Magnicidio a la mendocina

Un gobernador mendocino falleció en 1863 en circunstancias misteriosas. Tras un banquete, Luis Molina y otras dos personas, fallecieron sin explicación.

La víctima era Luis Molina, quien había asumido el cargo de gobernador en 1862, luego de la renuncia de Juan de Dios Videla. 
Su extraña muerte, un hecho hasta ahora poco difundido, se mantuvo en secreto, aunque siempre se pensó que  el primer mandatario mendocino había sucumbido por causas naturales.

Quizás por negligencia -o intencionalmente- nunca se realizó una exhaustiva investigación al respecto. Pero muchos sospecharon en aquel tiempo que trataba de un magnicidio. El fallecimiento de Molina coincidió con la muerte del coronel Ambrosio Sandes y el capitán Rodríguez. Los decesos fueron casi simultáneos, luego de que los tres compartieran un gran agasajo en una finca de Luján de Cuyo.

De tal palo... tal astilla

El gobernador Luis Molina, nació en Mendoza y fue bautizado el 13 de octubre de 1808 con el nombre de Luis Xavier Francisco de Borja. Sus padres fueron el destacado militar y político Pedro Molilna y Manuela Videla.

Desde muy joven participó en política y se convirtió en funcionario. Participó en el Acuerdo de San Nicolás junto a Pedro Pascual Segura el 31 de mayo de 1852. Además, fue legislador provincial.

El 2 de enero de 1862, Luis Molina asumió como gobernador interino de la provincia, tras la renuncia de Juan de Dios Videla.

Su mandato se caracterizó por el progreso: hizo cumplir las leyes constitucionales y sofocó la rebelión militar de Francisco Clavero y otros levantamientos incluyendo el del “Chacho” Peñaloza.

Guitarras, asado y vino

En vísperas de la primavera de 1863, algunos funcionarios del gobierno provincial participaron de un suculento banquete con baile incluido, en la quinta de la familia Recuero, situada en Luján.

Concurrieron a aquel evento distinguidas familias; allí estaba el gobernador Luis Molina, quien fue la figura principal en esa fiesta junto a militares como el “indestructible” coronel Sandes y otros camaradas como el capitán Ramírez.

En la mesa, la carne asada y los platos criollos eran el plato fuerte y  no faltó ni el vino ni los postres.

Al finalizar la comida, llegó el baile, que animó a los invitados sin que decayera  la fiesta ni un solo momento.

Finalizado aquel encuentro, Luis Molina partió hacia la ciudad y, al día siguiente, comenzó a sentirse mal de salud. Se pensó que el primer mandatario se había excedido en la comida, causa de sus agudos dolores estomacales. Sin saber de esta situación, sus amigos (el coronel Sandes y el capitán Rodríguez) corrían la misma suerte.

En cama, el gobernador profundizó su crisis gástrica y su semblante desmejoró súbitamente; en su cuerpo casi cadavérico se hundieron sus ojos dentro de las órbitas, rodeadas de un círculo color violeta y sus labios se secaron.

Semejante malestar resultaba muy extraño: llamaron al doctor Edmundo Day, quien dio un diagnóstico reservadísimo. El médico británico estaba desconcertado al ver que los síntomas no eran los de un atracón. Podía haber ingerido una sustancia venenosa, pero sus más allegado descartaron esa teoría porque Molina no tenía enemigo alguno.

Comida o veneno

El coronel uruguayo Ambrosio Sandes también se encontraba en grave estado en la quinta de Villanueva. Tenía los mismos síntomas que el gobernador: dolor de estómago, vómitos y un profundo deterioro corporal.

Tiempo atrás, el militar había sido apuñalado; de hecho, estaba recuperándose de aquella herida cuando acudió al banquete en Luján.

Sandes falleció el 15 de setiembre a las ocho de la noche, sin saberse la causa de su deceso. Fue sepultado con todos los honores el día 17 por el  regimiento 1° y la Guardia Nacional al mando del coronel Augusto Segovia.

Extraña muerte de un gobernador

En Mendoza, gran parte de la población comenzó a  sospechar de la muerte de Sandes y la vinculó a la enfermedad de Molina, que estaba a punto de expirar.

Unos días después de sepultado el militar, el funcionario también falleció.

Los mendocinos  quedaron estupefactos ante la noticia. Más, al enterarse de que al día siguiente murió el capitán Ramírez con los mismos síntomas que  los anteriores.

Desde ese momento no hubo duda de que los tres habían sido envenenados en el banquete. Aunque todo el mundo lo aseguró, sin que hubiera uno solo que lo desmintiera, nunca se realizó una investigación de estos homicidios.

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