La noche infernal de John Malkovich

El actor se presentó en esta pieza, en la que la música fue, incluso la del texto, protagonista. Brillaron las solistas en cello y piano, en una puesta inquietante y conceptual.

Los que creían que iban a encontrar a John Malkovich, con música de fondo, interpretando apuntes de la tragedia argentina durante la dictadura: se equivocaron.

Los que lo imaginaban haciendo carne la obra de Ernesto Sabato; también. Esta escena, donde lo musical es reino, propone otra cosa; y tiene relación con el infierno, con la oscuridad de las conductas humanas, que vienen de la mano de la fe o de las tácticas.

Así, el hecho de que ‘suenen’ fragmentos del prólogo que escribió Ernesto Sabato para el “Nunca más” argentino u otros del autor de “Informe sobre ciegos” (en los que su personaje Fernando Vidal Olmos, describe el universo subterráneo desde el que los ciegos gobiernan el mundo), no explican la naturaleza del acto.

Bien podrían haber sido textos de Coetzee, Ballard o Poe. Bien podrían haber referido a Tombuctú, Siria o Rumania. Aquí no hay contexto ni geografía, sino clima. No es Malkovich narrando a Sabato, sino Sabato -y su prosa poderosa- al servicio de lo que Malkovich quiere contar.

La estrategia escénica es la de introducir e instalar al espectador, lentamente y de improviso, en un mantra sonoro que ha de dejarlo sumido en un humor oscuro, en el mismísimo averno.

La táctica se enhebra a través de la música. Primero con su fresca introducción en base al “Divertimento KV 136 en Re mayor”, de Mozart.

De ahí, a los sonidos introspectivos y ríspidos que John Tavener urdió para su “Concierto para Violoncello y Orquesta”.

Entrados en clima llega el narrador (Malkovich) que juega en los límites del yámbico (verso inglés de métrica sin rima), cultivado por Marlowe o Ginsberg, para construir su pulso sonoro-dramático.

“Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día”, detalla el actor (extracto del prólogo de “Nunca más”); mientras los instrumentos abren la puerta a una noche amenazante, donde las cuerdas del cello de Kotova trasladan la zozobra a la piel de los que ocupan las butacas.

En la segunda parte, ya adentrados en la sensación viscosa y húmeda de una celda perpetua, llega el “Concierto para Piano y Orquesta de Cuerdas” de Alfred Schnittke. “... pozos ciegos, grietas profundas, minas abandonadas con silenciosas filtraciones de agua; y algunos, los más poderosos, en enormes cuevas subterráneas, a veces a centenares de metros de profundidad...”, dice Malkovich. Y el piano abrumador, disonante, de Terenkova -con las cuerdas de la orquesta- terminan de configurar el ánimo maníaco y poseso del espectáculo.

La mayor virtud es la del ensamble musical (Sergey Smbatyan), que incluye la palabra y la extraordinaria interpretación de las solistas.

En el último tramo, el subtitulado en español dejó de funcionar. Quienes no comprenden el inglés se habrán perdido el final de lo narrado.

No obstante, el sonido fue eficaz:  el clima se ha conjurado y los que allí estamos sabemos que el hombre es abyecto, obstinado en su maldad y demoledor en sus crueles intenciones.

Ficha

"Una noche con John Malkovich"

Músicos: Anastasya Terenkova (piano), Nina Kotova (cello) y Orquesta Filarmónica de Mendoza.

Director: Sergey Smbatyan.

Día y hora: miércoles 26, a las 21.30.

Sala: Teatro Independencia.

Calificación: muy buena

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