La ruta, el pueblo y el Viti

Debe ser genético. O algún trauma de la más tierna infancia política. Pero cuando el fin de sus años de poder parece inevitable, el kirchnerismo responde a su instinto más básico: ir por todo.

Ahí andan con sus berretines más pueriles. Casi callados, sin hacer demasiada bulla y mientras rondan buitres intentan continuar con su ola de bautismos, no sea cosa que quede algo sin sello K o algún supuesto indeseable sin borrar de la historia.

Así,el diputado Carlos Kunkel se puso entre ceja y ceja que la archifamosa Ruta Nacional 40 se llame Presidente Néstor Carlos Kirchner.

Como un centenar de otros lugares de la Argentina, desde facultades a centros de salud, desde terminales de ómnibus a polideportivos, desde calles a canchas de fútbol barriales.

En las próximas semanas, unidas y organizadas, las huestes en el Congreso de la Nación se encolumnarán para poner el broche de oro al acrítico culto a la personalidad desatado hace poco menos de cuatro años, tras la sorpresiva muerte del ex presidente.

Vaya casualidad, por estos días, otra avanzada se libra en la Legislatura de Santa Cruz. Allí, diputados K intentan cambiar el nombre de un pueblo.

El pretexto es que si en Google se escribe Lago Posadas, las primeras doce entradas del buscador remiten a una localidad ubicada en el noroeste de esa provincia.

En cambio, si se escribe Hipólito Yrigoyen -como se llama el poblado desde hace 55 años- aparecen desde biografías del político radical dos veces presidente de nuestro país, hasta otras tantas localidades con el mismo nombre, pero ubicadas en otras provincias.

El proyecto impulsado por legisladores de La Cámpora ya tiene despacho de dos comisiones de esa cámara y, de prosperar, haría realidad un viejo anhelo del PJ santacruceño ya que en 2006 no lograron imponer una iniciativa similar.

Pero la fiebre no es sólo kirchnerista. En Mendoza, los radicales parecen haber sido contagiados. De pronto, salieron a proponer el nombre del recientemente fallecido Víctor Fayad a distintas calles de la Capital y aledaños y provocaron una situación cuanto menos insólita.

La semana pasada la Cámara de Diputados de nuestra provincia dio media sanción al proyecto de ley de la diputada Julia Ortega (UCR) para que la apertura de la calle Godoy Cruz hasta Roque Sáenz Peña, aún en obras, se llame "Vinculación Víctor Fayad".

Mientras, esta semana el Senado provincial aprobó un proyecto de declaración de la senadora Claudia Najul (UCR) que pide al Concejo Deliberante de la Capital que sancione una ordenanza para que la emblemática Peatonal Sarmiento sea en adelante el "Paseo Peatonal Intendente Víctor Fayad". Una propuesta que va en línea con lo que proponen amigos del intendente desde las redes sociales y desde algunos medios.

Además, el bloque de concejales de la UCR de Maipú impulsa que el bulevar por el que se llega al complejo Arena Maipú se denomine "Dr. Víctor Fayad".

Discutibles o no, las iniciativas tienen el sentido de una justa reivindicación al intendente que cambió la cara pueblerina de Mendoza y la transformó en una ciudad con pretensiones de moderna y cosmopolita. Para muchos, el gobernador que no fue.

Ahora, ¿no sería mejor dejar que los sentimientos y las emociones decantaran? Para que el tiempo ponga en el justo valor histórico a la persona y sus circunstancias.

Para que en el caso de la Capital se unifiquen propuestas y se impulse el lugar que se considere más oportuno o representativo. Aunque a futuro eso implique cambiar de nombre a una avenida, calle, plaza, parque, barrio o escuela importante de la ciudad.

La obra y gestión de Víctor Fayad merecen el homenaje. Pero aún más importante, los mendocinos merecemos de nuestra clase política una señal de racionalidad y respeto cívico que pocas veces se ha tenido a la hora de encumbrar personalismos o liderazgos.

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