor de cada actividad en los lujosos resorts.

Cae la tarde; desde la piscina la brisa contagia ritmo, pero nada le da pelea al ocaso; las miradas se extravían en el horizonte. La rutina de cada uno se pone en marcha: algunos a la ducha, otros a descansar antes de la cena, están los que pasan por el Gym, también los que toman algo en el bar cerca de la arena.

Todos cumplen con el mandato vacacional propio, porque si bien lo que los emparenta es la elección del destino, los días se disfrutan según las preferencias individuales dadas las increíbles ofertas que ofrece la isla. Mañana será otro día.

Punta Cana era uno de los tesoros caribeños casi vírgenes hasta hace 50 años. Hoy es el lugar por excelencia para descansar con buen confort y todo aquello que se precie de ser de la zona: arenas suaves, palmeras por doquier, grandes hoteles y esa extraña familiaridad que la latitud impone al que llega con el habitante. En el Caribe nadie es un desconocido, mucho menos tiene mal humor.

Allí, Bávaro no es una más. Es la playa más larga, la de los resorts que acomodan reposeras, camastros y toallas siempre limpias desde tempranas horas en sus sectores; la de las caminatas sin límites.

Allí el viajero siente que llegó al descanso que buscaba, a que la única ocupación sea disfrutar. Entonces coca light o una piña colada; banana boat para saltar por los aires o snorkel. Quizá stand up padle, todo se ofrece allí mismo en la arena y contrata cara a cara o a través de los hoteles.

Cualquier actividad elegida llevará un par de horas, así sea estar tirados en una manta con intermitentes baños de mar, el ejercicio de colocarse las gafas de sol y de tomar el sorbete para llevarlo a la boca, esto también agota. Entonces el hambre aparecerá, porque el desayuno pasó al olvido hace rato, mucho antes que los vendedores de artesanías.

Por supuesto los pescados y mariscos integran las cartas de almuerzo, pero también las hamburguesas y los sandwiches más simples; si elige la modalidad self service puede picotear varios platos, ensaladas, frutas, auténtica gastronomía local. Eso sí, que la bacanal tenga límite porque no hay que perderse la tarde.

La piscina es un buen sitio para la siesta al estilo mendocino. Un poco de sol en estos días no viene mal. Un bronceado dorado, a todos sienta de maravillas. Pero los resorts no se conforman con brindar comodidades en paisajes deslumbrantes sino que se esmeran en proponer “planes” para cada día.

Agenda que el visitante puede ignorar con total responsabilidad, porque, no está mal tirarse 7 días a hacer… nada. Cierto es que algunos más inquietos pispean el programa de la jornada y se suman a una sesión de masajes, clases de bachata, merengue o salsa, talleres de cocina, aqua gym entre otros.

Y cuando otra vez cae el sol, la vida de colores en neones se enciende. Bares, discos y restaurantes despliegan su encanto. En algún momento de la estadía habrá que probar la cerveza local: Presidente, Quisqueya, Bohemia o Soberana. Pero lo de aquí es el ron. Por tanto no se niegue. El primer trago es para los difuntos, va al suelo.

Luego ya sea -Barceló Imperial, Brugal o Bermúdez- en cualquier variante de cóctel, estará en el Caribe. Pero hay otro trago que por aquí tiene buena publicidad: Mamajuana, uno a base de mariscos que se prepara llenando una botella con pulpo, calamares, lambí, camarones y ostras.

Hay otra versión, con canela, canelilla, timacle, marabeli, guayacán, clavo de olor, anís y pasas. Estas mezclas se marinan en vino tinto, ron y un poquito de miel y cuentan que es afrodisíaco.

Los días que siguen

En el listado los "debería salir de la reposera" se encuentra una linda excursión que lleva toda la jornada hacia la Isla Saona, uno de los imperdibles de aquí, por belleza y por lo completo del día fuera del hotel.

Se va en catamarán al espacio protegido de apenas 110 kilómetros cuadrados en los que abundan arenas preciosas con sus palmeras y sus peces prestos a nadar junto al visitante que los observa incrédulo bajo sus antiparras. Las tortugas de carey son un bien resguardado por allí, como sus aves.

Hay bancos de arena que forman piscinas, y no hay problema que pareciera llegar hacia ese pedacito de tierra. El poblado de Mano Juan y el paseo por los manglares le da otro talante al día de playa. Precios: U$S 65 y U$S 40 para adultos y menores respectivamente.

Isla Catalina también se encuentra entre las opciones. El tour parte desde La Romana y la embarcación leva primero a una de las barreras de coral más bellas en torno a la ínsula, para bucear o practicar snorkel. Luego, hacia Isla Catalina para disfrutar de un refrescante baño, volver a meter la cabeza bajo el agua translúcida y almorzar en la playa.

Claro que llegará el momento de mover la cintura, y eso es imitar sin muchos frutos a los excelsos dominicanos que no paran de bailar merengue y que dan tanta gracia a la bachata que hasta los detractores la aceptarían. Precio excursión, snorkel U$S 75, menor U$S 45.

Manatí Park es un parque temático muy atractivo. Se puede nadar con delfines. Habrá beso, arrastre de aleta, canto, abrazo y tiempo libre para interacción con las adorables criaturas.

Además de espectáculos, tiene una réplica de un pueblo taíno, restaurantes y varios entretenimientos. Situado en Bávaro-Punta Cana, es un increíble paisaje repleto de orquídeas y plantas tropicales. Precio entrada y nado con delfines U$S 125.

