Partió a Eslovaquia para crecer como ingeniero industrial

Alejandro Rosé Talottira trabajaba en una cementera local y le dieron la oportunidad de trasladarse a Bratislava para coordinar proyectos en Europa Central y del Este. Cómo es su vida en un país chico y muy joven.

Partió a Eslovaquia para crecer como ingeniero industrial
Partió a Eslovaquia para crecer como ingeniero industrial

Una gran oportunidad laboral sumada a un fuerte deseo de desarrollarse profesionalmente en el exterior motivaron a Alejandro Rosé Talotti (30) a instalarse en Eslovaquia, país situado en Europa Central. Este ingeniero industrial partió en 2013 para trabajar en la empresa cementera Holcim.

Su interés por concretar una experiencia laboral en otro continente nació en 2008, cuando viajó a España por seis meses. “Un año antes de terminar la carrera de ingeniería y después de mucho sacrificio me fui a vivir a Barcelona por un tiempo”, contó desde Bratislava, capital eslovaca.

Allí trabajó como barman para después poder recorrer Europa. “Fue una experiencia tan enriquecedora que desde que llegué a Mendoza en 2009 estuve con la idea fija de volver, pero esta vez para tener una experiencia profesional”, recordó el mendocino nacido en Guaymallén.

Una vez recibido en la Universidad de Mendoza, se especializó en formulación y evaluación de proyectos de inversión. Con su título en mano, a mediados de 2013 comenzó a buscar alternativas para partir. Mientras tanto, trabajaba en la sede local de la cementera Holcim.

“Estuve allí desde 2009, cuando comencé en el área de Mantenimiento y luego fui coordinador de proyectos de planta Capdeville”, contó Alejandro.

A fines de 2013 le llegó la oportunidad tan buscada. “Me surgió una posibilidad de trasladarme a la oficina de Holcim en Bratislava como coordinador de medianos y grandes proyectos en el área de Soporte en Ingeniería y Proyectos para Europa Central y del Este”, relató.

Pero antes de quedar seleccionado debió viajar para concretar diversas entrevistas. “Decidí irme por diversas razones: desarrollo personal y profesional principalmente, sumado a que me gusta viajar, conocer diferentes culturas e idiomas. También necesitaba un cambio de aire. Casos muy cercanos de inseguridad, una inflación galopante y la sensación generalizada de impotencia por la situación del país, me dieron el empujón que me faltaba”, reconoció Alejandro.

Variada rutina
Actualmente trabaja en Eslovaquia en una oficina junto a personas de 18 países diferentes, "lo cual hace un ambiente de trabajo bastante interesante", destacó. Su tarea allí consiste en asistir técnicamente a las plantas de cemento y plataformas de pre procesamiento de combustible alternativo del grupo Holcim en Rusia, Eslovaquia, Croacia, Hungría, Bulgaria, Serbia, Rumania, República Checa y Azerbaiyán.

“Es bastante amplio y dinámico ya que va desde aportar soluciones técnicas de ingeniería, evaluar nuevas tecnologías, asistir a directores de proyectos de la región en las etapas de formulación y evaluación de grandes proyectos de inversión, hasta generación de pliegos de licitación y negociación con proveedores”, detalló.

Para cumplir su función, viaja constantemente por esos países y también a Suiza, donde está ubicada la casa matriz de la firma. Su rutina laboral diaria, cuando no se está trasladando, es de 9 a 17. “Pero no es estricto ya que trabajamos por objetivos. Esto me dio cierta libertad y tiempo por lo que, después de trabajar, algunos días me entreno en un equipo de rugby o salgo a correr”, comentó.

Además comparte el tiempo con su esposa, la también mendocina Mercedes Algoberro. "Estoy casado desde diciembre de 2014 con Mercedes, quien desde el primer momento me apoyó incondicionalmente en la idea de trabajar afuera y en todos mis proyectos", recalcó Alejandro. 
Mirada externa

-¿Cómo describirías a Eslovaquia?

-Es un país con muchos atractivos naturales y paisajes increíbles. Los bosques, montañas, lagos, ríos y castillos son una buena excusa para escaparse el fin de semana a hacer algo de turismo aventura o simplemente despejarse. En invierno los centros de esquí son bien conocidos en la región.

Bratislava se encuentra a sólo 60 km de Viena, 150 de Budapest y 300 de Praga, con lo cual no tenemos excusa para no visitar estas capitales y tantos otros lugares con riquísima historia y costumbres.

En mi opinión la comida eslovaca no es buena. Creo que la cocina argentina está muy por encima. El plato nacional eslovaco se llama ‘bryndzové halusky’ y es una especie de pasta hecha con harina y papas, acompañada con queso de cabra y panceta frita. Se toma mucha cerveza. La verdad es que es muy buena, principalmente la checa.

La cultura eslovaca dista bastante de la nuestra, más allá de las raíces eslavas. Ellos no tienen una identidad muy marcada como país, principalmente por su historia.

-¿Cómo te recibieron allá?

-De maravilla. El eslovaco sigue la reglas al pie de la letra. Es bastante reservado y trabajador. Es buena persona y humilde, no importa en qué grupo social se mueva. Si puede pasar desapercibido lo hace. No son arraigados a la familia ni a los amigos como los argentinos. Para sumarse a una salida por lo general hay que avisarles con tiempo; siempre es en un lugar neutral.

-¿Tienen costumbres muy diferentes a las nuestras?

-Tienen dos costumbres que me llamaron bastante la atención. En Semana Santa los hombres tiran agua fría a las mujeres y les pegan con el ‘korbáce’ (por supuesto, sin lastimarlas), una especie de látigo hecho de ramas de sauce. Después de ese ritual ellas tienen que poner un lacito al ‘korbáce’ del hombre y hacerles un regalo.

Todo esto se hace para que la mujer te acepte como saliente y representa una especie de bendición para que sea linda y sana todo el año. En este país también es costumbre que, al llegar a una casa particular, la gente se saque los zapatos.

-¿Te gustaría volver?

-Sí, desde que nos fuimos de Argentina con mi mujer tenemos intención de volver. Si bien la calidad de vida no es la mejor en nuestro país, la familia, los amigos, el ritmo de vida y el clima de Mendoza tiran mucho. Los asados en familia y con amigos; la visita improvisada de amigos o familiares y el fútbol con amigos, es lo que más se extraña.

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