Patrimonio cultural y el aporte del ciudadano

Cuidar los bienes patrimoniales es una exigencia de los tiempos actuales, y cuanto más se sepa de ellos, más tiempo podrán mantener intactos su mensaje y belleza.

El patrimonio histórico-cultural está conformado por el conjunto de objetos y manifestaciones materiales o inmateriales que heredamos y que definen nuestra identidad como pueblo.

La importancia de conservar en buen estado ese acervo trasciende a la acción del gobierno que lo administra y al conjunto de profesionales encargados de proteger, restaurar y poner en valor las maravillosas realizaciones que observamos en derredor.

Existen, afortunadamente, muchos ciudadanos que aprecian y quieren la colección de bienes culturales que posee la Provincia, consistente en monumentos, edificios antiguos, obras arquitectónicas del pasado y del presente y objetos arqueológicos y disfrutan de su presencia en el espacio público.

Por contrapartida, una porción de la población siente indiferencia frente a una herencia de incalculable valor, que debería ser, y lo es en definitiva, orgullo de todos. Esa posición de desinterés es lamentable, pero en última instancia, como consuelo último, no daña el valioso acervo que se distribuye por el territorio. Simplemente pasa al lado de él sin verlo.

Lo que realmente desanima es el continuo vandalismo que asuela la colección a la que nos estamos refiriendo. Se daña por ignorancia, por ausencia de cultura o por maldad deliberada, y en última instancia, porque da lo mismo hacerlo o no.

Cada lector debe tener su propia experiencia con respecto a esta tendencia al daño o el agravio de trabajos que expresan una diversidad cultural inigualable; baste recordar la cantidad de bustos que son manchados con pintura o grafitis.

Sumamos a la penosa inclinación de maltratar los bienes la difícil situación de la plaza España, bellísimo paseo con su fuente central y las baldosas y azulejos de tipo sevillano en solados, bebederos y asientos. Este escenario -una de las 4 plazas satélite proyectadas para nuestra ciudad por el agrimensor Julio Balloffet tras el sismo de 1861- está siendo sistemáticamente dañada por los saltos y golpes que se derivan de las piruetas que llevan a cabo adolescentes y jóvenes con patinetas o pequeñas bicicletas llamadas BMX.

Las roturas son paulatinas y progresivas y cada vez es más evidente el deterioro generalizado del espacio, que en otro país sería cuidado y protegido.

Tal vez utilizado con intensidad por las personas pero sin romperlo ni degradando su razón de ser -esparcimiento y descanso-. La Municipalidad de Capital trata de remediar el deterioro pero sin poder alcanzar el ritmo adecuado para contrarrestar ni impedir la variedad de averías que se producen.

Afortunadamente, y pese a los casos relatados, existe un poco más de sensibilidad y en esa circunstancia de la protección del patrimonio cultural incide de manera concreta la variedad de investigaciones y textos que han realizado los destacados patrimonialistas de nuestra provincia y que afortunadamente abundan. Uno de los últimos aportes en ese sentido es el muy documentado y didáctico libro

“Escenario del poder. La escultura en el parque General San Martín", de la licenciada en Historia del Arte Patricia Favre. Su lectura enriquece, informa sobre la existencia de 58 obras y monumentos en el “pulmón verde” del Gran Mendoza, y se convierte también en un llamado de atención para que protejamos y conservemos a ultranza todo ese acervo simbólico, artístico y expresivo que encierra el oasis del Oeste, que frecuentemente sufre la mano impiadosa del que no lo ama.

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