Noé Jitrik: “Escribo maniáticamente”

Es uno de los pensadores argentinos más interesantes, impulsor de una obra monumental: “Historia Crítica de la Literatura Argentina”. Una aproximación a este intelectual que hace de la palabra un motivo de creación y reflexión.

Una noche de descanso, entre mesa y mesa de debate y pensamiento en San Juan, de sobremesa. Así descubrimos a Noé Jitrik: uno distinto al que firma su prolífica obra; diferente también del que explica, con didactismo asombroso, asuntos de la más pura abstracción teórica. Ahí, en esa ronda de postres, Noé luce encantador; capaz de atrapar a su audiencia un largo rato, para escuchar el relato sobre una tarde en su exilio mexicano.

Quince días después, tenemos cita para la entrevista. Es en su casa, en un edificio precioso de la calle Viamonte. La puerta de entrada a su departamento esconde una biblioteca para perderse, el sillón mullido en su rincón de luz, la gata mansa recostada al calor del fuego y el ir y venir atareado de su mujer: la escritora Tununa Mercado. Ahí también está él. Igual de afable, igual de cautivador.

El error de apreciación se repara de inmediato: aquel Noé Jitrik que expuso en los “Foros para una Nueva Independencia”, en San Juan, es el mismo de la sobremesa de hotel o aquí, en su propio sofá de cara a la terraza; hombre al que seducen las palabras y su poderosa capacidad de construcción de realidades.

En alguna entrevista durante su vida en México, supo decir que ningún hecho político deja de tener incidencia en los modos de escritura. Porque Jitrik piensa a la literatura como una expresión epocal.

- Esos hechos políticos, en estos últimos tramos de nuestra historia, ¿cómo configuraron los modos de escritura?

-Son procesos muy directos, que se registran con dificultad y al cabo de manifestaciones muy estrepitosas. Son cosas que se perciben. En un momento deteminado uno advierte -o cree, o siente- que hay gente que no es actual; no es que no lo sea porque no habla de los temas actuales, no lo es porque escribe de una manera que no es actual. ¿Cuál es la manera actual de escribir?: es difícil decirlo, pero es algo que se percibe.

- Pensando en la moda como un sistema defensivo, desde la perspectiva literaria, ¿es un escritor que no arriesga?

-Claro y eso también implica, en la literatura argentina, cierto retorno; es decir: mucha literatura, especialmente narrativa, que vuelve a cierto realismo costumbrista. No es que la sociedad tenga hechos más interesantes para narrar, en el orden de las costumbres. Todas las épocas tienen hechos interesantes, o poco interesantes, pero lo que importa es la escritura.

-¿Qué expresa ese costumbrismo al que referís?

- Una cierta interpretación de lo que el público quiere. Está sostenido en los andariveles de una situación compleja que es la industria editorial, el sistema de las comunicaciones, la garantía de tranquilidad ideológica que perseguiría la gente, la dificultad de aceptar los cambios, una cantidad de cosas que podrían explicar por qué se vuelve a ese realismo. Ahora, no obstante, los escritores pueden tener un grado de autonomía mayor, y pueden conectarse con los fenómenos centrales de un momento aunque no los defina con claridad.

-¿Por ejemplo?

- A fines del siglo XIX llega a Buenos Aires Rubén Darío y produce, al poco tiempo de estar acá, un libro de poemas que es una irrupción dentro de un lenguaje posromántico, lánguido, excesivo, aburrido, sentimental. Me puse a pensar en eso y me dije: “bueno pero él, lo que hace, es producir poemas, y la idea de producir poemas tiene que ver con algo que está surgiendo en la sociedad que es la producción industrial”. La sociedad de esa época estaba buscando esa forma para salir de un cierto marasmo económico, social y político. Y él produce poemas donde el trabajo que hace con el lenguaje, con el vocabulario, con la rima, guarda relación con esa voluntad embrionaria de una industrialización.

-¿El artista conscientemente trabaja en relación con su contexto?

-No. Eso corresponde al concepto de interpretación. Hay gente que interpreta lo que ocurre a su alrededor y hay gente que no lo ve. Hay gente que permanece indiferente al derrumbe. Hoy se está derrumbando una civilización y hay gente a la que le parece un relato intrascendente. A otros no: miran e interpretan. Esa interpretación tiene que ver con lo artístico, lo político, lo filosófico.

-Por vía de la ciencia también surge la interpretación...

- También, pero este concepto de interpretación que se aplicaría en la ciencia descansa en el sistema de preguntas y respuestas. El que sabe formular una pregunta va a encontrar quizás la respuesta.

