Oscar volvió a caminar tras 24 años en silla de ruedas

Un accidente laboral le paralizó sus piernas. Pero ahora, un exoesqueleto fabricado en EEUU e Israel le permite ponerse de pie. A sus 63 años, este mendocino es una de las 152 personas con esta tecnología en el mundo.

En la casa de Oscar un extraño aparato electrónico está "sentado" en el sillón del living. A simple vista se advierte complejo, aunque es más que eso. Representa la oportunidad de volver a tener una vida normal. De dejar atrás la silla de ruedas que usa desde hace 24 años, cuando un accidente de trabajo le produjo parapesia de los miembros inferiores.

Oscar charla distendido junto a esta extrañeza tecnológica, al menos para los ojos poco acostumbrados, y dice que se siente un privilegiado que está muy cerca de volver a valerse por sí mismo, porque aún necesita ayuda para hacerlo.

No es para menos. Este dispositivo le permitirá volver a caminar. "Poder volver a caminar", pronuncia lento Oscar esas cuatro palabras, que probablemente no alcancen para dimensionar lo que realmente significan para este mendocino de 63 años.

Las historias que tienen un principio triste y un final (o en este caso un nuevo comienzo) feliz son las que suelen calar más hondo. Por eso Oscar se ríe. También lo hacen su esposa Alicia y su hijo Ulises (39), sentados a la mesa del comedor amparados por una imagen del General San Martín en la vivienda que habitan en el barrio Ujemvi, Las Heras.

Entonces esta historia, que es la suya, continúa en la vida de Néstor Oscar Carmona con un exoesqueleto -el aparato que "está sentado"- que le permite volver a ponerse de pie y caminar dejando atrás 24 años de incomodidades a bordo de una silla de ruedas.

Fabricado en Estados Unidos e Israel y proporcionado por la ortopedia Alemana, es el único que se encuentra en Sudamérica de los 152 que hay en el mundo. Fue especialmente fabricado para él, lo que lo convierte además en su único posible tripulante. Es un prodigio de la ciencia que se traslada a la alegría de un hombre, que aunque calla más de lo que cuenta nunca se dio por vencido.

Aquel día

“Hace 24 años tuve un accidente de trabajo. Hice un esfuerzo físico que me provocó una lesión en la columna, una hernia de disco. Yo me estaba preparando para ir por segunda vez a la Antártida, a la base San Martín, pero no pude”, cuenta tranquilo Oscar, como si en realidad le hubiera pasado a otro.

“En Buenos Aires me operaron pero ya no pude volver a caminar. Fue allí cuando me comunicaron que tenía parapesia (o dificultad de movimiento) de miembros inferiores”, dice continuando su relato. “Eso me tuvo un año internado en un hospital de Buenos Aires porque tenía muchos problemas de incontinencia, con sondas y medicamentos para tratar este problema”, agrega.

Cuenta que de todas maneras lo más difícil fue el aspecto psicológico, porque aún tenía esperanzas pese a toda la rehabilitación y las medicinas que debía tomar para tratarse. Con el tiempo, la incontinencia fue menguando y pudo volver a tener una vida normal, al menos en ese aspecto. "Mi familia y el Ejército siempre estuvieron, nunca me dieron la espalda, eso ayudó mucho", recuerda este militar retirado que también es padre de Yemina (35) y Pablo (40) . 

Más tarde supo que su problema de salud era irreversible, pero eso no menguó sus ganas de trabajar y continuó como agente civil, primero en Buenos Aires y luego en Mendoza, cerca de su familia y sus amigos, hasta julio de este año, cuando obtuvo su jubilación.

El gran candidato

Pero un año y medio antes de jubilarse, una buena noticia había empezado a germinar. Es que mientras comenzaba a pensar en su retiro, Oscar supo que la mencionada ortopedia estaba investigando sus antecedentes para proponerlo como uno de los candidatos a recibir el exoesqueleto. 

“Yo había usado valvas ortopédicas y bastones antes pero no me habían andado bien, por lo que el kinesiólogo me suspendió el uso. Me estaban haciendo mal a la médula. Así es que no estaba muy convencido porque me habían provocado más hernias en la columna”, describe con el tono de voz de quien sufrió muchos dolores.

De todas formas, valiente, se animó a probar con el nuevo equipo. La ortopedia le pagaba todos los gastos del viaje a Buenos Aires y además pudo ver videos del aparato, lo que lo terminó de convencer. “Cuando empecé a probar ya no podía volver atrás”, añade convencido, con las pruebas al alcance de la mano, de que fue una buena decisión.

