La corrosión del miedo

El autor confiesa su simpatía por las personas acusadas de defender la seguridad nacional después del 11-S, aunque critica a los oficiales de la CIA que utilizaron métodos de tortura, que mintieron a otros departamentos de gobierno y al pueblo estadounide

La corrosión del miedo
La corrosión del miedo

¿Por qué se forma la gente para venir a este país? ¿Por qué construyen embarcaciones con cartones de leche para navegar hasta aquí? ¿Por qué confían en nuestros diplomáticos y soldados en formas que no son ciertas para ningún otro país? Se debe a que somos un faro de oportunidad y libertad, y también debido a que estos extranjeros saben en los huesos que nosotros hacemos las cosas diferentes a otras grandes potencias en la historia.

Una de las cosas que hicimos fue elegir a un hombre negro, cuyo abuelo era musulmán, como nuestro presidente, después de recibir el impacto del 11 de setiembre de 2001 por parte de extremistas musulmanes.

Además, una de las cosas que hicimos el martes: publicamos lo que al parecer es un examen sin parpadear y exposición de cómo torturamos prisioneros y presuntos terroristas después del 11 de setiembre. Me alegra que lo hayamos publicado.

Eso pudiera poner en peligro a estadounidenses capturados en el futuro. Eso no se debe tomar a la ligera. Sin embargo, este acto de autoexamen no es solo lo que mantiene saludable a nuestra sociedad en general sino que es lo que nos mantiene como un modelo que otros quieren emular, con el que quieren asociarse y al cual inmigrar; lo cual también es una fuente diferente, pero vital, de nuestra seguridad.

Hemos estado aquí antes. En tiempos de guerra, las libertades civiles a menudo son reducidas y se abusa de ellas, para ser restablecidas más tarde. Lincoln suspendió el mandato de hábeas corpus durante la Guerra Civil de los Estados Unidos.

Durante la Segunda Guerra Mundial encarcelamos a más de 127.000 ciudadanos estadounidense exclusivamente porque eran de origen japonés. El miedo hace eso.

El miedo después del 11 de setiembre fue igualmente corrosivo. Albergo simpatía por las personas que fueron acusadas de defender la seguridad de la nación después del sorpresivo ataque.

Era imposible saber qué venía después, por lo cual serían llamados a rendir cuentas. Sin embargo, resulta difícil leer los resúmenes del informe del Comité de Inteligencia del Senado y no concluir que algunos oficiales y la CIA tomaron la manga ancha que les dimos después del 11-9, motivados por el temor de otro atentado, y la usaron en formas, y mucho después de la emergencia, que no solo involucraba tortura sino abuso de instituciones y mentirle a la población general y a otros departamentos del gobierno. Si no se exponen y se controlan, ese tipo de acciones podrían dañar a nuestra sociedad tanto como un ataque terrorista.

El Times tuvo una asombrosa cobertura de este informe, como otros. Encontré una característica interactiva en el washingtonpost.com que destilaba cargos en el informe en una forma que te revuelve el estómago.

Leía: “Oprima debajo de una declaración para un resumen de los hallazgos”, ofreciendo una sombría lista de ligas a las conclusiones de tortura del informe: “no un medio efectivo de adquirir datos de inteligencia”, “dependía de alegatos imprecisos de su efectividad”, “brutal y mucho peor de lo que la CIA representaba”, “condiciones de confinamiento para detenidos de la CIA eran más severas”, “proporcionó repetidamente información imprecisa”, “evitó activamente o impidió supervisión del Congreso”, “impidió supervisión efectiva de la Casa Blanca”, “técnicas coercitivas para interrogatorios que no habían sido aprobadas”, “personal rara vez reprendido o llamado a rendir cuentas”, “pasó por alto numerosas críticas internas, críticas y objeciones”, “insostenible de manera inherente”, “dañó la estatura de Estados Unidos en el mundo”.

Y había más. La lista te decía que nuestros temores posteriores al 11 de setiembre nos llevaron a tolerar algunas conductas terriblemente aberrantes, deshonestas e ilegales que necesitaban ser expuestas plenamente, ya que si se toleran grandes mentiras se llega a tolerar pequeñas mentiras y esto conduce a que la confianza se menoscabe desde adentro.

No me hago ilusiones: hay más terroristas allá afuera y quieren usar la apertura de nuestra sociedad precisamente para destruirla. Y si hubiera existido otro 11-S después del primer 11-S, muchos estadounidenses le habrían dicho a la CIA que hiciera lo que quisiera, al diablo con las libertades civiles. Nuestros centinelas que impidieron ataques ulteriores también estaban protegiendo nuestras libertades civiles.

Queremos seguir atrayendo a nuestros servicios de seguridad personas que tendrán ese sentido del deber y la vigilancia. Nuestra oferta es que tenemos que dejarles saber que nosotros entendemos su desafío y los dejaremos llegar al extremo de la ley -y en situaciones de verdadera emergencia incluso pasar sobre ella, si está justificado- para protegernos.

Sin embargo, su acuerdo con nosotros tiene que ser que ellos tomarán el espacio y confianza que les damos y no cruzarán ese extremo por hábito, holgazanería, conveniencia, mendacidad o teorías equivocadas, y en vista de protestas internas, todo lo cual daña a nuestro país. El informe es sobre cómo ese acuerdo se vino abajo, y representa un importante paso para reconstruirlo.

Respeto enormemente la manera en que lo expresó el senador John McCain: “Entiendo las razones que gobernaron la decisión de recurrir a estos métodos para interrogatorios, y sé que quienes los aprobaron y quienes hicieron uso de ellos estaban dedicados a asegurar justicia para las víctimas de ataques terroristas y proteger a estadounidenses de más daño.

Sin embargo, de todo corazón pongo en duda que fuera correcto que ellos usaran estos métodos que, como deja en claro este informe, no estaban ni en los mejores intereses de la justicia ni de nuestra seguridad ni los ideales por los que hemos sacrificado tanta sangre y tesoro por defender”. Incluso en los peores momentos, “siempre fuimos estadounidenses, y diferentes, más fuertes y mejor que aquellos que nos destruirían”.

Por Thomas L. Friedman - Servicio de noticias The New York Times - © 2014

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