Los hijos de Castelli

Pedro tenía 14 años mientras su padre, Juan José Castelli, protagonizaba –junto a un puñado de valientes- el acto fundacional de nuestra Historia. La pasión por los asuntos de la Patria no tardó en cautivarlo y en 1812 se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo, participando en la mítica Batalla de San Lorenzo.  Gracias a su buen desempeño en la misma se convirtió en Teniente.  A lo largo de su carrera enfrentó a Artigas, Estanislao López y a Pancho Ramírez. Acompañó a Federico Rauch protegiendo la frontera sur de Buenos Aires de los malones. Destino que compartió con Juan Galo Lavalle y Juan Manuel de Rosas. La llegada de éste último al poder lo halló alejado de la actividad pública y militar, dedicado a la vida en el campo.

Aunque llevaba algunos años ausente en su estancia del actual partido de Balcarce, siempre exteriorizó preferencias unitarias y cuando llegó la hora de enfrentar a Rosas su espada se alzó en consecuencia. Encabezó el movimiento “Libres del Sur” que a fines de 1839 se levantó contra El restaurador. Fue a acompañado por Manuel Leoncio Rico y Ambrosio Cramer, un antiguo oficial de Napoleón Bonaparte. Aunque lograron una amplia repercusión y dominar sectores como Tandil, fueron derrotados en la Batalla de Chascomús.

Los gauchos vencidos fueron perdonados por Rosas, pero no sus jefes. Un grupo numeroso logró escapar, ayudados incluso por uno de los hermanos del Gobernador, Gervasio Rosas. Pedro no tuvo esa suerte: fue alcanzado por la partida de federales que lo perseguía, degollado y su cabeza expuesta en una pica durante siete años en la plaza de Dolores.

La muerte libró a su padre de presenciar semejante atrocidad, en los despojos de la Patria que se hundía antes de nacer. Juan José Castelli falleció el 12 de octubre de 1812 a los cuarenta y ocho años. Huaqui había simbolizado la pérdida del Alto Perú y su muerte política: fue separado del ejército y sometido a juicio. Simultáneamente fue diagnosticado de cáncer de lengua y un conflicto familiar devino en escándalo. Su hija Ángela, dos años mayor que pedro y por entonces de diecisiete años, deseaba casarse con el saa­vedrista Francisco Javier Igarzábal. Algo prohibido pues luego de la Revolución de Mayo se produjo la primer “grieta” en nuestra historia, entre quienes apoyaban a Moreno y quienes estaban junto a Saavedra. Castelli fue partidario del primero.

Ante la esperable negativa del “Orador de Mayo”, la pareja escapó. En una sociedad tan rígida algo así implicaba una mancha sobre la joven y obligaba a los padres a aceptar el enlace. La vida de Castelli se apagó poco después. Murió sin poder hablar, pues su médico le había amputado la lengua. Dejó este mundo de manera espantosa, fogueado por la desesperación, la calumnia y la pobreza.

El matrimonio entre Angelita y Xavier duró ocho años, viuda contrajo nupcias con Antonio Rodríguez, hermano del General Martín Rodríguez.

Lamentablemente enviudó por tercera vez. Probó suerte nuevamente, esta vez desposando en 1827 a Samuel Lea, un comerciante que se convertiría en adepto a Rosas, enfrentando a la mujer nuevamente con un miembro de su familia: su hermano Pedro.

No hay señales claras de una reconciliación entre Castelli y su hija, sin embargo un mes antes de morir redactó su testamento y la incluyó colocándola en primer lugar. Al parecer es cierto que, algunas veces, el amor vence al odio.

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