Propuesta de abrir una “casa argentina” en las Malvinas

“Las islas Malvinas no serán inglesas ni argentinas. Se convertirán en un país independiente probablemente el 3 de enero de 2033”.

Esa afirmación fue pronunciada por Susan Curtis a cargo transitoriamente de la Embajada británica en Trinidad-Tobago, durante un almuerzo ofrecido por el agregado comercial suizo en Puerto España, capital del citado país. Ocurrió en 2012.

Estuve presente en el acto junto a otros diplomáticos, quienes representaban a no menos de 16 países.

¿Por qué la señora Curtis haría semejante -temeraria- afirmación? Hay dos razones:

1) Ésa ha sido la política colonial británica. Durante décadas los ingleses mantuvieron la soberanía en sus colonias para darles luego por “concesión de su graciosa Majestad” la independencia manteniéndolas en la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), integrada por 52 Estados. Tal posición implica una suerte de “club comercial de amistad privilegiada”, cuyos socios son todos países anglófonos. Ejemplo: la caribeña de Santa Lucía, entre muchas otras. Se trata de una pequeña isla ubicada al norte de Venezuela, cuyo territorio cabe más de 36 veces en la provincia de Tucumán. Posee un primer ministro elegido por el pueblo y una "gobernadora" que representa a la reina de Inglaterra. Santa Lucía se convirtió en una nueva nación "independiente" hace sólo 38 años.

2) El 3 de enero de 2033 se cumplirán doscientos años de la invasión y ocupación británica de nuestras islas Malvinas, una fecha simbólica muy adecuada -según el criterio de algunos isleños- para declarar su independencia del Reino Unido y convertirse en un nuevo país de la comunidad internacional.

Desde octubre de 1965 la Argentina intenta infructuosamente presionar a los británicos a negociar a través de las Naciones Unidas y otros foros internacionales como Unasur, OEA y Mercosur. Incluso en 1982 perdió la paciencia y cometió la torpeza de pretender resolverlo por la fuerza. Todos esos intentos han sido absolutamente ineficaces y negativos, y la mejor prueba de ello es que hoy las islas siguen siendo colonia británica. Einstein afirmaba: “Es absurdo esperar un resultado diferente si siempre aplicamos el mismo procedimiento”.

Diversos prestigiosos analistas de nuestra política exterior, como Jorge Castro, Sergio Berenstein, Carlos Pérez Llana y Rosendo Fraga cometen el típico y gravísimo error argentino cuando evalúan el tema Malvinas: jamás mencionan el problema más importante, los isleños. Lo que la mayoría de los argentinos ignora es que desde la guerra de 1982, el electorado británico apoya abrumadoramente a los isleños y su supuesto “derecho a la autodeterminación”. Eso impide que el primer ministro británico, sea conservador o laborista, tenga el más mínimo espacio para negociar la soberanía con los argentinos sin el consenso de los isleños. Esa situación les brinda de hecho un "poder de veto" a todo aquello que se negocie sin su participación o aprobación.

En mi opinión, debemos establecer alguna clase de relación amigable con los isleños, inexistente hoy. Los isleños, en particular los mayores de 50 años, tienen una profunda desconfianza y hostilidad a todo lo que venga de nuestro país.

Así no podemos seguir porque después de 52 años estamos igual o quizá peor que en 1965 en lo que a Malvinas se refiere. El 7 de abril pasado, Los Andes publicó una nota de mi autoría titulada “Propuesta superadora”. Después de haber visitado las islas hace un mes y medio y tras haber conversado con isleños, estoy convencido de la necesidad de cambiar la estrategia de nuestras aspiraciones; si no lo hacemos las Malvinas serán reconocidas como un país independiente por los 52 miembros de la Comunidad Británica de Naciones, a más tardar en enero de 2033, es decir, dentro de 16 años.

Como medida concreta propongo la apertura de una "Casa Argentina" en Puerto Argentino, cuya misión sería acercar a los isleños a nosotros, propiciar una mejor comprensión mutua y, sobre todo, una creciente confianza. Es probable que en los primeros años no tendría ese nombre ni exaltaría nacionalismos con símbolos argentinos. Eso sólo produciría idéntico resultado al que recientemente obtuvo el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, cuando estuvo en las Malvinas en abril pasado desplegando públicamente símbolos argentinos: cosechó hostilidad y absoluto rechazo. Fui testigo involuntario de esa situación.

La "Casa" promovería el turismo y el comercio, actividades culturales, educativas, deportivas y, sobre todo, facilitaría la relación entre las partes. Seguramente los lugareños más hostiles y recalcitrantes no cambiarían su actitud, pero con el transcurso de los años quedarían en franca minoría, y poco a poco obtendríamos una mejor actitud desde las islas hacia nosotros y viceversa. Estoy convencido de que en diez o quince años estarían dadas las condiciones para encontrar la solución definitiva.

Pensemos que ya han transcurrido estériles 52 años desde que las Naciones Unidas "invitaron" al Reino Unido y a la Argentina a "proseguir sin demora con las negociaciones" (.…) “para encontrar una solución pacífica al problema" de la disputa por la soberanía...” Cambiemos el procedimiento y modificaremos el resultado. La canciller Susana Malcorra recibió por escrito esta iniciativa el pasado 28 de abril a través de la subsecretaría de Malvinas, Antártida e islas del Atlántico Sur, embajadora María Teresa Kralikas.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Los Andes

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