La industria del vino en Argentina y Chile: perspectivas

El país vecino se erige como cuarto exportador mundial de vinos. En este texto, los autores ponen de relieve las asimetrías que tienen ambos países en las políticas exportadoras, lo que llevó a uno al éxito y al otro al fracaso.

La industria del vino en Argentina y Chile: perspectivas
La industria del vino en Argentina y Chile: perspectivas

El desarrollo productivo y comercial de la industria del vino en Argentina y Chile está experimentando un proceso de divergencia de las tendencias de los últimos años.

Sobre todo porque durante una década Argentina se había lanzado a reducir la brecha que la separaba de Chile en el campo de las exportaciones. Pero ahora se está percibiendo un cambio de tendencia.

Hace una década Chile exportaba cuatro veces más que Argentina (600 millones de dólares contra 150). Desde entonces, los dos países fueron en constante ascenso y multiplicaron sus exportaciones, pero Argentina crecía más rápido, y lograba reducir la brecha.

De 4 a 1, en diez años Argentina se colocó 2 a 1, y siguió avanzando. Según cifras de la OIV, en 2010 Argentina exportó 733 millones de dólares y Chile 1.276. La brecha era cada vez menor.

Para el año siguiente, Argentina volvió a batir su récord histórico, al exportar 920 millones de dólares. Sin embargo, a partir de entonces se perdió el impulso: las exportaciones de vino argentino se estancaron en la temporada siguiente y luego comenzaron a declinar, para exportar 876 millones de dólares en 2013 y se estiman 814 para 2014.

Mientras tanto, Chile ha continuado su camino ascendente, al exportar 1.700 millones de dólares en 2011, 1.790 en 2012, 1.879 en 2013 y estimativamente 2.010 en 2014.

En este sentido, cabe señalar además que durante el año 2013 Chile logró superar a Australia como cuarto exportador mundial de vinos, posicionándose como el principal exportador fuera de Europa.

Los oceánicos exportaron vinos por 1.800 millones de dólares, superados levemente por los chilenos. Pero en 2014, esta tendencia se tiende a consolidar: las exportaciones chilenas en el primer semestre han crecido un 7% con respecto al año anterior.

La capacidad exportadora influye también en las dimensiones de la industria nacional. El mayor vigor de Chile está generando un aumento de la producción: los 9,1 millones de hectolitros de vino que Chile elaboró en 2010 subieron a 10,4 en 2011, 12,5 en 2012 y 12,8 en 2013; esta tendencia se ha revertido coyunturalmente en 2014 debido a las fuertes heladas de setiembre del año pasado en la Zona Central, como también las severas sequías que han afectado al país, motivo por el cual cayó la producción de uva y elaboración de vino en Chile (9,89 millones de hl).

Paralelamente, la tendencia en Argentina es a la baja; los 16,25 millones de hectolitros de 2010 bajaron a 15,4 en 2011, y 11,7 en 2012; luego hubo un repunte en 2013, al llegar a 14,9; pero luego volvió la tendencia a la baja, con 13,6 en 2014.

Si bien las condiciones naturales para elaborar vinos en Argentina y Chile son muy parecidas, se evidencia una notable diferencia de políticas económicas, muy significativa a la hora de exportar.

Por ejemplo, la inflación llega sólo al 3% en Chile, mientras que en Argentina se encumbra por sobre el 40% al año. En Chile no se pagan impuestos para exportar, en cambio en Argentina sí (retenciones).

Como compensación, en Argentina, el Gobierno se ha comprometido a reembolsar esos montos, pero esa gestión se realiza con tanto retraso, que termina pulverizada por la inflación.

A ello se suma la política económica exterior: Chile tiene Tratados de Libre Comercio (TLC) vigentes con 65 países, entre ellos, las principales economías del Hemisferio Norte, con los cuales, los vinos chilenos ingresan sin pagar impuestos (sobre todo en EEUU y Europa).

En cambio Argentina, por sus políticas proteccionistas, no tiene este tipo de TLC, con lo cual, los vinos argentinos deben pagar altos impuestos para ingresar en los países donde se realizan las exportaciones.

A ello se suma la brecha de acceso a los insumos: los viticultores chilenos pueden importar libremente los bienes y servicios que requieren para el equipamiento e instalaciones de sus bodegas, mientras que los de Argentina, han de sufrir innumerables trabas para poder importar.

Finalmente, aparece la asimetría del crédito: la industria chilena tiene amplio acceso al mercado internacional de crédito, con tasas blandas y a largo plazo.

Los créditos hipotecarios rondan un interés del 4% anual, y aún los créditos con la tasa más alta del mercado, no suelen superar el interés del 9% anual. En cambio, los viticultores argentinos no tienen acceso al crédito a tasas razonables, lo cual es otra desventaja notable.

La sumatoria de la brecha de política económica interna y de política económica exterior de Argentina y Chile, ha terminado por inclinar la balanza en el sentido de facilitar la producción y exportación de vino chileno y perjudicar las perspectivas de la industria argentina.

Un elemento que sin duda ha traído dramáticas consecuencias no sólo para los industriales del vino en la Argentina, sino además, ha significado la pérdida de miles de puestos de trabajo, como asimismo, la precarización de otros tantos, generando incertidumbre entre los trabajadores, y una pérdida de competitividad general, inclusive en términos profesionales, donde pareciera ser cada vez menos interesante el ámbito de la vitivinicultura para la atracción de nuevos talentos profesionales que refresquen con nuevas ideas y proyectos el sector.

Esperemos que el dialogo entre ambas naciones no se interrumpa y puedan los unos aprender de los errores de los otros.

* Académicos de la Universidad de Santiago y de la Universidad de Chile, respectivamente. Profesores del Diploma en Cultura del Vino, impartido por el Instituto de Estudios Avanzados de la USACH.

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