Los subsidios no igualan, empobrecen

El reparto de subsidios al transporte, al igual que otros servicios, revela la escasa convicción del gobierno de terminar con las distorsiones.

Por Rodolfo Cavagnaro -  Especial para Los Andes

El ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, anunció un aumento de los subsidios para el transporte público del interior del país de un 37% con el objetivo de equilibrar a las provincias con los beneficios que se perciben en Buenos Aires y el conurbano.

Otra vez en la Argentina se recurrió al vicio de corregir desigualdades aumentando subsidios en lugar de corregir las distorsiones. Los subsidios al transporte financian una parte del gasto de combustible y los salarios de los trabajadores. ¿Es justo que la Nación subsidie para que un chofer gane más de 15.000 pesos, cuando los maestros tienen asegurado $ 8.900? No es justo. Los subsidios son pésimos.

La maraña de subsidios y privilegios atraviesan la vida social argentina desde hace muchos años y están incorporadas en forma adictiva en el ADN cultural, a tal punto que cuando uno analiza estos temas en forma crítica recibe todo tipo de calificativos pero el más común es la acusación de no tener “sensibilidad social”.

Baste recordar la trama de subsidios aplicados a las tarifas de servicios públicos durante más de doce años. Estos pseudo beneficios tenían por objeto generar una sensación falsa de bienestar económico, alentando a las personas a consumir en forma irracional. En la medida que aumentaban los salarios y el costo de los servicios se mantenía congelado, la importancia relativa de estos costos era cada vez más pequeña.

Además, no solo había estímulos al consumo, sino que había castigo para el ahorro. Tanto fue así que el ex jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, llegó a decir que “los que ahorran son egoístas” invirtiendo el orden natural. Siempre el ahorro fue una virtud porque de ese ahorro surgían los recursos para generar crédito para producir y consumir. El gobierno anterior tapó la caída de las exportaciones por el dólar atrasado y la inflación con el estímulo al consumo financiado con subsidios estatales.

Acumulación de irracionalidad

Sabíamos que el gobierno que sucediera al de Cristina Fernández, tenía que iniciar un camino tortuoso tratando de desmontar la maraña de distorsiones porque, además, ellas son financiadas con impuestos muy altos y estos son los que encarecen la economía y le hacen perder competitividad.

Pero lejos de ese objetivo, el gobierno de Macri ha iniciado un camino en el cual está tratando de corregir distorsiones con nuevas distorsiones, lo que indica que está recorriendo un camino equivocado. El caso del transporte público es una muestra porque, además los subsidios que paga, está resignando ingresos con la tarifa social, a tal punto que el mismo Dietrich se defendía de las críticas diciendo que el monto de subsidios total se mantenía, solo que se distribuía mejor.

Con los subsidios al transporte sucedía lo mismo que con la luz y el gas, y era que el volumen de subsidios era sustancialmente mayor para los habitantes del AMBA (Area Metropolitana de Buenos Aires). El problema es que los subsidios alcanzaban a todos y, por ello, los más beneficiados eran los sectores de mayores ingresos, que eran los que podían comprar mayor cantidad de elementos de consumo (como calefaccionar piscinas). El retiro de subsidios ha sido parcial y se siguen beneficiando los sectores de mayores ingresos porque no les fue eliminado en su totalidad, como si ocurrió en el interior del país.

Pero en materia de subsidios, también hubo beneficios para sectores productivos. Cuando subió el precio del maíz, se subsidió a los productores de cerdos, pollos y vacas que usan el grano como alimento. Cuando le pusieron retenciones y prohibieron la exportación, tuvieron que subsidiar a los productores de maíz.

Entre las tantas distorsiones subsistentes existen las que exigió el gremio de camioneros, que también se adueñó del negocio de la logística, imponiendo condiciones absurdas que encarecen el sistema de fletes en la argentina (con la silenciosa acogida de los dueños de los camiones).

Una de las más absurdas es la obligación de trasladar toda la producción de electrónica que se genera en Tierra del Fuego en camiones en lugar de hacerlo por barcos, que sería muchísimo más barato. Además, se obliga a las empresas a hacer recorridos para alimentar centros de distribución impidiendo la conexión directa, aumentado los fletes innecesariamente.

Concepto erróneo del subsidio

En Argentina el uso del subsidio está tan generalizado que todos piden, empresarios, trabajadores sin distinción y, en la práctica, todos han renunciado al principio de igualdad ante la ley. Todos quieren algo para ellos sin importar quién lo financie y no se dan cuenta que son ellos mismos vía impuestos e inflación. Por cada peso que les dan les sacan siete, pero los argentinos están acostumbrados a manejarse por valores nominales y no por valores reales.

Los subsidios deben ser una herramienta excepcional para asistir a personas en situación de riesgo y deben asignarse nominalmente, es decir, con nombre y apellido, con justificación del caso y por un tiempo determinado. Los subsidios generalizados o sectoriales son un veneno que mata junto con la droga asociada, que es la inflación.

La forma práctica de explicarlo es con un ejemplo local. Los maestros tienen asegurado un sueldo inicial de $ 8.900. Los choferes de colectivo un inicial que supera los $ 15.000. A estos les asegura el salario un subsidio nacional. A los maestros también vía Incentivo docente y otros adicionales. Unos son privados (los choferes), los otros estatales provinciales (los maestros). Pero a los maestros les concedieron un subsidio del 100% del boleto de colectivo, que no suman como retribución.

Los funcionarios dicen “el Estado está haciendo un esfuerzo financiero”, pero en realidad el esfuerzo lo hacen los ciudadanos, que pagan sus impuestos y soportan la inflación. Porque para pagar estos subsidios (mal distribuidos) el Estado sigue teniendo déficit que se financia con emisión monetaria o con endeudamiento. Pero efecto del volumen del gasto es igualmente inflacionario, no importa cómo se financie.

Con todo respeto, quienes piden subsidios y quienes los otorgan son los que no tienen sensibilidad social porque están empobreciendo a todos los argentinos, incluso a los que los perciben. Pero el efecto alucinógeno de estas drogas asociadas no permite que la mayoría tome conciencia, ni siquiera los que dicen tener sensibilidad.

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