Juguetes infantiles: el nene juega con Barbies, ¿y qué?

El desafío es ver por encima de los propios prejuicios, miedos o posturas extremas cuando su hijo o hija elige un juguete que es habitual al género. ¿Está bien dejarlos? ¿Modifica o condiciona esta actividad lúdica su orientación sexual? Aquí, las respues

Sin prejuicios personales, sociales o culturales, y lejos de extremismos que supuestamente protejan los valores opuestos de manera radical  (pero cayendo también en la trampa de los preconceptos). Así debería entenderse el universo de relación de los niños (nena y varón) con sus juguetes.

El mundo no se divide en rosa y celeste, ni tampoco debería tomar como una amenaza a quienes decidan vivirlo así. La libertad y experimentación del juego (por medio de los juguetes) es un derecho y una fuente de riqueza para los pequeños.

Por eso es fundamental tener, como adultos, la claridad suficiente para ver más allá de los prejuicios, mandatos culturales o extremismos.

El cristal con el que mirás

Esa es la vara que pone de manifiesto los temores y preconceptos que habitan en la cabeza de muchos adultos, y que se proyectan como sombras sobre la elección de juego de sus propios hijos. Incluso a la hora de comprarles un regalo dejan de manifiesto esa misma visión.

Según explica la psicopedagoga Mónica Coronado “muchas veces el adulto que le compra un regalo a un niño, no lo hace pensando tanto en los intereses del mismo, sino en ese estereotipo de las tareas propias de cada género, y los intereses y gustos internalizados. Sin embargo puede pasar que a una nena le interese jugar con un auto que no sea el de Barbie, y que a un varón le guste un peluche, una muñeca o un bebote. Ninguno de esos gustos implica nada más que el disfrute lúdico de la infancia”.

En ese contexto, y a la hora de regalar juguetes, es importante remarcar los dos problemas en los que los adultos suelen caer: el primero cuando compran obsequios a los niños impregnados con estereotipos de género (de quien los compra) sin entender que los intereses de los chicos no están sellados, sino que son variados.

Y el otro vinculado, según Coronado, a un proceso de modelado social por el que se ridiculiza al chico, o se lo mira de manera rara si se lo ve con un juguete que no condice con los estereotipos del género que tiene el adulto en su cabeza.

“Estos errores no implican cambiar la lógica y entonces a las nenas no regalarles nunca muñecas, o a los varones pelotas, pero sí entender que se les pueden obsequiar lo opuesto, sin que eso implique nada malo”.

De hecho, y como explica el licenciado Germán Gregorio Morassutti (psicólogo y sexólogo, integrante del equipo del Consultorio de Salud Sexual del Hospital Central) “los juegos en los niños hasta los 4 años no representan ningún entretenimiento de género. Luego de esta edad, cuando comienzan a identificar lo que es el género masculino y femenino, empiezan a realizar juegos de rol y de género donde se divierten con alternativas que disfrutan nenas y varones; porque generacionalmente ha cambiado mucho el mundo del juego en ambos géneros”.

- ¿En qué sentido?

- En épocas anteriores, al ser tan rígidos los roles de género en la sociedad, las nenas jugaban ligadas a los papeles femeninos (la cocina, limpieza, cuidado de los hijos), y los nenes a los del mundo masculino (la pelota, las herramientas, bolitas, pelotas, etc.). Hoy esos límites tan rígidos se han borrado mucho por el cambio social y le han dado espacio a que niñas y niños, jueguen con juguetes diversos (supuestamente masculinos o femeninos) más allá de su género”, argumenta Morassutti.

Nenas felices con pelotas, o lanzando autos en una carretera imaginaria; nenes que toman bebotes para dormirlos, o que juegan con frenesí con cuanta olla exista para cocinar... La imagen es natural y definitivamente no determina una orientación sexual futura, más bien los enriquece en un mundo en el que hombres y mujeres trabajan, cocinan, cuidan a sus hijos, planchan y lavan, de la misma manera y por igual.

“El problema del sexismo en los juguetes está en la cabeza de los que regalan y limitan las elecciones lúdicas en los chicos, a cosas de nenes y de nenas”, opinó Coronado.

Por su lado el sexólogo explicó: “los varones de hoy estamos jugando estos roles en la adultez, ya que no lo hicimos de chicos, pero hoy sí. Algo que los propios hijos pequeños nos ven hacer. Por eso es que a veces juegan y cuidan bebotes como el papá, si son nenes; o si son nenas, que hagan como que arreglan algo con las herramientas, como la mamá. Eso se emparenta con ese cambio social del que hablamos”.

Sin embargo, cabe preguntarse si el mandato del universo del hombre y su rígida masculinidad puede llegar a generar en algunos casos que a un padre le cueste ver a su hijo con una muñeca.

Según la licenciada Coronado “un nene puede jugar con cualquier elemento de la cocina, con una pelota, una muñeca, o cualquier objeto que quiera; ya que el juego es parte de la actividad infantil, una manera de expresarse y aprender. Muchas veces un chico puede estar jugando con una muñeca porque simplemente quiere aprender sobre la articulación de la misma. Lo que le pasa a muchos padres cuando ven una imagen así, es que proyectan sobre los niños todos los miedos y prejuicios adultos que hay en ellos mismos, y tienen que entender que un juguete no va a determinar o decidir la orientación sexual de ningún niño”.

Tomando como base el desarrollo de la sociedad con el tiempo y los roles compartidos, el sexólogo opinó que “la reacción de un padre, al ver a su hijo varón con una muñeca, dependerá de cómo sea el rol de él como papá. Un padre acostumbrado a participar en actividades de crianza, y que no tiene problemas con esta flexibilidad de los roles, ve en esa imagen algo más que positivo, ya que considera constructivo que su hijo varón pueda aprender a cómo manejar un bebé (aunque comience desde el juego) antes de ser papá en el futuro. Es sumamente necesario el juego de roles de género. Está bueno para preparar a los hijos para el día de mañana, cuando las exigencias van a ser totalmente diferentes”.

Para muchos papás el prejuicio es mayor sobre el varón que sobre la niña: con ellas pueden tener más libertad para la exploración de juego, pero para los varones no.

Según la psicopedagoga “hay un gran temor masculino a cualquier situación que, para los ojos adultos, sea ambigua respecto a la sexualidad. Lo que lastima y confunde a un niño que juega con su hermanita a pintarse, por ejemplo, es la alarma que muestra el padre o la madre. Eso es terrible para él porque no lo ayudan, y el problema está en la cabeza o en la mirada del adulto”.

Un mundo de juguetes

¿Qué tiene que tener ese objeto tan preciado en la mano de los hijos para que no sólo los entretenga sino que apueste a su riqueza?

Según Morassutti “se estila mucho ahora el baúl del juguetes en los jardines. Es una propuesta unisex, ya que no se separan más los juguetes para nenas y varones. En realidad el juguete, mientras menos complejo, facilita más la creatividad del chico. Hay que tratar de no tapar esto. Por eso, mientras menos exceso de juguetes para el niño, mejor. Hay procesos del chico que no podemos tapar con juegos”.

El juguete según Coronado “no tiene que reemplazar la imaginación del chico y la actividad del mismo. Tiene que servir para que incorpore un juego imaginativo. El juguete no es más importante que el juego. Nunca lo es. El juego es lo que le da sentido al juguete y lo pone en un escenario”.

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