Máximo y la estrategia del tero

El kirchnerismo busca distraer con un falso debate sobre la re-reelección de Cristina mientras mueve fichas en busca de impunidad y para minar la próxima gestión presidencial. Menem, la estrategia de salida de Cristina y un consejo útil para la oposición.

Máximo y la estrategia del tero
Máximo y la estrategia del tero

Sorprendida por la aparición pública de Máximo Kirchner y el coro que salió a secundar sus palabras,  la sociedad podría perder de vista el verdadero juego que está jugando el kirchnerismo: un repliegue que le asegure la impunidad y contar con suficientes recursos económicos y palancas políticas para hacer miserable la próxima gestión presidencial.

En su comentado discurso en la cancha de Argentinos Juniors, el primogénito presidencial, un muchachote de 37 años que no estudia ni trabaja (a menos que por esto se entienda la administración de las rentas de la cuantiosa herencia que recibió de su padre y del ingreso de su mujer, a quien su tía, la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, le inventó un cargo altamente remunerado),  planteó algo que ya hacía tiempo había quedado fuera del debate político: la imposibilidad de re-reelección de su madre, Cristina Fernández de Kirchner, impedida de postularse a un tercer mandato presidencial consecutivo en virtud de la reforma constitucional de 1994, que ella misma votó.

Ni bien Máximo calló, camporistas como Mariano Recalde, el presidente de Aerolíneas, y Andrés "Cuervo" Larroque, verdadero líder de la agrupación, y kirchneristas de paladar negro, como Carlos Kunkel, salieron a decir sin sutilezas que ningún gobierno que no surja de vencer en las urnas a la actual presidenta será del todo legítimo.

La maniobra es insidiosa, no sólo porque busca deslegitimar de antemano a quien resulte elegido/a (cuestionamiento paradójico por provenir de quienes al mismo tiempo endiosan a Néstor Kirchner, que llegó a presidente con el 22 % de los votos y nunca ganó una elección nacional) sino también porque busca ocultar, tras un debate ficticio y estéril, las maniobras de fondo del kirchnerismo.

Estas maniobras, como alertó el columnista político de La Nación, Carlos Pagni, incluyen la nueva ley de hidrocarburos, que habilitará al gobierno, antes de irse, a conceder y/o prorrogar por entre 25 y 35 años, a cambio de migajas para las provincias, prácticamente todas las concesiones importantes de gas y petróleo, en especial las vinculadas a la formación Vaca Muerta, la mayor promesa de recursos minerales de la Argentina.

El texto de la ley, que pergeñó el presidente de la reestatizada YPF, Miguel Galuccio (hombre acercado a la presidenta por el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri), le permitirá al gobierno actual no sólo quedarse con la parte del león de los ingresos por las licitaciones, sino también controlar la explotación posterior a través de amigotes como Cristóbal López, Lázaro Báez, José Luis Manzano y Eduardo Eurnekian.

El kirchnerismo no es tímido para estas cosas. El geólogo Gualter Chebbli, que trabajó durante 25 años en el área de exploración de YPF, que llegó a dirigir, computó hace tiempo que de 193 adjudicaciones petroleras en los años kirchneristas, 81 fueron a empresas sin experiencia petrolera previa  y que en Chubut y Santa Cruz 27 de 31 adjudicaciones fueron a neopetroleros como el bueno de Lázaro Báez, el hoy multimillonario ex cajero del Banco de Santa Cruz (dicho sea de paso, aunque los negocios de construcción de Báez sufrieron el monitoreo político y judicial por las denuncias sobre la "ruta del dinero K", está a punto de cantar bingo con la "compensación" que recibirá del Estado por la construcción de las represas "Néstor Kirchner" y "Jorge Cepernic", que anegarán las 200.000 hectáreas que compró por monedas, seguramente con información privilegiada).

Otro negocio en ciernes es el de la telefonía móvil. La licitación del espectro, paso imprescindible para mejorar el pésimo servicio que hoy afecta a millones de usuarios, dejará en manos del actual gobierno no menos de 1.500 millones de dólares (tal el precio-base), con el agregado de que la demanda de esos dólares para la importación de equipos deberá ser satisfecha por la próxima administración.

Esta jugada es idéntica a la que Carlos Menem realizó en la recta final de su segundo gobierno, cuando el crédito externo empezó a ser insuficiente y le permitió a Repsol hacerse del control de YPF vendiéndole las acciones que aún estaban en manos del Estado. Aquella vez, el FMI hasta le permitió contar esos recursos como ingresos regulares, con tal de achicar, solo a efectos contables, el agujero externo que dejaba a su sucesor. El kirchnerismo podrá también en este caso ubicar a empresarios del palo, como Sergio Szpolski y Matías Garfunkel, para que a su rol de dueños de medios propaladores del Relato agreguen el de zar de las telecomunicaciones.

El tercer frente es el judicial, donde el kirchnerismo busca afanosamente, a través de maniobras en los elecciones de los cuerpos de abogados, recuperar mayoría propia en el Consejo de la Magistratura, que designa y remueve los jueces federales, mientras insiste en el cuestionable nombramiento de magistrados interinos en fueros estratégicos, como el juzgado electoral de La Plata, cuya jurisdicción incluye las decisivas elecciones de la provincia de Buenos Aires y quedó vacante por la muerte del juez federal de La Plata, Manuel Blanco. La novedad, sin embargo, es el énfasis en el nombramiento de fiscales, tarea a la que están abocados el secretario de Justicia, Julián Alvarez, el camporista Eduardo "Wado" De Pedro, considerado el cerebro judicial de la agrupación, y la jefa de los fiscales, Alejandra Gils Carbó, cuya pasión K está fuera de duda.

El control de los juzgados sirve para atajar penales. El de las fiscalías, para cobrarlos. Si no se puede lo primero, el segundo recurso es el perfecto complemento de la movida deslegitimadora que se inició con el discurso de Máximo, el vástago presidencial: atormentar con causas y objeciones a quien se siente, después de Cristina, en el sillón de Rivadavia, que encontrará a la vez una herencia económica envenenada combinada con un control de recursos estratégicos en manos del amigopolio K.

Anuncios como el descaminado proyecto de construir la torre más alta de América Latina en medio de una suerte de Hollywood porteño, en el tono desafiante de una presidenta que denuncia conspiraciones, que más que calmar, buscan exasperar los ánimos sociales (en particular, de la clase media) estragados por una inflación cada vez más alta y una recesión cada vez más profunda.

Si el kirchnerismo copia del menemismo la estrategia de tierra arrasada,  la oposición y la sociedad harían bien en recordar la que fue tal vez la más sincera y mejor frase de Menem: "en política, el que se calienta, pierde".

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