Peronismo contra peronismo

Crónicas de la lucha entre la Armada Brancaleone cristinista versus los obispos peronistas.

Peronismo contra peronismo
Peronismo contra peronismo

Poco después del fallecimiento de Néstor Kirchner, desde estas mismas columnas conjeturamos que el consejo póstumo que Él le dejó como herencia a Ella decía más o menos así: “Para construir poder peleate con todos los que puedas, EEUU, los milicos, los curas, los oligarcas del campo, la corpo, la opo, los que quieras, pero si de lo que trata es de conservar el poder te juro que los únicos que te querrán desestabilizar, desbancar o reemplazar de verdad son los peronistas, esos mismos que te besan las manos y te aplauden todos los días”.

Y no caben dudas que Cristina siguió siempre al pie de la letra dicha supuesta advertencia de Néstor como si se tratara de la verdad número 21 del peronismo, la que contradice a todas las demás: “Para un peronista no hay nada peor que otro peronista”.

Por eso en estos últimos tiempos Cristina ha recobrado todos los bríos y la plena iniciativa política aunque ninguna política concreta le salga bien. Es que ella ya no está pensando en la imposible re-reelección ni en solucionar los problemas del país ni en la oposición, ni en Clarín. Ella sólo está peleando contra el peronismo para evitar que el peronismo prescinda de ella. Elemental, Watson.
Será una pelea durísima porque ambos bandos tienen armas fuertes y van a usarlas.

Cristina posee la construcción de poder que como herencia Néstor le dejó (despilfarró bastante, pero aún le queda mucho), lo cual es una continuidad profundizada del menemismo por dos coincidencias fundamentales: primero, ambos tomaron el gobierno para hacer negocios fabulosos que generaron una clase política empresarial que no se veía desde cuando gobernaba la vieja oligarquía.

Y segundo, ambos compraron o tomaron prestada una ideología ajena al peronismo tradicional para acumular fuerzas con ella e intentar colgarse de los nuevos tiempos; el liberalismo antes y el progresismo después le dieron una impronta ideológica a un peronismo ideológicamente vaciado, y éste a cambio impregnó de populismo al liberalismo y al progresismo, que gustosos cedieron todo lo que tenían de valioso para participar del poder que les venía siendo esquivo. Pero a la postre lo que sobrevivió fue el peronismo (aunque a esta altura nadie sabe bien qué cosa sigue siendo), mientras que el liberalismo fue destrozado y todo indica que lo mismo o peor le ocurrirá al progresismo.

Lo grave del progresismo en relación con el liberalismo es que este último tiene cultura de poder, mientras que lo que hoy se llama progresismo en ninguna de sus versiones (donde se suma la izquierda tradicional del PC más el nacionalismo de izquierda más los setentistas más un sector del posmodernismo cultural) tenía alguna antes de esta década. Quizá por eso desaprovechó la oportunidad más grande y quizá única que tuvo en su historia al cubrir con una dosis increíble de resentimiento, bronca, venganza y sectarismo la puesta en práctica de su ideología.

Una ideología tan respetable como cualquier otra, pero que cuando tuvo la posibilidad de ejercer el poder en vez de autolimitarse o de ampliarse o de abrirse fue tan soberbia como lo fue la izquierda peronista en los 70. Pese a que llegó arriba no gracias a sus luchas sino a un peroncho tradicional como Duhalde, se dilapidó todo por gula, por ambición desmedida o por inexperiencia soberbia, o sea inexperiencia que no se admite.

Los liberales vivieron su orgía de una década creyendo que el paraíso se había realizado y para ellos así lo fue en los 90. Ahora los que sobrevivieron dicen que eso no fue verdadero liberalismo, pero que lo gozaron lo gozaron todos. Claro que ellos al menos alguna vez gobernaron la Argentina y de poder algo sabían, aunque más no fuera por genes históricos, mientras que los progres, salvo la primavera camporista de 45 días, jamás ejercieron.

Se colgaron de los renovadores peronistas en los 80 como su ala izquierda y consiguieron algunos conchavos vergonzantes en educación y cultura durante los 90, pero ya se pensaban retirar a cuarteles de invierno cuando alguien les ofreció la orgía, y la vivieron con más frenesí aun que los liberales. No dejaron macana por hacer.

