Política financiera riesgosa

Desde diversos ámbitos, especializados en el seguimiento de las finanzas públicas, se viene advirtiendo que la situación de la economía nacional podría desembocar en una costosa crisis, similar a las que hemos vivido más de una vez en el pasado.

El origen del problema es el desmesurado incremento del gasto público, la imposibilidad de financiarlo con recursos genuinos a pesar de una presión tributaria agobiante, el resultado de un déficit fiscal cada vez más grande.

Derivado de estos hechos, el Gobierno ha ido usando mecanismos intrincados de financiamiento pero que al final del camino terminan siempre en emisión monetaria, unido a la denominada política de desendeudamiento, todo lo que ha llevado a una delicada situación patrimonial del Banco Central, con posible derivación a todo el sistema financiero.

Según el análisis realizado por especialistas, por ahora la situación parece manejable, pero bien podría ocurrir que la aceleración de ciertos procesos financieros desemboque en situaciones difíciles de controlar.

El fenómeno de fondo es característico de la forma en que los gobiernos populistas manejan los recursos públicos. Así, durante los últimos años el Banco Central, convertido en un apéndice del Poder Ejecutivo, proveyó recursos al Tesoro, es decir al Gobierno nacional, de tres maneras.

Adelantos transitorios en pesos, forma de financiamiento recreada por la reforma de la Carta Orgánica del BCRA; por estos adelantos el Central computa una deuda del Tesoro en moneda local.

La segunda forma fue la entrega de reservas internacionales para pago de deuda, por caso la del FMI. A cambio de los dólares entregados, el Tesoro entregó al Central Letras Intransferibles nominadas en esa moneda.

La tercera forma de proveer fondos fue contabilizando utilidades del Central basadas esencialmente en la revaluación en pesos de los activos en moneda extranjera acordes con los aumentos nominales del tipo de cambio.

Por cierto, por la transferencia de estas utilidades, producto de la denominada “contabilidad creativa”, el banco no recibió nada. Curiosamente el Gobierno registra estas transferencias como ingresos ordinarios del Fisco.

Los tres conceptos por los cuales se financia el Tesoro implican una expansión de la base monetaria, en consecuencia, de la oferta de dinero. Ese aumento de la cantidad de dinero, en proporciones crecientes, es el origen de fuertes presiones inflacionarias.

Entonces, para moderar esa expansión y sus efectos inflacionarios, el Central recurre a lo que denomina absorción monetaria, mediante la colocación de deuda propia a través de letras denominada Lebac en pesos y, últimamente, Lebac en dólares. En términos simples, por una ventanilla sale dinero para financiar al Gobierno y por otra se recupera ese dinero a cambio de endeudamiento del Banco.

Aquí es donde está el núcleo de lo que puede ser una crisis. El Banco, por los pesos que le gira al Tesoro, no percibe interés alguno, pero por las letras que coloca en el mercado, las compran los bancos, está pagando una tasa de interés que ronda 25%.

Este mecanismo de pagar intereses y no cobrar es lo que da origen al denominado “déficit cuasi fiscal”, la denominación alude a que es déficit pero no está contabilizado como tal en la cuentas públicas sino en el Banco.

Cabe acotar, para entender mejor los efectos sobre el sector financiero, que esas letras son de vencimiento a muy corto plazo (no más de un año), semanalmente se realizan licitaciones para renovaciones y nuevas colocaciones.

Por cierto las Lebac resultan un buen negocio para los bancos, que pagan tasas promedio bastante por debajo de las que cobran, pero se están llenando de estos “papelitos”.

A comienzos de este mes las Lebac alcanzaban casi 90% de los depósitos privados de los bancos. Como consecuencia el Estado desplaza al sector privado del mercado de créditos. Más grave aún es que el stock de Lebac ya supera los 300.000 millones de pesos y los intereses que paga el Central superan los 85.000 millones (déficit cuasi fiscal) con emisión monetaria.

Para ponerlo más claro, para responder por los depósitos privados los bancos tienen “papelitos” del Central. Situación parecida a la que vivimos a finales de la década del ’80 y terminó en el Plan Bonex, reemplazo de los pesos depositados a plazo fijo por bonos.

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