Napoleón y los Borbones, claves de la emancipación

La llegada de los Borbones al trono de España, con sus nuevas regulaciones para la colonia, así como las invasiones napoleónicas a ese país fueron dos hechos que alentaron la voluntad independentista de los criollos de este lado del océano.

Como todo proceso histórico, la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de América del Sur estuvo atravesada por múltiples causas que llevaron a su concreción el 9 de julio en 1816. En su participación en el Congreso del Bicentenario que se realizó en Tucumán, Eduardo Martiré, doctor en Derecho y Ciencias Sociales, abogado y escribano, dio detalles sobre las claves que llevaron a la emancipación americana.

“Aquella declaración de 1816 forma parte de la cadena de hechos, reclamaciones y estatutos, siendo el de mayor trascendencia de los que se habían dado en el camino hacia la emancipación americana. Son otros tantos jalones de la marcha a la libertad que a mi juicio comienza en el Cabildo Abierto de mayo de 1810 y que con distintos tonos y formas culmina en la Constitución de 1853 y 1860”, comenzó a explicar el experto.

Para él, este camino a la emancipación venía meditándose desde hacía tiempo, alentado por el descontento y por la situación a la que habían sido sometidos los habitantes de América por obra principal del nuevo Estado español. “Era lugar común sostener el odio que existía en América entre españoles y americanos. Entre ellos había nacido una desconfianza mutua desde los primeros tiempos del dominio español, desde que aparecieron en el nuevo mundo los criollos, los hijos de españoles nacidos en estas tierras”, continuó.

A su entender, este enfrentamiento se ve agravado en el siglo XVIII por el cambio de dinastía en la corona española. “A pesar de haber soportado las diferencias y desigualdades políticas, sociales y económicas durante el gobierno de la Casa de Austria (siglos XVI y XVII), el caleidoscopio racial del nuevo mundo (criollos, indios, mestizos, mulatos) se ve definitivamente conmovido por las novedades con las que pretendían gobernar los Borbones”, relató.

Según recordó, los dominios americanos habían sido considerados hasta entonces como otros tantos reinos de la monarquía universal. “Un monarca lejano y poco exigente favorecía el desarrollo de las ‘Indias’.

Allí mantenían su particularismo defendido por las gruesas capas que con el tiempo y la distancia habían conformado un antiguo consuetudo (N. de la R.: consenso doctrinario sobre la interpretación, regulación, reglamentación de un instituto jurídico) que se traducía en el específico derecho indiano que reconocía su particularidad”, detalló.

Esto se fue modificando cuando los Borbones llegaron al poder en el siglo XVIII. “Esta nueva dinastía, formada en el ejemplo francés y en las máximas del absolutismo del Rey Sol, pretendía una mudanza de estilo y de leyes”, remarcó.

Para consolidar esa forma de aplicación de la ley, las reformas llegaron hasta imponer la militarización de la administración pública americana, fiando al gobierno de militares el nuevo mundo, tal como observó Martiré.

Un dato significativo para esta nueva dinastía es que en esa época daban más provecho las minúsculas posesiones antillanas francesas a su metrópoli que el inmenso imperio americano a la suya. “Esta realidad, en la acepción colonialista, resultaba imposible de tolerar”, subrayó.

Así, la jerarquía dúctil del pasado mutó a un sistema rígido que hacía depender a unas autoridades de otras y otorgaba a los secretarios del monarca la decisión de la mayor parte de los problemas importantes. “La tendencia hacia la estatización del poder se afirmó, y se creó una nueva burocracia para regular los problemas económicos y fiscales”, detalló el experto.

La invasión napoleónica

Otra influencia decisiva en el estallido americano fue, para Martiré, la invasión napoleónica de 1808. “Este hecho llegó a convencer a muchos de que la España había desaparecido, así como su dinastía y sus dominios”, expuso el experto.

La tierras de Sudamérica seguían siendo consideradas como colonias al estilo clásico por los gobiernos provisorios creados para suplantar la autoridad del monarca preso en manos de Napoleón. “Aunque un puñado de americanos fueran incorporados a los nuevos cuerpos nacidos en el año 8, ellos estaban convencidos de que sólo la desaparición de la dependencia era el único camino para alcanzar la libertad”, aseguró.

Para él no existen dudas, a pesar de que otros historiadores lo cuestionen, de que en el mismo año 10 se trazó el plan revolucionario, aunque se ocultase en el ropaje del reconocimiento al monarca internado en Francia abatido por Napoleón. “Basta mencionar las primeras medidas del movimiento: expulsión del virrey español, reemplazado por la junta patria, para sostener este argumento”, señaló.

Según su visión, los hechos se precipitaron cuando el gobierno interino español, encerrado en Cádiz, dio una muestra más de debilidad y resolvió que el poder fuera ejercido por la Regencia.

“El enfrentamiento con la metrópoli fue inmediato, como inmediata la guerra que se desataba, aunque algunos no creyeran que eso no fuera el objetivo final, y querían forzar a la España a la vuelta a una época dorada”, aclaró, a la vez que agregó que para los criollos ya era tiempo de abandonar una dependencia que sólo perjudicaba a América y era incapaz de protegerla de los peligros de una invasión extranjera.

La vuelta de Fernando VII

Por supuesto que la vuelta de Fernando VII al trono en 1813 resultó un problema más. “Pero sólo fue una novedad que precipitó los acontecimientos”, manifestó. Ya que tal como comentó Martiré, en nuestro suelo la autoridad patria se había fortalecido y se demostraba en la Junta Grande, el Primer y Segundo Triunvirato y en la convocatoria a una asamblea que en 1813 definirían la política de independencia que venía acrecentándose.

A éstas se les suma el Congreso de 1816, que sancionará al fin claramente esa política de resolver definitivamente la independencia que celebramos este año.

De todas maneras, él remarcó que en España parecían ignorar esta marcha hacia la emancipación, hasta que la feroz guerra entre aquellas colonias y su metrópoli puso en claro de qué se trataba la sublevación americana. “Cómo no iba a declararse la independencia si sólo la muerte podía dar fin al enfrentamiento.

Todos los intentos de paz estaban destinados al fracaso, porque España buscaba mantener la dependencia de un imperio que estaba perdido y América sólo encontraba solución con la emancipación de esa tutela ya insoportable”, resaltó.

Para cerrar esta idea, el historiador citó un fragmento de una de las cartas que San Martín le envió a su amigo Tomás Godoy Cruz mientras éste se encontraba en el Congreso en Tucumán: “¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener el pabellón, y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo?”.

Perfil

Eduardo Martiré. Es doctor en Derecho y Ciencias Sociales (1975); abogado (1961) y escribano (1959); todos títulos expedidos por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

Se desempeñó como profesor titular (interino) de Historia del Derecho Argentino de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, también como profesor titular de Historia Económica (1ra parte) de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, así como profesor titular de Historia de las Instituciones Argentinas del Instituto del Servicio Exterior de la Nación.

Es miembro de número de la Academia Nacional de la Historia (1992).

Entre sus publicaciones figuran “Historia del Derecho Minero Argentino” (Buenos Aires, 1987) y “Los Regentes de Buenos Aires. La reforma judicial indiana de 1776” (Buenos Aires, 1981).

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