Jorge Ricardo Ponte: la reconstrucción de nuestra historia urbana

La obra “Mendoza, aquella ciudad de barro” ha devenido en un vocero oficioso de la ciudad, desde aquellos años difíciles del siglo XVI hasta nuestros días. El libro se ha convertido en bitácora de consulta para varias disciplinas humanísticas.

Obra esencial para conocer la historia de nuestra provincia, mañana se cumplen treinta años de la primera edición de "Mendoza, aquella ciudad de barro. Historia de una ciudad desde el siglo XVI hasta nuestro días", del arquitecto y doctor en Sociología Jorge Ricardo Ponte.

Se trata de un trabajo muy documentado sobre el suelo que habitamos, que recorre un largo espacio de tiempo, aquel tipo de estudios que se denominan de larga duración; que se extiende desde los tiempos fundacionales, en 1561, hasta prácticamente la actualidad.

La entrega inicial fue lanzada el 20 de agosto de 1987, con 590 páginas y 158 ilustraciones, y estuvo a cargo de la Municipalidad de Capital (durante la intendencia de Julio César Rivera). Esta partida se agotó rápidamente. Fue un trabajo individual de cinco años, que obligó al autor a un verdadero esfuerzo de búsqueda de documentos y fuentes históricas.

El segundo volumen debió esperar 21 años, hasta 2008, y fue editado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet), al cumplir la institución medio siglo de vida. Esta entrega contiene 687 ilustraciones, que incluyen 140 planos o mapas y fotografías. Hay tantos de ellos en el denso trabajo del investigador, que otro gran conocedor del territorio y su devenir histórico, Juan Draghi Lucero (1895-1994), le ponderó el libro en la jornada de presentación, al señalarle: "¡Mire arquitecto, aunque esta obra no tuviera texto... merecería ser publicada tan sólo por la cantidad y calidad de los gráficos que posee!".

El autor describe con una frase el factor suerte que lo acompañó para encontrar documentación muy variada. "Todo lo que tenga que ver con tu misión, te será facilitado", señala. Factores de este tipo y una obstinada persistencia en las metas, lo llevaron casi por casualidad a dar con un hasta entonces inhallable mapa de la ciudad de 1903 (plano Ceretti), tal vez uno de los más hermosos y completos de la ciudad al comenzar el siglo XX.

Otro plano interesante es el de 1754, el más antiguo de la ciudad luego de 200 años de la representación fundacional de Pedro del Castillo de 1561. “Lo encontré en el Archivo Nacional de Chile”, en Santiago. Nadie lo había asociado con la ciudad de Mendoza, cosa que luego pude descubrir, entre otras cosas porque estaba catalogado como ‘Tierras de Uco’”, explica el arquitecto.

El filósofo, historiador y pensador mendocino Arturo Andrés Roig (1922-2012) advertía en el prólogo de la primera edición que “no hay capítulo en el que no nos topemos con aspectos que se enlazan con aquella sucesión de lecturas cartográficas que van enriqueciendo, con oportunas y agudas observaciones, la realidad social de la ciudad”.

Atravesando etapas

El libro decididamente no es de bolsillo porque almacena mucha información de una Mendoza de barro que con el tiempo se convierte en la ciudad oasis, la ciudad bosque.

En sus más de 600 páginas están contenidas las vicisitudes de aquellos inicios tan difíciles en el siglo XVI; su pertenencia durante los primeros doscientos años como Corregimiento de Cuyo de la entonces Capitanía General de Chile (hoy el vecino país); la constitución como sede de la Campaña Libertadora sanmartiniana de Chile y Perú en tiempos de la independencia de España; el terremoto de 1861 que la asoló, y, a fines del siglo XIX la Nueva Ciudad, la reconversión económica y social post-fenómeno sísmico y la “puesta en valor” que la puso a las puertas del siglo XX como una provincia de vanguardia.