Oscar tiene brazos fuertes y el torso amplio. Su hijo Ulises cuenta que su papá cambió todas las baldosas del comedor y del patio, utilizando este ejemplo para contar que siempre se mantuvo activo.

“Siempre hizo todo lo que tuviera que ver con la albañilería y la carpintería de la casa, es muy activo y eso es lo que incidió para que fuera el candidato número uno para el exoesqueleto”, confirma su esposa Alicia.

Finalmente, el equipo llegó a casa el jueves. Pero fue todo un proceso en el que también estuvo involucrado su kinesiólogo Gonzalo Tee, que debió hacer un curso específico de capacitación para acompañar a Oscar en el uso del aparato, facilitado por la obra social del Ejército (Iosfa) que se hizo cargo de la compra.

Hace un año, cuando se lo probó en Buenos Aires, fue oficialmente la primera vez que se puso de pie después de mucho tiempo. “Me mareé un poco, pero me fui acostumbrando”, advierte, agregando que nuevamente cambiará su estilo de vida. “Ese mismo día que me lo probé volví a caminar, fue una sensación muy profunda”, añade.

De pie

Está contento Oscar. Vuelve a sentir la gravedad en su cuerpo asomándose desde la altura de quienes miran a los ojos de pie. Su vida familiar una vez más se modificará, tal como ocurriera hace 24 años. "Va a poder salir a pasear con sus nietos, Mara y Bautista. Para ellos va a ser toda una novedad aunque los chicos se adaptan rápido", dice Alicia.

Mientras tanto, Oscar revisa el equipo -una vez más- bajo la mirada de José de San Martín, que está junto al sable militar que acompañó al hombre durante toda su carrera. “Yo siempre apliqué sus valores y se los intenté transmitir a mis nietos”, cuenta en referencia al Padre de la Patria.

Quizás este lasherino, sin saberlo, enarboló para su vida uno de los conceptos más arraigados en el espíritu sanmartiniano, el prócer que fue su ejemplo a seguir. Oscar fue lo que debía ser. Oscar es un hombre de pie. A eso estaba destinado.

Cómo es el exoesqueleto

El exoesqueleto tiene la capacidad de transportar a Oscar   -cada persona tiene uno especialmente adaptado- durante 3 horas. Se carga con baterías que deben dejarse conectadas a la electricidad durante toda la noche.

“El problema de este equipo no es físico sino mental porque prácticamente el exoesqueleto te lleva a caminar y uno debe estar en condiciones de controlarlo. Es un equipo de última generación”, describe el hombre. Además, tiene sensores por todos lados que captan algunas de las órdenes del cerebro. “Tiene un software que controla esos movimientos”, explica.

Además, cuenta con un reloj desde el cual el usuario puede controlar determinadas acciones, como pararse o sentarse. Tiene un control manual que permite a Oscar realizar determinados ejercicios de “calentamiento” antes de empezar la rutina de caminatas.

También está acompañado de dos bastones, una computadora que contiene todo lo necesario para el mantenimiento del equipo -entre otras funcionalidades- y un largo manual en inglés que da los detalles de cada uno de los sensores. “Tiene más de 100 funciones”, dice Oscar revelando que el cuerpo humano es complejo, aunque la normalidad borre estas pruebas.

Un técnico y un kinesiólogo deben ponerle el equipo, al menos por ahora aunque, como ya se dijo, está muy cerca de poder valerse por sí mismo. “Me dicen que estoy muy cerca de caminar solo. Tengo que practicar en la vereda porque es ahí donde realmente se ve cómo reacciona todo”, comenta con la confianza de quien sabe que lo logrará.

Aquel caso del Mundial de Brasil

Durante la ceremonia de apertura del Mundial Brasil 2014, un joven de 29 años llamado Juliano Pinto hizo célebre un exoesqueleto, que en realidad era un traje creado por el neurocientífico brasileño Miguel Nicolelis que le permitía dar una patada a la pelota "Brazuca". Lo extraño del caso es que este hombre era parapléjico y constituía una hazaña científica sin precedentes.

Sin embargo, el momento tan esperado no tuvo el mejor resultado, ya que el director de cámaras de la TV tardó demasiado en enfocar a Pinto, quien sólo estuvo en escena unos segundos.

Luego, los medios se encargaron de criticar esta situación que prometió más de lo que realmente fue.

Sin embargo, fue un momento que pasó a la historia. El traje del joven se movía con los impulsos cerebrales que emitía su usuario. Y como en el caso de Oscar, el solo expresar el deseo de moverse hace que el exoesqueleto se mueva.

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