Perdón, soy profesional

En el último plenario provincial uno de los congresales que tomó la palabra en voz alta y aplaudido por la gran mayoría gritaba: “¡Nosotros no somos pro-fe-sio-na-les, somos ¡trabajadores de la Educación!”. Así, tal cual, con las sílabas separadas y resaltando lo de trabajadores de la educación.

Yo me quedé pensando, no entendía por qué una condición pudiese excluir a la otra. Me parecía que había un dejo de resentimiento en esa frase, lo cual podía responder a una situación personal de quien lo estaba expresando, pero si así fuese, no se entendía el motivo del aplauso masivo.

Existe en nuestro gremio un cierto prejuicio hacia aquellos que queremos hacer valer nuestra condición de profesionales, algo raro teniendo en cuenta que este gremio aglutina mayoritariamente a trabajadores que, para poder desempeñarse como tales, tuvieron que estudiar, recibirse, obtener un título y ser por ello profesionales. Solamente los administrativos y los celadores no tienen que tener título profesional para poder ejercer sus tareas. El resto deben tenerlo en distinto grado de complejidad, dependiendo de si son preceptores, maestros o profesores.

Estamos también los que somos profesionales universitarios y ejercemos la docencia porque ese título universitario habilita y tiene incumbencia en el ejercicio de la enseñanza. Negar eso y pretender poner a todos en la misma bolsa es algo absolutamente absurdo.

Nadie es más que otro por tener un título profesional, pero el título profesional no se regala, requiere esfuerzo, sacrificio y estudios y debe tener un valor adicional en la remuneración de quien, para desempeñarse en una determinada función, debe poseerlo para poder desarrollarla.

Si a esto sumamos la absurda justificación de las autoridades de la Dirección General de Escuelas, para justificar la baja de los trabajadores no profesionales que ejercen la docencia, diciendo que es porque quieren profesionalizar la Educación, el combo es completo.

Para profesionalizar la Educación lo que tienen que hacer es reconocer el título profesional y remunerarlo como es debido, porque de lo contrario, cada vez habrán más profesionales que, estando habilitados para ejercer la docencia no quieran hacerlo y deberán seguir recurriendo a quienes no terminaron sus estudios; y si siguen así pronto darán clase los que nunca tuvieron un libro entre sus manos.

Alejandro de Villafañe - DNI 14.015.958

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