-En el ámbito de las Ciencias Sociales hoy hay una fuerte voluntad descriptiva; pero: ¿hay una pregunta movilizadora hacia otro paradigma?

-No. No es un instante de descubrimientos en ese sentido, ni de preguntas novedosas que saquen del fondo de la realidad una cuestión crucial.

-¿Y la llamada 'revolución tecnológica'?

- La pregunta es: hasta qué punto ese lenguaje, de las nuevas generaciones, es un verdadero cambio; y no es una respuesta motivada por el cruce de fuerzas que rigen en la sociedad en un momento determinado. ¿Cómo la computación da respuestas? Es que alguien se hace preguntas. Eso es una revolución tecnológica, pero descansa sobre el mismo mecanismo.

La cuestión sería no tanto creer que uno está desplazado de la historia porque el lenguaje tiene otro carácter, sino porque uno entiende que perdió la batalla en esto de plantear los problemas básicos de cualquier orden del lenguaje. Hay una película maravillosa, de Jean Renoir (“La gran ilusión”): un soldado francés va a parar a la casa de una alemana. Él no habla francés, ella no habla alemán; y sin embargo…

- ¿La tecnología ha venido a modificar también la forma de producir arte?

- Según en qué orden. La tecnología comunicacional ha ampliado más el orden de la comunicación inmediata, pero eso no tiene necesariamente un carácter artístico. El carácter artístico es un sistema de valores que se va constituyendo poco a poco; no se puede evaluar en el momento en que transcurre.

Si lo ponés en el plano de la pintura, por ejemplo, el otro día, en ArteBa, vi que alguien expuso una silla de campo atada con unos piolines: es una obra. Ahora, si llega a tener esa cualidad artística, ¡vaya a saber! Como está firmada, y responde a una tendencia, alguien la va a comprar pagando bastante. Pero el concepto de arte es otra cosa. Tampoco es cuestión de una lucha frontal. Algunos braman contra estas cosas.

- ¿Y vos?

-Yo no bramaría tanto. Yo dejaría que pase el tiempo a ver qué sucede. Lo que pasa es que hay gente que cree ser interpelada por las manifestaciones que se recuestan en avances tecnológicos. Hay que desconfiar de esa recepción, pero no se la puede impedir. Uno tiene que guardarse y esperar que las cosas cumplan su ciclo. La cuestión no está tanto en el orden de la recepción sino en el de la producción.

-Algunos dicen que hoy, en el arte, hay "pura forma vacía".

- Esa es una discusión muy poco interesante. La ubicación del quehacer artístico en la sociedad pasa por la producción de formas. ¿Qué tipo de formas son? La cultura humana ha creado órdenes de formas en las que se maneja. También hay tentativas artísticas de nulificación que son absolutamente candentes, críticas, y son extremadas. Quien piensa que hay acuerdo entre forma y contenido, desbarra. Es la forma lo que vale.

- Nosotros estamos hoy, en Latinoamérica, intentando un proceso de autonomía. ¿Eso está presente en la literatura?

- Son procesos que se incluyen. Estaba viendo al pasar algo que yo había leído del ecuatoriano Pablo Palacio. A la arbitrariedad de su narración la interpretan como indicios de su locura, pero no es sólo eso. Ahí hay una crispación, en la escritura, que también se encuentra en estos crujidos sociales que se manifiestan en los intentos democráticos, cegados por los golpes militares.

La relación entre lo que pasa en la sociedad y lo que pasa en la literatura no es lineal; sino que son relaciones simbolizadas, indirectas. Es un tema que nos ha ocupado bastante en la Argentina. Macedonio Fernández: estaba descolgado totalmente, ¿o no? Y, no...; porque hay estructuras internas que tienen que ver con procesos psicológicos, que responden a su vez a situaciones globales, del país y de su momento. No se puede vivir fuera del tiempo que nos toca.

- ¿Cómo ves la figura de Marechal, ahora revalorizada?

- El problema de Marechal es que empieza en un lugar y termina en otro. Y es también, en cierto sentido, el problema que tuvo Lugones. Estos recorridos, en la incipiente cultura argentina, son vistos con cierto recelo. Marechal empieza en una especie de vanguardia y termina siendo católico y peronista. No es que haya un canon pero hay una serie de valores que se han ido configurando en la literatura, y en la cultura argentina, que salen del programa de Sarmiento.

-¿Qué pasa cuando llega el Peronismo?

