Puente del Inca: lealtad hasta morir y “mal de amores”

Vuelvo a escribir sobre esa hermosa localidad cordillerana que es Puente del Inca, sobre la ruta internacional a Chile, antes de llegar a Las Cuevas y próxima al centro de esquí Los Penitentes.

Hay una leyenda recogida por un prestigioso abogado mendocino, el doctor Tomás González Funes en los años '50. En una visita a la Biblioteca Nacional de Lima, encontró una leyenda que copió y reprodujo en un cuadro que donó al antiguo hotel de la zona, luego arrasado por un alud en 1965.

En el imperio inca, una hija del cacique estaba enferma y ninguno de los "curacas" del imperio daba con la solución de su mal. Finalmente uno le aconsejó enviar a su hija "hacia el sur", cruzar la montaña, hasta una "fuente de agua rumorosa que surgía de la tierra".

Un grupo de indígenas leales, a cuyo frente iba el más fuerte guerrero del imperio, cumplió la tarea. Cuando llegaron a lo que ahora es Puente del Inca, tras la larguísima travesía, en medio de la cordillera, la acostaron tres días con sus noches a la vera de la fuente. El murmullo del agua la sanó porque, según la leyenda, se comprobó que sólo sufría "mal de amores". Cumplido el objetivo y cuando emprendían el regreso, un aluvión por el río Las Cuevas les impidió el paso. Los leales indígenas formaron un puente con sus cuerpos entrelazados y quedaron petrificados, según la leyenda. Por eso se llama Puente del Inca.

Los viajeros llegaban desde Buenos Aires en el tren trasandino y pasaban de largo por la ciudad de Mendoza, para disfrutar largos veranos en las termas, de fama mundial. La oscura bodega subterránea del hotel, contenía entre otros, los más caros vinos franceses, de acuerdo al alto nivel económico de los pasajeros.

Otro viajero ilustre, el neurocirujano doctor Luis María Campos, cada verano debía interrumpir su delicada actividad profesional por fuerte eczema que dejaba sus manos en estado lamentable. De buen poder económico, había recorrido las más afamadas termas europeas sin resultados para su mal que recrudecía cada verano. En cambio, sumergiendo sus manos durante 15 días en las tibias aguas de una de las fuentes de Puente del Inca, recuperaba la tersura de su piel hasta el siguiente verano.

El famoso dibujante Lázaro Cozzi, autor de la historieta "Tucho, de canillita a campeón" que durante años publicó la revista Patoruzito, elegía cada verano y se instalaba tres meses en Puente del Inca. Mientras su esposa e hija disfrutaban de los baños termales y los paseos a caballo por las cercanías de la laguna de Horcones, se hacía acompañar hasta la cima del cerro Banderita norte, donde preparaba los dibujos de su historieta para todo el año. En alguna de esas ascensiones diarias encontramos en la cumbre "amonites", moluscos petrificados que demuestran que ese cerro se elevó desde lo que era un mar durante la formación de la cordillera de los Andes.

Hoy el puente natural horadado en la montaña por el río Las Cuevas y mantenido naturalmente por las aguas termales ferruginosas que lo bañan, corre peligro de desaparecer y el viejo hotel nunca fue reconstruido.

Vale contar como hecho curioso que el alud que destruyó el hotel tras bajar del cerro Banderita Sur impetuosamente "saltó" por sobre la antigua iglesia dejándola intacta. En Austria, otra iglesia azotada frecuentemente por los aludes de las zonas sobrevive desde hace 400 años. ¡Un milagro!

Se venden objetos "petrificados" por la cobertura de las sales de las aguas ferruginosas que surgen de la tierra. La zona, atractivo turístico singular, sufre hoy el mismo abandono que Las Cuevas.

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