Papa semilla: claves para generar un producto de calidad

Para evitar pérdida en los rendimientos, recomiendan iniciar los cultivos en terrenos libres de nematodos y con semilla sana.

La papa ocupa un lugar relevante en la agricultura, la economía y la seguridad alimentaria a nivel mundial. Es considerado entre los cuatro alimentos más importantes de la humanidad junto con el arroz, el trigo y el maíz. Los tubérculos son una fuente importante de carbohidratos, proteínas, vitamina C y minerales.

En Argentina se cultivan alrededor de 80 mil hectáreas y las principales provincias productoras son Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Mendoza. Por ser una especie que comercialmente se multiplica en forma agámica, la calidad de los tubérculos, que se utilizan como semilla, es fundamental para iniciar nuevas plantaciones porque constituyen la mayor fuente de dispersión de las enfermedades y plagas del cultivo.

En este marco y con la finalidad de contar con simiente de buena condición sanitaria, en nuestro país la producción de papa semilla se desarrolla bajo condiciones controladas (plántulas in vitro y minitubérculos en invernáculos) y a campo en áreas restringidas, diferenciadas de las zonas donde se cultiva papa para consumo en fresco o industrial.

En la región de Cuyo, al sur de la provincia de Mendoza, en Malargüe y El Sosneado, está ubicada una de las principales zonas semilleras de nuestro país. A fin de garantizar el mantenimiento de la calidad sanitaria de los tubérculos producidos, las áreas protegidas tienen que cumplir ciertas condiciones, entre las cuales se destacan: aislamiento, ausencia de problemas fitosanitarios graves, facilidad de control de acceso, presencia exclusiva de semilleristas organizados, capacidad de almacenamiento propio y capacidad de fiscalización.

El régimen de fiscalización nacional establecido por el Instituto Nacional de Semillas (Inase) determina diferentes categorías de semilla en función de la simiente que le dio origen y de la condición sanitaria obtenida en los análisis de postcosecha de los tubérculos producidos.

El INTA, a través de la Agencia de Extensión Rural Malargüe y el laboratorio de Protección Vegetal de la EEA Rama Caída (Centro Regional Mendoza-San Juan), lleva a cabo proyectos de investigación y experimentación adaptativa relacionados al cultivo de papa semilla. Al mismo tiempo, este laboratorio está habilitado por Inase para ofrecer a los productores el servicio de diagnóstico de postcosecha de virus y nematodos.

Los análisis de virus se llevan a cabo mediante técnicas que permiten la detección del PVY (Potato Virus Y), PLRV (Potato Leaf Roll Virus), PVX (Potato Virus X) y PVS (Potato Virus) en plántulas, brotes de tubérculos y hojas.

El PVY es el virus de mayor incidencia en los cultivos de nuestro país, provocando pérdidas en los rendimientos y en la rentabilidad, por la descalificación de la semilla producida. La expresión de síntomas varía en función de la raza del virus (hay 3 razas descriptas) y de la variedad de papa afectada.

Sin embargo, la sintomatología más común es la presencia de mosaicos (verdes y amarillos) leves a severos en las hojas, rugosidad, necrosis y enanismo. Es importante destacar que la enfermedad causa síntomas más severos cuando la planta está afectada también por otros virus simultáneamente.

El PVY es transmitido por más de 40 especies de pulgones, que llevan la enfermedad de plantas enfermas a plantas sanas. La especie más importante en la transmisión de este virus es Myzus persicae, conocido comúnmente como el “pulgón verde del duraznero”.

El monitoreo de este vector es fundamental para establecer estrategias de manejo del cultivo que permitan reducir la incidencia del PVY. En este sentido, en Malargüe se lleva a cabo un trabajo conjunto entre Iscamen y el INTA para realizar el monitoreo de pulgones con trampas de agua y determinar los momentos oportunos de control.

A los fines de reducir el impacto de las virosis en los cultivos de papa es fundamental utilizar semilla libre de virus, eliminar plantas de papa guacha y malezas que pueden ser fuente de inóculo. Conviene controlar, también, los pulgones que actúan como transmisores de la enfermedad.

En el caso de los nematodos, la normativa de fiscalización exige la detección y conteo de dos géneros y especies principales: Meloidogyne spp. y Nacobbus aberrans.

A nivel nacional, el género Meloidogyne conocido comúnmente como el “nematodo agallador”, es el de mayor incidencia en los cultivos. Es un gusano microscópico que vive en el suelo o es transportado en las papas que se utilizan como semilla. Cuando ataca un cultivo, ingresa en las raíces y provoca desorganización de los tejidos vegetales, reduciendo la normal circulación de agua y nutrientes dentro de la planta.

Un síntoma característico que produce esta plaga es la aparición de agallas o nódulos en las raíces y tubérculos. Estos daños se traducen en menores rendimientos, descalificación de la semilla y pérdida de calidad de los tubérculos, producida por la presencia de rugosidades en la superficie de los mismos.

Iniciar los cultivos en terrenos libres de nematodos y con semilla sana es la principal estrategia de manejo de la plaga. Una vez que los nematodos se instalan en un suelo son muy difíciles de erradicar, por lo que todas las estrategias de manejo apuntan a bajar el nivel poblacional de los mismos en el terreno y potenciar el desarrollo de las plantas (evitando situaciones de estrés hídrico, nutricional y por daño mecánico).

Para reducir la densidad de la plaga en el suelo, la herramienta más efectiva es la rotación de cultivos con especies vegetales que no sean parasitadas por los nematodos presentes en el terreno. En este sentido, el centeno juega un rol fundamental en el manejo de Meloidogyne sp., ya que además de no ser hospedante de este nematodo libera sustancias que pueden resultar mortales para la plaga, particularmente cuando es incorporado como abono verde y se realiza un sellado superficial del terreno (rolo).

La incorporación de guano y abonos orgánicos también resulta efectiva para el manejo de los nematodos, porque su descomposición en el suelo genera la liberación de gases que resultan letales para muchas especies de nematodos parásitos de plantas. Al mismo tiempo, favorece el desarrollo de microorganismos benéficos, como son los nematodos que se alimentan de hongos y bacterias, que aumentan la velocidad de descomposición de la materia orgánica.

Otro aspecto a considerar, es la importancia de controlar el desarrollo de malezas que pueden estar actuando como hospedantes alternativos de la plaga, entre las que se destacan el yuyo blanco (Chenopodium album), cardo ruso (Salsola kali), correhuela (Convoluvulus arvensis), avena (Avena fatua), etc.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA