Padres frustrados ¿Chicos sobreexigidos?

Son muchos los niños que, por la sobreexigencia de los mayores, se ven sobrepasados y caen en grandes angustias o depresiones. Aquí una lupa profesional sobre la diferencia entre estímulo y presión.

La doble escolaridad, karate, piano, danza e idiomas... ¿Más? Mucho más. Tantas actividades como su mente pueda imaginar. ¿El por qué? Habrán muchos padres que desean desarrollar al máximo las grandes potencialidades de su hijo.

También habrá otros que podrán exponer que es lo mejor para ellos y su futuro, mientras algunos sostendrán que es lo mejor “para cansarlos” y que estén listos para irse a dormir luego de un largo día. A la mitad de eso, sumarán también la decisión de lograr, en esa pequeña promesa hecha hijo, lo que ellos no pudieron.

Claro está que resulta imprescindible que un niño se vea colmado de estímulos que lo ayuden a potenciar su personalidad, cualidades académicas, deportivas o sensitivas. El foco está en el equilibrio; de lo contrario el chico puede verse sepultado por las aspiraciones ajenas, y perjudicado en su psiquis para un presente y futuro felices.

Sangre campeona
"Un chico sobreexigido es aquel que está agotado, fatigado y estresado. Es un niño que no tiene tiempo para el juego ni para el descanso; mucho menos para la ensoñación. En síntesis: ve invadido todo su tiempo por actividades y un cronograma para cumplir a rajatabla", definió la psicopedagoga Mónica Coronado.

Es un panorama que no ayuda y que desde los mismos padres decanta en un tipo de educación que no incluye la necesidad de ocio y juego.

Rodrigo Flores, profesor de educación física (ATP Club de chicos en Godoy Cruz) sumó su opinión acerca de esta presión a la que algunos padres someten a sus hijos, incluso a la hora del deporte: “Lo importante es generar placer por la actividad deportiva. Las presiones desmedidas en etapas de desarrollo generan huellas que tarde o temprano el deportista paga. Es importante saber ganar y perder y, sobre todo, entender que de ambas posiciones se logran grandes aprendizajes”.

Padres que desean tener hijos que sean atletas de la escolaridad, en donde más que progenitores amorosos se transforman en “entrenadores” de su descendencia es aún para muchos pedagogos material de trabajo. De esta manera lo sustenta Coronado: “Se ven chicos que son como un proyecto o un plan de inversión para padres, que tienen inseguridades personales y se definen por la escala social y les imponen un montón de contextos diversos de aprendizaje en los que se transforman en consumidores de estas opciones”.

- ¿Cómo lo vive el niño?

- Son chicos que no disfrutan, no se relajan ni tienen placer y que tampoco conocen la libertad. A veces los padres vienen de una cultura del trabajo enferma, “work alcohólicos” y piensan que sus hijos deben ser iguales, como modelos de inmolación hacia el trabajo.

- ¿Se da en estratos medios a altos esa tendencia?

- Es más frecuente en estratos altos por el tema de que el capital cultural es una inversión, pero también en padres que son “aspirantes”; es decir: que poseen muchas aspiraciones de movilidad social.

Esto se ve en chicos, por ejemplo, cuyos padres son capaces de cualquier acción para que salga abanderado: desde sobornos hasta halagos. Los profesores y entrenadores deportivos muchas veces terminan hablando con estos padres para que no intervengan de una manera tan nociva en la vida de sus hijos.

Generalizar no es adecuado porque así como hay padres que pueden seguir ese modelo de sobreexigencia sobre los hijos, otros literalmente son la contracara.

Como explica Flores: “En general hay un supuesto popular de que las frustraciones de los padres son transferidas a los hijos, pero no en todos los casos. Conozco grandes deportistas que son muy exigentes;  por otro lado, padres que se han acercado a la práctica deportiva por primera vez y que son de gran apoyo para sus hijos y colaboradores con el resto del equipo.

Los profesores de Educación Física somos esencialmente educadores que tomamos el movimiento y la expresión corporal como herramienta pedagógica. ¿Cómo los ayudamos?  Enseñándoles a superarse día a día, a conocer sus límites y alentarlos a que los superen y también a saber que perder es parte fundamental del aprendizaje”.

- ¿Qué sintomatología tiene el chico?

- Niños estresados con problemas de salud típicos: artritis, dolor de cabeza, irritabilidad, llanto... Son niños que a veces explotan en la escuela y resulta muy raro porque suelen ser muy tranquilos, pero un día protagonizan un episodio de rabieta, enojo o berrinche inesperado porque están bajo presión.
A veces los papás (no todos) vuelcan en sus hijos muchas expectativas personales y frustraciones.

Por ello es vital que se entienda al niño como una persona con intereses y ritmos propios. Hay niños que sí necesitan de mucha actividad para descargar energía y otros que no la toleran. ¿Un ejemplo? La doble escolaridad. Hay muchos chicos que lo sienten como una sobreexigencia, mientras que otros la viven re bien. No hay recetas universales. Cada chico tiene su perfil y es tarea del papá encontrar ese equilibrio, ya que tampoco se trata de dejarlo en casa sin nada que hacer sino apostar a una actividad extra escolar que le agrade y le sume.

- ¿Cuál es el nivel de exigencia adecuado?
- Hay un nivel de exigencia que todos los papás debemos tener y mantener para que el chico se dedique a alguna actividad y tenga un buen rendimiento escolar, apostando además a que se preocupe por algo que le interese. Eso es positivo. Pero hay un nivel en el que el niño no da más, y hay que plantearse como padres hasta qué punto se tiene derecho a pedirle una actividad extra.

El perfeccionismo de los progenitores y su exigencia se incorpora en el psiquismo del chico. A veces suele resultar tan autocrítico sobre sí, que puede generar en el pequeño que no se anime a hacer nada, perdiendo iniciativa y motivación porque los estándares de rendimiento siempre serán demasiado altos. Hay que tener una exigencia, como padre, funcional al desarrollo del niño.

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