Observar aves, un placer, pero a veces no tanto

Abrí la ventana de tu vivienda o lugar de trabajo en la ciudad, activá tus sentidos y alzá la mirada al cielo. Casi con toda probabilidad observarás y oirás en estos días a una de las "máquinas voladoras" más perfectas que hay en la naturaleza: la golondrina negra (Progne modesta) de vuelo incansable, tanto que el macho casi jamás se posa una vez que ha abandonado el nido.

Con la mirada fija en las golondrinas confeccionando sus nidos en grietas que encuentra, aparece otra especie de reconocida elegancia y destreza en vuelo… gran bailarín del aire y de pequeño tamaño: el halconcito colorado o cernícalo como se lo conoce en Mendoza el (Falco sparverius) con su típico canto a modo de grito Tlí..Tlí.. , Coronan la escena un cortarramas o pájaro bisagra (Phytotoma rutila) en la cima de un tilo, con su quejido raspante parecido a un crujido, el bullicio en vuelo de tres catas verdes se asientan sobre los almendros.

Junto a éstas una pareja de coperotes continúa su faena que es tratar de partir con su pico alguna almendra seca, el piar y deambular a pie con caminadas elegantes; una pareja de horneros hacen su aparición; varios bulliciosos gorriones machos aprovechando la soltería propia de la estación, un zorzal gato o chalchalero, dos zorzales colorados, palomas, torcazas y torcacitas compartiendo el forrajeo de vainas secas… su alimento de invierno, respectivamente se escucha el melodioso canto de una ratona común o pititorra (Troglodytes aedon) que hace su aparición doméstica.

Trece especies sin salir de casa. ¿Qué tal? … Casi como un documental desde la ventana. Esta escena la he vivido en más de una ocasión como atento observador de la avifauna urbana mendocina. Al cupo de doce se podría añadir, naranjeros que aprovechan los últimos granos de uva que quedan en el parral como guirnaldas de invierno, el benteveo o pitojuán, infaltable cerca del surtidor de agua buscando alguna gota mezquina que se suelta.

En algún momento aparece el jilguero, belleza dorada sin igual cuando se dispone a cantar y así hasta unas cien especies. No son las que se observan justo desde una ventana de un edificio urbano, pero sí las que aparecen paulatinamente en diferentes hábitats de la ciudad, en los parques, en los jardines, en los descampados, en los corredores urbanos, en estanques, en huertos, en zonas regadas como sucede en el Parque Metropolitano Sur en Maipú, auténtico supermercado al aire libre en los que practican el bufé preferido, mantos de agua brillando al sol, gramíneas por doquier, larvas, crustáceos terrestres y lombrices movedizas, todos ellos verdaderos manjares para los teros, chimangos, crestuditos, pero eso no es bueno.

Sin embargo, la perpetua adaptación de la avifauna a la intensidad urbana puede condicionar a la larga la subsistencia de algunas especies, ya que posiblemente conlleve cambios de comportamientos que no les beneficien mucho, como alimentarse en horas inadecuadas o dormir menos o despertar antes de lo debido, dedicar más tiempo en cantar para compensar el ruido. ¿Consecuencias? Dedicar más tiempo al canto puede interferir en exceso con tareas tan importantes como estar atentos a los depredadores.

"Cada vez se ven más palomas y menos gorriones y es así". Esta observación, como paseante habitual de las áreas verdes urbanas, coincide con estudios que certifican que el estrés urbano acaba por beneficiar a las especies más fuertes y oportunistas y, por lo tanto, disminuye la diversidad alada. Es una de las conclusiones como observador que confirma "la poca tolerancia de la mayor parte de especies a las alteraciones que conlleva la urbanización".

Destrucción de hábitat, deforestación, desertificación, intensificación agrícola, uso de plaguicidas todos ellos flagelos impuestos por el hombre, abandono de lo poco que se conoce de las aves y de su sensibilidad. Todo eso conlleva a la desaparición paulatina de especies y al mismo tiempo ese acercamiento hacia las zonas urbanas es el precipicio seguro a un desplome que tarde o temprano arrasará con todas las aves del planeta y eso será el final.

José Luis López - Observador de aves - DNI 17.126.117

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