Qué hace el Estado con los niños detrás de los femicidios

Ocho de las 12 mujeres asesinadas por hombres este año en Mendoza eran madres. Sus hijos hoy viven el desamparo y con secuelas psíquicas graves. Dónde están los chicos de Janet Zapata y Julieta González.

Sus derechos fundamentales fueron vulnerados el día en que un hombre, por mano propia o por encargo, decidió matar a su mamá. Algunos, desde su inocencia, aún no saben exactamente qué pasó con ella y buscan consuelo pensando que está en el cielo o en alguna estrella, acompañándolos a cada paso.

En realidad, el proceso de duelo que deben afrontar los niños cuyas madres fueron víctimas de un femicidio es extremadamente doloroso y difícil de superar. Por eso, explican los especialistas, se requiere de un abordaje interdisciplinario inmediato que los acompañe durante todo su proceso de crecimiento.

Sonia González Herrera es psiquiatra infanto-juvenil y una de las profesionales con más trayectoria a la hora de abordar casos en los que niños se ven perjudicados por esta trama de violencia extrema.

Explica que cuando son muy pequeños los recuerdos no quedan como tales, pero que las marcas del sufrimiento producido por la pérdida de su mamá, tras un asesinato, quedan en el inconsciente.

En la adultez, explica, se expresan como miedos, depresiones, ansiedades, sentimientos de angustia y pánico. En los más grandes, en tanto, los recuerdos del horror (algunos presenciaron los hechos) quedan latentes, por lo que se necesita que la intervención de los profesionales de la salud sea adecuada para afrontar la pérdida y atravesar el duelo.

Herrera destaca que, de por sí, cualquier niño o niña que pierde a su mamá siente una angustia irremediable y, si es con violencia, la situación se agrava más.

“Es fundamental no dejarlos sin ayuda porque, en los casos extremos, cuando han sido testigos de los hechos, hay escenas de horror que no van a poder borrar. Por eso es fundamental el acompañamiento de los equipos de salud mental”, detalla la especialista y recomienda que los tratamientos comiencen lo antes posible y no cuando el chico ya presenta una sintomatología.

Desde el punto de vista de Vilma Jilek, titular de la Asociación Accionar (que brinda contención y asesoramiento a las mujeres víctimas de violencia de género), el trabajo con los pequeños que quedan afectados tras el femicidio de su madre debe ser constante, porque al dolor por perder a su mamá suman el de tener a su padre preso (cuando éste es el asesino).

“Los chicos no pueden crecer con ese odio que les despierta la imagen del padre. Por eso el abordaje psicológico es fundamental”, aporta Jilek.

El destino de los niños

En lo que va del año, 12 mendocinas fueron asesinadas en manos de hombres, de las cuales 8 eran madres. Sólo en menos de un mes, 5 hechos de violencia extrema contra la mujer conmocionaron a la provincia y generaron que miles de personas salieran a la calle a pedir que la Justicia y el Gobierno se hagan responsables de esta problemática para no tener que lamentar más víctimas.

Es que a los femicidios de Florencia Peralta, Ayelén Arroyo, Janet Zapata y Julieta González (en setiembre) se sumó el de Deolinda Tropán, asesinada el jueves por su hermano. Ella tenía tres hijos de 17, 11 y 7 años.

“Estamos evaluando al padre de los chicos y a las tías para determinar en manos de quién quedarán los hijos”, explicó Verónica Álvarez, directora del Órgano Administrativo Local (OAL), una de las áreas que intervino en el caso.

Álvarez detalla que ahora, la beba de un año y medio de Ayelén (muerta en manos de su propio padre) y el hermano de 11 años de la joven se encuentran en un hogar de la Dinaf.

Por su parte, la hija de 5 años de Janet está a cargo de la abuela paterna, madre de Cristian Minati, acusado de haber matado “por encargo” a la joven.