También incorpora todo el avance y crecimiento que tuvo esta parte del país hasta 2007. Otros autores, tal vez discípulos del docente e investigador, o en su caso el propio escritor, deberían completar los episodios que le sucedieron a la ciudad en la última década, lo que permitiría, de esta forma, disponer de un registro al momento actual sobre nuestro hábitat.

“Conocer sobre la historia cultural de una ciudad -contextualiza Ponte- no es, ni debiera ser un asunto de especialistas sino de citadinos”.

Para el narrador, el sujeto de este libro, Mendoza “es una ciudad lo suficientemente original como para merecer narrar su historia en tanto ciudad arquetípica de fundación española y como ciudad-oasis o ciudad- bosque”.

El diario La Nación (21/2/88) calificó a esta obra como “estudios medulosos, vastos y profundos...”.

Entre varias interpretaciones sobre la obra que cumple tres décadas, rescatamos los conceptos de la doctora arquitecta Cecilia Raffa, investigadora del Incihusa-Conicet: “Ricardo Ponte realizó un gran trabajo de reconstrucción de nuestra historia urbana. ‘Mendoza ciudad de barro...’ es un texto pionero, apoyado en un arduo trabajo de archivo realizado con profunda rigurosidad. Este libro fue, es y será una bitácora para todos quienes hacemos investigación histórica sobre la arquitectura y la ciudad”.

Ponte finaliza el prefacio de la edición de 2008 con la siguiente frase: “Una amiga escritora me dijo, en cierta oportunidad, que una ciudad alcanza la dignidad de tal cuando -ella misma o su imaginario social- crea, o encuentra, a alguien capaz de reconstruirla en un relato y contar su historia...”.

Cuando la ciudad no tenía ochavas

Del Capítulo 4, “La ciudad posterremoto...”, página 243, extraemos un comentario sobre las ochavas en las esquinas.

“La arquitectura colonial mendocina, y también la poscolonial, eran de baja altura y con techos de poca pendiente sin tejas (porque se rompían con el granizo). Ambas caracterizadas por poseer sus edificios en esquina con ángulo recto. En el propio recodo de la cuadra, se colocaba una columna de madera que sostenía un par de dinteles en dicho canto, el cual, a su vez, servía de marco y sostén de un par de puertas ciegas de madera (...). A partir de 1885, en muchas ciudades sudamericanas comienzan a preocuparse por la parte edilicia y la estética urbana, disponiendo que las calles inferiores a 20 varas (16,72 m) se ochaven en sus esquinas para facilitar la visual de los vehículos al cruzar dichas intersecciones”.

La prioridad urbanística

Transcribimos una parte del epílogo del Capítulo 7, “La prioridad urbanística (19312-1951)”, del libro de Ponte.

“En este tiempo, podemos decir que la ciudad alcanzó un alto grado de homogeneidad edilicia, dada por una altura uniforme en los edificios, ya sea en el centro comercial como en la periferia. Pero ésta todavía no irrumpe de manera masiva con sus secuelas de fuerte impacto sobre el perfil de la ciudad. La arquitectura predominante del período eran el estilo ‘pintoresquista’ y un aggiornamiento del neo-colonial, el ‘californiano’, ambos estilos muy contextualizados con el entorno. Con las obras de remodelación de la plaza Independencia, el Parque, el Zoológico y el Cerro de la Gloria y las recientes obras de pavimentaciones de las calles de la ciudad, Mendoza alcanzó en esta época, según creemos, el cenit de su homogeneidad edilicia...”.

Sobre el autor

Jorge Ricardo Ponte tiene 66 años. Estudió arquitectura en la Universidad de Mendoza, de donde egresó en 1975.

Además, hizo sus estudios de doctorado en Sociología en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París, en 1998.

Como investigador es parte de la Unidad “Ciencia y territorio” del Conicet.

Otros de sus libros son: “La fragilidad de la memoria”, 1999; “El Carmen, 1895-2005. Hospital de la filantropía”, 2005; “De los caciques del agua a la Mendoza de las acequias”, 2006.

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