Lo bueno y lo malo de copiar

Un lector de esta columna pregunta si es correcto usar el verbo ‘copiar’ o si es más apropiado decir ‘copiarse’. Antes de dedicarnos al problema verbal, veamos un poco cuál es el sustantivo del cual deriva el verbo en cuestión.

El sustantivo ‘copia’ proviene del latín “copia”, cuya primera traducción es “abundancia”. De esa acepción tenemos en español el vocablo “cornucopia” o “cuerno de la abundancia”: “El Escudo de Mendoza lleva en su parte inferior una cornucopia”. También, en relación con esa acepción, se da el adjetivo “copioso, -sa”, equivalente a “abundante”: “Las copiosas lluvias de este fin de semana anegaron la ruta”.

Luego, se nos da la acepción de “reproducción literal de un escrito o de una partitura”: “Fue muy cuidadoso al transcribir la partitura en esa copia de hace veinte años”.

Semejante a esa acepción es la que dice “obra de arte que reproduce fielmente un original”: “Estaban tan bien hechas esas copias de cuadros famosos que no advertías que no eran originales”.

Ya fuera de los textos y de las obras de arte, se denomina ‘copia’ a la “reproducción exacta de un objeto por medios mecánicos”: “Pude entrar porque tenía una copia de la llave”.

Para señalar el parecido de una persona con otra, se usa también ese término: “Pedro es una copia de su padre”.

También se le da este nombre a cada uno de los ejemplares que resultan de reproducir una fotografía, una película, una cinta magnética, un programa informático, etc.: “En la calle, los vendedores ambulantes te venden copias de las últimas películas”.

Yendo a las formas verbales, veamos qué encontramos en las fuentes consultadas: el Diccionario de la Academia registra el verbo “copiar” con diferentes acepciones, como transitivo en todas ellas y con un concepto básico como denominador común, que es la falta de originalidad; la primera es la de “escribir en una parte lo que está escrito en otra”: “No fue honesto ya que su trabajo revela que ha copiado todo de la monografía de un compañero”.

Semejante es la segunda acepción: “escribir lo que dice alguien en un discurso seguido”: “El taquígrafo copió la totalidad de la disertación del gobernante”.

En relación con la pintura o con las artes plásticas son las tres acepciones que siguen en el diccionario académico: “sacar copia de un dibujo o de una obra de pintura o escultura”; “imitar la naturaleza en las obras de pintura y escultura” e “imitar servilmente el estilo o las obras de escritores o artistas”: “No tenía poder adquisitivo para decorar su casa con obras originales; entonces, le pedía a un estudiante que copiara algunas de sus pinturas favoritas”.

La sexta acepción tiene que ver con la imitación que se hace de alguien: “Cuando nos reuníamos, ¡cómo nos hacía reír Oscar con su copia de aquel humorista consagrado!”

Finalmente, la séptima acepción alude a que “en un ejercicio de examen escrito, ayudarse consultando subrepticiamente el ejercicio de otro examinando, libros o apuntes”: “Es difícil hacer entender a los estudiantes que, cuando copian, están haciendo fraude”.

También el diccionario académico nos da la clave para responder la pregunta del lector: en Argentina, el verbo ‘copiar’ se usa como pronominal. Esto significa que es habitual, entre nosotros, el escuchar como correcta la forma “Todos se copiaron sin ninguna inhibición”.

Es probable que la inclusión del pronombre, que siempre reproduce la persona del sujeto de la oración, recalque lo que clásicamente se llamaba “el complemento de interés”, en este caso, al beneficiario del acto de la copia.

Aunque todavía no lo encontremos registrado en los diccionarios, hay un uso del verbo “copiar” con un pronombre que involucra al destinatario del discurso, en el lenguaje comunicacional del ámbito laboral, para corroborar que el canal de comunicación está abierto: “Hay que cambiar la mercadería de lugar en los estantes, ¿me copiás?”

En el ámbito informático, se usa asociado al verbo “pegar”, en la expresión “copiar y pegar”; es una acción frecuente entre los estudiantes que, sin conocer el valor de la honestidad y de la originalidad, buscan material en internet sobre cualquier tema, copian lo que necesitan para su tarea, lo cortan y pegan en un trabajo que carece de creatividad y que se logra sin un mínimo de esfuerzo personal.

Esto es nada más que un resultado de la cultura del instante: antes, se buscaba bibliografía y se la cotejaba para ver qué se encontraba a fin de resolver uno u otro tema; se iba al diccionario para hacer una buena traducción y un buen estudiante se preciaba de haber dedicado una tarde de trabajo para redactar un trabajo original, a partir de los datos obtenidos, o de haber hecho una valiosa traducción –“al pie de la letra” y “por el sentido” o libre–, luego de luchar con vocabulario y con sintaxis; hoy, todos los estudiantes de un curso plantearon la duda al buscador de internet y, encontrada la respuesta, la copiaron, imprimieron y llevaron al aula, sin ver la exactitud, sin analizarla con juicio crítico, sin dejar de lado los errores, asumiendo como propias las soluciones, equivocadas o no, de alguien distinto y distante.

Una mirada por el Diccionario de americanismos nos lleva a encontrar que el hábito de apropiarse de la producción intelectual ajena está muy difundido; ello se revela en la profusión de vocabulario: “copiadera” y “copiazón”, como “copia generalizada que ocurre en un examen”; “copiadora”, como el establecimiento en donde se realizan fotocopias; “copietas” para nombrar a la persona que copia o imita mucho; “copión” y “copiete” con el mismo sentido.

Sin embargo, a veces es buena la copia: para asegurar la preservación de los archivos informáticos, se realiza una “copia de seguridad”; para formar buenos hábitos, también se recomienda la copia de las buenas costumbres, entendiendo por tal la imitación de las mismas.

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