Para los que salen del hotel y quieren recorrer un poco una alternativa es el segway, ese monopatín eléctrico que asusta primero pero que luego de probarlo se dará cuenta de que no lo matará, es estable. Con él se puede conocer la reserva ecológica Ojos Indígenas, donde entre la vegetación predominante de más de 500 especies, hay iguanas y numerosas lagunas, a las que el turista honra con un chapuzón.

Tarifa desde U$S 30.

Cueva Hoyo Azul. Hay que ascender hasta el Farallón a pie para conocer todo sobre la flora y la fauna de la República Dominicana y muchos de los secretos que la selva tiene: medicinas naturales, hierbas, cortezas y numerosas especies que se utilizan hoy en día por los curanderos en toda la isla.

Una vez en la cueva y a través de una escalera ecológica se ingresa para descubrir cámaras y túneles subterráneos. Al salir, otra caminata espera pero el esfuerzo vale la pena. El Hoyo Azul, una piscina natural, con aguas azules y cristalinas, formadas en la base de un acantilado gigante. Precio U$S 109 adulto y U$S 65 menores.

Altos de Chavón es una ciudad fundada en 1976 en La Romana, y es un sitio muy particular ya que es una réplica de una villa mediterránea del siglo XVI, sobre el río Chavón. Los artesanos dominicanos hicieron a mano los caminos en piedra, la decoración en hierro, los muebles, los encantadores edificios, reviviendo algunos trabajos en metal y rocas talladas que parecían olvidados.

Con pintorescas tiendas, boutiques, galería de arte, restaurantes gourmet y un museo arqueológico, es un lindo espacio para disfrutar. Cuentan orgullosos los habitantes que hasta allí llegó Frank Sinatra y no fue el único: Julio Iglesias y Carlos Santana, entre otras celebridades, se arrimaron al poblado "inventado". Precio excursión día completo que incluye Santo Domingo U$S 150.

Jet Boat. Adrenalina pura implica el paseo a alta velocidad en aguas cristalinas por la costa de Bávaro. La poderosa embarcación (capacidad para 13 pasajeros) propone sensaciones fuertes, hace increíbles deslizados a velocidad y un sorprendente giro de 360 grados. Y hay más: se interactúa con mantarrayas y tiburones desde una plataforma donde el agua llega a la cintura o el pecho. Precio: U$S 75.

Tour de playas. En mini buses se recorren las arenas más mentadas de la isla. La primera visita es a la "Playa Macao", ubicada al Norte de Punta Cana. Es una de las últimas públicas que quedan y en ella hay exuberante vegetación; un puñado de  restaurantes típicos y buenas olas para los surfers. Le sigue "Bibijagua" con pintorescas tiendas de artesanías, comida dominicana típica, buena música y mar, claro…

La tercera y cuarta, son de ésas en las que las escenas de amor pueden tener asidero porque son más solitarias, más tranquilas, con las ya archi dichas: arenas blanca, aguas cálidas y de colores turquesas y esmeraldas. Precio. U$S 65.

Parque Nacional Los Haitises. Es más que un día de excursión; es una especie de curso con práctica incluida en historia ecológica y cultural de la región. El parque es enorme y cuenta entre sus territorios 58 islotes pequeños, roídos por las aguas saladas y los vientos caribeños.

Se recorren en barco y con la mente abierta uno puede jugar a Jurassic Park, al ver las misteriosas bocas de cuevas en varias de las islas pequeñas abriendo la imaginación a cuentos de extinguidos animales o más cerca en el tiempo, piratas y corsarios.

Los visitantes pueden subir y bajar de la embarcación, para explorar una serie de cuevas utilizadas por los taínos como centro ceremonial en las que se observan tallas y pictogramas que cubren las paredes y las estalactitas que cuelgan de los techos.

Otra aventura es encarar los manglares. Muchos proveedores de equipos ofrecen kayaks para que pueda obtener una mirada más cercana. Precio: U$S 90.

Dos países en el mismo paraíso

Esta isla de risueñas caras y atentos modales tiene dos caras, dos países. Cuando Cristóbal Colón llegó en 1492 pisó Guanahaní (hoy San Salvador en las Bahamas) luego a La Española, lo que hoy es Santo Domingo, el primer asentamiento español en América.

La República Dominicana comparte territorio con Haití, quien se lleva un tercio de la isla. En el sector dominicano, el Atlántico  abraza hacia el norte y el mar Caribe hacia el sur en sus 1.600 km de arenas y rocas, con algunas de las mejores playas del orbe. Si bien su fuerte en la economía es indiscutidamente el turismo, también hay café, caña de azúcar, cacao, tabaco y la vitamina R, el ron, que acompaña cada día en la ínsula.

Un paso por Santo Domingo es pertinente. La ciudad espera con su estirpe colonial, de calles empedradas, palacios, arcos, plazas, colegios, iglesias, casonas de los que alguna vez fueron prósperos y un aire cálido que no deja olvidar que esto es el Caribe. La conservación del casco antiguo es admirable.

Entonces habrá que pasear por la Calle de las Damas. Habíamos encontrado otra en Cartagena. Llegar a la plaza España y allí refrescarse un poco mientras se compran chucherías aunque hay que guardar ganas para el Mercado de la colonia en el que las mejores artesanías se reparten en escaparates.

La Catedral es un primor, de estilo gótico con 3 naves y 14 capillas, data de mediados del siglo XVI. De allí al Faro de Colón y a poco su tumba. En el breve paneo, el viaje temporal hacia los días de la conquista se hizo realidad.

Información

www.godominicanrepublic.com

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