En tanto que el hijo de Florencia (quien prestaba servicios como oficial de policía) está bajo el cuidado de su abuela materna y el de Julieta está al cuidado de su padre. En este caso, el principal sospechoso del crimen es Andrés Di Césari, la última pareja de la joven.

Testimonios desoladores

Estefanía Martínez (29) es policía de Investigaciones y forma parte de la División de Homicidios. Hasta hoy no logra borrar las imágenes de lo vivido aquella mañana del 27 de setiembre, cuando le informaron que había ocurrido un asesinato en una humilde vivienda de Ugarteche.

“Cuando llegamos, los niños estaban en la puerta. El hermano de Ayelén estaba abrazado a la beba; todos le hacían preguntas. Cuando me acerco, se larga a llorar, entonces lo abrazo”, recuerda Estefanía de aquel duro momento que no podrá borrar de su corazón.

Es que los niños habían estado presentes cuando el padre de la joven de 19 años la mató a golpes. “Él -por el chico de 11 años- fue quien vistió a la bebita, le puso un pantalón de polar y la envolvió con una frazada”, relata la agente, que tiene un bebé de 7 meses y por eso se ofreció a amamantar a la niña mientras ambos eran trasladados en un móvil policial a oficinas del OAL.

Ella cuenta que los dos tenían hambre y por eso pidió a un vecino que preparara un vaso de leche para el niño.

“Yo tenía unas galletas de agua en la cartera, así que se las dí. Pero con la angustia que tenía él, mucho no pudo comer”, detalló Estefanía, conmovida hasta las lágrimas por lo sucedido, y contó que  cuando le lavó las manos a la beba se dio cuenta de que le buscaba el pecho. Por eso, pidió autorización de la fiscal a cargo de la causa, Claudia Ríos, y alimentó a la niña con su leche.

“Como ya tiene dientes le dije que no me fuera a morder, me sonrió y tomó bien”, dijo Estefanía. Debido a las condiciones de pobreza extrema en las que vivía Ayelén, la nena sólo se alimentaba de leche materna, aclaró, contando que en ocasiones decía “Aye”, “mamá”. “Cuando llegó el momento de que me la sacaran ella se aferraba a mi cadenita”, recordó.

Elizabeth Ávila (49) es la mamá de Janet y como abuela asegura que no va a bajar los brazos hasta lograr que le permitan ver a su nieta de 5 años, quien ahora se encuentra bajo el cuidado de la abuela paterna. La última vez que la vio fue el jueves 13 de octubre.

“Hemos intentado comunicarnos con ella pero nos han bloqueado la posibilidad de verla o hablarle. Con el pasar de los días ella ha ido incorporando que su mamá está en el cielo y que es una estrella que brilla mucho. Piensa que su padre está de viaje”, dijo la mujer, que ahora lucha para que se haga justicia por el femicidio de su hija y también pide un régimen de visita para que le permitan reencontrarse con su nieta.

“No nos pueden quitar el derecho de verla. Mientras mi hija estaba viva, mi nieta pasaba mucho tiempo con su familia materna”, reclamó Elizabeth.

Proyecto   de Ley en   el Congreso

Uno de los aspectos que más se cuestionan acerca del accionar de la Justicia a la hora de abordar los casos de femicidios en los que niños y niñas son las víctimas colaterales, tiene que ver con la familia extensa (madres, padres, tíos) que queda a cargo. Es que, en ocasiones, esta responsabilidad recae en la familia de quien es el principal acusado de haber cometido el asesinato, es decir la pareja. Por eso, la Asociación Casa del Encuentro presentó un proyecto que es debatido en el Congreso para evitar estas determinaciones.

Nora Schulman, directora del Comité de Seguimiento y Aplicación de los Derechos del Niño, considera que estas situaciones son “brutales” porque, además de la pérdida de su mamá, tienen que convivir con la familia de la persona que la mató o la mandó a matar.

“Es un doble castigo para los chicos que ni siquiera les preguntan si quieren vivir con sus abuelos”, dice Schulman y destaca que existe una situación de “vulneración absoluta de los derechos del niño”.

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