Quebracho y la marginalidad

La modalidad adoptada por el grupo denominado Quebracho, de participar en las protestas con los rostros cubiertos y portando elementos contundentes como palos y piedras, en actitudes amenazantes, no se puede aceptar en el Estado de Derecho.

Cabría comenzar la nota con una pregunta: ¿cuánto tiempo podría caminar por la calle San Martín una persona con su rostro cubierto por una bufanda o un pasamontaña, con un palo o un hierro en una mano y piedras en la otra? Creemos que muy poco, porque a los minutos las fuerzas del orden tomarían intervención y procederían a la detención de un posible sospechoso de cometer un ilícito. Tomando como base ese ejemplo cabe preguntarse entonces por qué motivo se permite el accionar en la Capital Federal de manifestantes que proceden al corte de calles portando elementos contundentes que tienen como único objetivo atemorizar a la población y agredir a los policías que intenten disuadir la protesta. Es lo que sucede habitualmente con el tristemente conocido grupo Quebracho, que actuó a discreción durante una década por la sencilla razón de que coincidía políticamente con el Gobierno de turno y que pretende ahora hacer lo propio a pesar de haber cambiado quien tiene a su cargo la gestión gubernamental.

Quebracho es una agrupación política que se conformó en 1996, a través de un acuerdo de distintos sectores con tendencias ideológicas tendiendo a los extremos del arco político. El secretario político del movimiento, Fernando Esteche, quien actualmente se encuentra con libertad condicional, dijo que Quebracho reúne a antiguos miembros de montoneros, el PRT-ERP y partidarios de corrientes trotskistas y marxistas-leninistas.  La agrupación ha participado en numerosas acciones de protesta, siempre con la misma metodología de rostros cubiertos, sobresaliendo en las campañas a favor del accionar de presidentes de países latinoamericanos como Evo Morales, Hugo Chávez, Nicolás Maduro o Rafael Correa. La agrupación considera la calle como terreno de disputa y acción política y por ese motivo activa escraches, como los perpetrados contra estaciones de servicios de bandera extranjera, entre otros.

Quebracho participó en numerosas marchas a favor de la anterior gestión gubernamental, junto a las Madres de Plaza de Mayo o el movimiento liderado por Luis D'Elía, entre otros, y días pasados encabezó una movilización junto con la Tupac Amaru, cortando la avenida 9 de Julio, en la Capital Federal, durante un acto en reclamo contra el Ministerio de Desarrollo Social, exigiendo un aumento en los planes sociales. Quebracho conformó una doble línea "defensiva", quemando cubiertas de automóviles y portando elementos contundentes. Hebe de Bonafini señaló que los manifestantes estaban con los rostros cubiertos "porque de lo contrario la policía puede sacar fotos y detener después a los compañeros", aunque la agrupación asegura que lo hace por una cuestión de diferenciación con otras organizaciones. Lo cierto y concreto fue que, ante la negativa de liberar el tránsito, la policía debió actuar utilizando gases lacrimógenos y carros hidrantes. En la oportunidad fueron detenidos siete integrantes de Quebracho, incluyendo en ese grupo a un chico de sólo 14 años de edad.

En el actual período democrático, con la plena vigencia del Estado de Derecho, las protestas por distintas circunstancias deben estar permitidas, siempre y cuando no avancen sobre los derechos de los demás, como sucede con el corte de calles o como ocurrió en la Capital Federal al entorpecer la marcha del transporte de pasajeros. Tampoco se puede aceptar que los manifestantes permanezcan con los rostros cubiertos y en actitudes agresivas y amenazantes, tanto hacia las fuerzas del orden como hacia la ciudadanía en general.

Mucho menos se puede permitir, en ese esquema, la actitud asumida por quienes actúan al margen de la ley.

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