Sin embargo, ahora los peronistas peronistas, esos que históricamente se consideraron ni liberales ni marxistas, quieren volver a recuperar lo que les corresponde, o en todo caso negociar con otra ideología menos gastada a cambio de lo único que les interesa: la sobrevivencia institucional del aparato partidario, ese que les permite eternizarse en el poder, gobierne el país un peronista o no, un infiltrado, un liberal, un progre o quien sea. Los reyes cambian, los señores feudales no. El césar de Roma cambia, el senado no. El Papa cambia, los obispos no. En el peronismo es lo mismo.

Y lo que hoy estamos empezando a ver, solapadamente aún, es la pelea por la sucesión entre la Armada Brancaleone del progre-cristinismo versus los obispos peronistas, esos encargados de acompañar el velatorio del viejo líder hasta la puerta del cementerio para inmediatamente luego ir volando a la sala de partos a fin de hacer aparecer como recién nacidos a los que se salvaron del cementerio.

Cristina necesita sobrevivir estos 400 y pico aciagos días que le quedan para luego decir que desde el día siguiente a su retirada, le empezaron a arruinar todo lo maravilloso que hasta ese momento hizo, suponiendo que así preparará su retorno, como Perón o Bachelet.

Los obispos, contrariamente, necesitan cambiar de rey o cuando menos salvar la mayor cantidad de provincias y municipios para volver a construir “desde el poder”, no desde la oposición.

Y Cristina cada día es el obstáculo mayor a ese objetivo, como ellos cada día son el obstáculo mayor al objetivo de Cristina de seguir siendo reina.

Jorge Asís lo dice con claridad al afirmar que los peronistas ya ven a Cristina como quien no puede aportar ninguna solución porque es parte del problema. Y ya que viene al caso recordemos que el liberal chileno Mauricio Rojas suele decir que el peronismo ha sobrevivido por esa inusual capacidad para generar el problema y luego ofrecerse para solucionarlo.

Esa es la pelea de fondo de la Argentina, donde tanto Macri como UNEN son de palo, aunque alguno de ellos termine ganando la elección en 2015, lo cual no garantiza que logren el poder en serio, pelea que se sigue dando sólo en el seno del peronismo.

El peronismo tradicional, con respecto a Perón se olvidó de la doctrina, de la estrategia, de la filosofía, del modelo nacional, de la comunidad organizada y de la hora de los pueblos. Sólo se quedó con la parte operativa de “Conducción política”, la que enseña cómo manejarse en el barro, la más baja. El objetivo de este peronismo es siempre tener los pies en la tierra, el cuerpo en un cargo público y la cabeza sólo en el poder por el poder mismo, el poder vacío.

El problema es que el kirchnerismo ya no representa eso, ni permite que ellos lo sigan representando. Se puede aceptar de Calígula hasta que se case con la hermana, pero no que proclame heredero a un caballo. Y se pueden aceptar los delirios de Nerón, pero si quiere incendiar Roma ya es demasiado. Y eso es lo que están temiendo los peronchos, que algo parecido la jefe de la Armada Brancaleone les haga a ellos.

El pejotismo es el grado más bajo de la política, pero por arriba de ese modo de hacer política no hay nada. Por eso sigue existiendo, no porque sea el único capacitado para gobernar, sino porque garantiza lo mínimo para que sobreviva el Estado en su nivel más primario, caudillesco. Algo que los que se suponen más elevados no garantizan, porque fungen de periodistas, opositores, intelectuales o éticos, pero de políticos poco y nada.

Por eso, mientras alguien no recupere la vocación política en serio -dentro o fuera del peronismo-, la capacidad de transformar que ofrece el poder (en vez de seguir en esta calesita a ninguna parte donde siempre terminamos en el mismo lugar con la diferencia que todos estamos un poquito peor y los dirigentes mucho mejor) el peronismo con su elementariedad para la sobrevivencia seguirá administrando la decadencia argentina.

En síntesis, no es que el peronismo sea el único capacitado para manejar la Argentina, es que ningún otro quiere, sabe o puede manejarla. Les encanta más ser candidatos electorales que conductores políticos, por eso apenas ganan ya están pensando en lo que serán dentro de cuatro años en vez de ocuparse de lo que harán en los cuatro años que les tocaron.

Por Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

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