- A estos escritores, que fueron antiperonistas muy fuertes -yo compartí un poco ese momento-, si hoy se los interroga, no sabrían explicar por qué ese rechazo. Luego el Peronismo se encargó de justificarlo, porque había que someterse, había una tendencia inicial beata, católica desde lo filosófico, muy fuerte.

Eran elementos que rechazaban lenta marcha de la constitución de la cultura argentina, que albergaba todas esas diferencias; pero no con enfrentamientos que, además, se daban en la calle y en políticas concretas. Marechal toma partido por eso, pero no olvida la experiencia preliminar. Eso es “Adán Buenosayres”.

- Siendo un analista literario, ¿cómo te parás frente a tu propia obra?

- No me autocensuro, porque no me considero un crítico literario; pero sí alguien a quien, cuando lee, algo le suscita. A todas esas miradas las considero experiencias.

- La obra que dejás, ¿es un corpus o hay textos específicos que te han interesado más?

- El momento de la escritura me convoca, me hace sentir cosas; especialmente me hace sentir que estoy vivo, cada cosa tiene ese carácter. Hay un momento en mi trabajo, que puede ser considerado de tipo crítico, en que son textos más verbosos, más rolleros (ríe). La verdad es que escribo maniáticamente. Con el tiempo comencé a perder complicación y adquirir complejidad; pero no como un designio: así fue pasando.

- ¿Qué proyectos tenés entre manos ahora?

- No los llamaría proyectos: tengo tareas. Acabo de terminar dos escritos de diferente carácter. Me está esperando seguir adelante con un fragmento de autobiografía, que voy a escribir en varios volúmenes, estoy haciendo otro que está en eso... Extraño tener proyectos: la gente seria tiene proyectos (se ríe).

-¿Existe hoy esa bipolaridad que algunos citan entre Borges y Arlt?

- Un escritor como Piglia (Ricardo), por ejemplo. Hasta “La ciudad ausente” hay una problemática literaria que viene heredada de Macedonio Fernández, de Borges; después cambia. El cambio me interesa menos, me parece que es más de género. En sus primeros cuentos la presencia de Borges era muy fuerte, pero la perspectiva sobre el exterior era arltiana. No sé si hay muchos más que hayan trabajado sobre esa ecuación.

Supongo que sí, no los conozco; porque hay proyectos, en la narrativa argentina actual, que están muy acotados. Hay excelentes escritores de novela negra, de género. Son muy buenos, no los desdeño; pero están muy cerrados en el género. Guillermo Saccomanno me interesa mucho, porque ha ido evolucionando muy bien. Él sí ha dejado entrar la poesía universal como objeto a mirar, y eso ha modificado su manera de narrar; pero no creo que tenga esa especie de síntesis que fue aquel momento de Piglia.

Labor literaria

Prolífica, la escritura de Noé Jitrik ha corrido por varios territorios: la poesía, la novela, los ensayos críticos, la historiografía y la autobiografía.

Un recorrido de tránsito hacia el lenguaje

El hombre nació en Rivera, en 1928. Estudió en Buenos Aires y, al recibirse en el ‘52, partió a París para buscar un destino. Cobijado por sus amigos León Rozitchner y Marcelo Abadi, se las ingenió para campear el hambre y enrolarse en las filas de la Lingüística. A fines del ‘54 volvió, entusiasmado con esa experiencia: campeaba el Peronismo. Y fue en la revista “Contorno”, dirigida por David Viñas, que Noé Jitrik inició una tarea que lo ocuparía para siempre: el análisis de la literatura y su producción.

“En ese momento mis intenciones no tenían que ver con la literatura sino con la lingüística. Aquí no tenía mucho campo para actuar porque la lingüística no tenía cabida; además no había dónde trabajar: el Peronismo no es una maravilla para evocar con nostalgia”. Noé se instaló en la Argentina como integrante de un sólido círculo de intelectuales y académicos. Con la llegada de la dictadura militar, ya casado con la escritora Tununa Mercado y con dos hijos, tuvo que exiliarse en México; una experiencia tan intensa que moldeó su forma de concebir la propia tarea. Fue profesor en Francia, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos. “Chevalier des Arts et des Lettres” y Premio Xavier Villaurrutia.

Hoy está ocupado en el volumen 12 de una obra monumental que dirige: “Historia crítica de la literatura argentina”; a punto de publicar su próxima novela, “Terminal” y escribiendo una colección de sonetos. Algunos de sus libros: “El mundo del 80”, “El rincón barroco”; entre sus estudios se destacan los dedicados a Lugones, Sarmiento, Borges; entre sus novelas: “El Evaluador”, “Long Beach”.

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