Insaurralde: como muestra sobra un botón

Lo sucedido con Martín Insaurralde, que decidió dejar su banca en el Congreso y volver como intendente de Lomas de Zamora, es una muestra de lo inaceptable que significan las denominadas “candidaturas testimoniales”.

Si hay algo que distinguió al kirchnerismo en estos más de diez años al frente del Gobierno fue su habilidad para moverse y crear metodologías en las previas a las elecciones, con un único objetivo claro y concreto: mantener o acrecentar el poder.

En ese esquema apareció aquella “transversalidad” que consistió en sumar apoyos de otros partidos políticos al Frente para la Victoria y que determinó que Julio Cobos acompañara a Cristina Fernández en la fórmula presidencial; aparecieron luego las denominadas “listas espejo”, que llevaban los mismos candidatos a diputados o senadores y diferentes en concejales, y se sumaron también las que se llamaron “candidaturas testimoniales”, que en el fondo constituían un verdadero engaño a la ciudadanía, como sucedió en el año 2009, cuando 22 candidatos renunciaron a su nuevo cargo para continuar en sus funciones anteriores, entre quienes se encontraban Daniel Scioli y Sergio Massa, que ocupaban el primero y el cuarto lugar, respectivamente, en la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires en el Frente para la Victoria.

Según se afirma, en 2013, ante las críticas generalizadas, la propia presidenta de la Nación determinó que se dejaran de lado las testimoniales, lo que determinó que algunos personajes, como los gobernadores de Tucumán, José Alperovich, y del Chaco, Jorge Capitanich, declinaran el integrar las listas de diputados nacionales.

Pero hubo una excepción, la del intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, el hombre señalado por Cristina para “formarlo” e impulsarlo como potable candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires para suceder a Daniel Scioli.

Fue así que Insaurralde resultó electo, asumió como diputado nacional pero no renunció a la intendencia, como también ha sucedido con el actual jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, quien sigue siendo -con licencia- gobernador del Chaco.

Todo lleva a indicar que la exposición pública no le hizo bien a la nueva figura kirchnerista. Se convirtió en un personaje mediático, se integró a la farándula y sus apariciones públicas tenían más que ver con los programas de chimentos que en los de política.

Tuvo un pobre papel en el Congreso y fue absorbido por la interna feroz que se jugó en su propio bloque. A punto tal llegó la situación que en un momento dado estuvo muy cerca de dar el gran salto y pasar a integrar las filas del massismo.

Para Insaurralde, la Cámara de Diputados fue un verdadero suplicio. Según se afirma, sólo asistió al 35 por ciento de las sesiones y cuando lo hacía soportaba unos minutos y se retiraba de su banca. En un año presentó seis proyectos de ley y ninguno fue aprobado y en 12 meses nunca habló en el recinto.

Tampoco tuvo participación activa en ninguna de las comisiones que integró, aun a pesar de que se trataba de reuniones importantes, ya que integraba la de Seguridad Interior y la de Prevención y Lucha Contra el Narcotráfico.

Dicen quienes lo conocen que Insaurralde vuelve a Lomas de Zamora para comenzar de nuevo y buscar una candidatura a gobernador por Buenos Aires. Pero todo llevaría a indicar que el kirchnerismo le cerró las puertas.

Sólo cabría mencionar las palabras del ultrakirchnerista Carlos Kunkel, que aseguró que “para cobrar la dieta y nombrar sus asesores sí tuvo tiempo, pero para trabajar de diputado, no”, agregando que “teníamos un diputado menos, no concurrió a ninguna reunión de bloque y no asistió a ninguna reunión de comisiones. Este muchacho no se adaptó o no entendió cuál era la función que tenía”.

Lo sucedido con Insaurralde deja dos enseñanzas. La primera, que debe suprimirse de una vez por todas la posibilidad de establecer las denominadas candidaturas testimoniales o bien establecer que quien resulte electo o sea designado para ocupar otro lugar en el Gobierno debe renunciar a su cargo.

En segundo término, quedó demostrado también que las determinaciones de la Presidenta, casi siempre más viscerales que razonables, no le han dado los resultados esperados, porque Insaurralde es un ejemplo, pero el otro, el de Boudou, es un “error” que estamos sufriendo todos los argentinos.

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