La angustia, esa epidemia que roza a todos

Muchos son los casos que llegan a las consultas médicas. Algunos son casos tratables, otros merecen atención psicológica inmediata. Es que con el tiempo pueden generar desde graves dificultades para conciliar el sueño, hasta problemas sociales y de alimen

Considerada por muchos profesionales como una "epidemia silenciosa", la angustia se está propagando con mucha velocidad en la sociedad actual.

Y, si bien existen medicamentos que se recetan para apalear los casos, lo cierto es que hay especialistas, e incluso pacientes, que prefieren evadir estas indicaciones y, no solo descubrir la causa de este sentimiento, sino también saber por qué es que persiste y, sobre todo, poder hacerle frente de manera natural y consciente.

"Hoy está caracterizada como una epidemia, debido a la cantidad de consultas que se reciben y, especialmente, por las manifestaciones con las que se evidencia", analiza la psicóloga Mónica Sánchez.

La angustia, es un sentimiento que puede presentarse en cualquier momento de nuestras vidas, muchas veces “se aparece cuando nos preocupamos por demás sobre el futuro (próximo o lejano) y, sobre todo, en aquellas cosas sobre las cuales sabemos que no tenemos el control”, agrega la profesional.

Esto último despierta en las personas una sensación de angustia, ya que, al creer que no pueden conseguir algo, genera una fuerte incertidumbre con la consecuente inestabilidad emocional.

Esta epidemia se presenta de diversas maneras, entre ellas, las más comunes: ataques de pánico, dificultad para conciliar el sueño, fobias sociales, miedo constante, "a todo", entre otras cosas.

Lo que ocurre con la angustia es que “es un estado emocional que se presenta como un sufrimiento por el que el sujeto responde a algo desconocido”, dice Sánchez.

Y su respuesta no es más que este estado psíquico doloroso que puede estar acompañado por sudor, taquicardia, falta de aire, titubeo y temblores.

El paciente “le teme a algo que es desconocido. No sabe por qué permanece en él esa emoción, pero sabe que tiene una causa incierta”, añade la profesional. Y para hacerle frente es que la medicina moderna ha ideado una importante cantidad de fármacos que permiten “ayudar” a la persona en cuestión.

Hay también una variedad de terapias alternativas que acompañan y colaboran en mejorar el cuadro. No obstante, “la mejor manera de enfrentar este estado es con terapia, para reforzar la contención de la persona afectada. Lo importante es encontrar la causa que la origina”, agrega.

Lo que ocurre es que el mundo actual es generador de angustias. “Estamos todo el tiempo preocupados y con temores, apurados, acelerados y no hay psiquis capaz de superar tanta presión”, analiza la profesional de la salud.

Por eso afirma también que, “el tema de la angustia es como una situación colectiva. No es algo individual sino algo social. Una verdadera epidemia”.

¿Cómo nos damos cuenta si sufrimos de angustia?

En lo que respecta a su sintomatología, Nuri Álvarez, psicóloga también, comparte que "son varios y atraviesan fuertemente la vida cotidianidad del sujeto". Entre los síntomas más comunes se pueden enumerar: pérdida de placer, impulsividad, trastornos alimenticios y relacionados con la sexualidad, falta de motivación y desgano, irritabilidad, culpabilidad, entre otros.

Más allá de esta lista de síntomas, podemos reconocer qué situaciones de la vida la provocan. El estrés está a la cabeza de todas, seguido por pérdidas que generan inestabilidad e inseguridad; como la pérdida de empleo o de un ser querido, o incidentes que hayan generado un gran quiebre emocional.

Pero el mayor problema se presenta cuando esta epidemia no se verbaliza, "por ello se la toma como silenciosa", añade Álvarez.

“A muchos les cuesta poner en palabras aquello que sienten, y en el afán de tapar o evadir esa angustia se sumergen en el frenesí de la vida y la rutina. Y la vida pasa y esa angustia crece. No solo la siente uno, sino quien tiene al lado también carga su estado emocional. Es así como se transforma en algo colectivo, en una epidemia, que afecta las relaciones humanas en todos los niveles”.

Esto no hace más que reforzar la necesidad de verbalizar las situaciones de la vida con alguien: un amigo, la pareja, un familiar y, si lo ve indicado, con un profesional de la salud.

Sobre todo es preciso “reconocer en cada uno las causas que lo llevaron hasta ahí”, dice Álvarez; quien también asevera que “no hay recetas únicas, pues cada persona es un ser particular e individual, lo que deriva en un tratamiento dirigido para cada paciente”.

Toda cura comienza cuando nos animamos a reconocer que algo nos pasa y tomamos los recaudos necesarios para enfrentar los miedos, el vacío, y romper con lo cotidiano. Esa es la primera acción que nos permitirá encontrar la razón de esa emoción y liberarnos todo sentimiento que nos impida mejorar.

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