Industria del vino y puestos de trabajo

Las economías regionales cuentan con actividades agropecuarias como la vitivinicultura, la olivicultura, la fruticultura y la horticultura, que generan una gran cantidad de puestos de trabajo, los que están en peligro si continúan las actuales políticas e

Durante mucho tiempo el vino fue calificado como "la moneda fuerte" de Mendoza. La mención no respondía sólo a lo que generaba en el ingreso global para la provincia sino por el derrame que los ingresos producían a los distintos actores de la cadena, que partía de la base de los productores y terminaba con la elaboración y fraccionamiento en las bodegas, aunque en los últimos tiempos la situación se ha modificado sustancialmente en razón de que la mayor parte del costo final del producto queda en la cadena de distribución.

La industria del vino se encuentra actualmente atravesando una situación complicada, como consecuencia de un sobrestock surgido de un error en  la derivación de uvas a mosto de la última cosecha y por eso mismo no está mal que el Estado haya decidido destinar una suma de dinero para "sacar" del mercado una cierta cantidad de vino que permita alcanzar un equilibrio y así influir sobre los precios.

Pero también hay que tener en cuenta que equivocadas políticas económicas implementadas a nivel nacional han perjudicado a la industria. Los vinos, por los altos costos internos generados por la inflación, se vuelven cada vez menos competitivos en los mercados internacionales y las cifras de las exportaciones así lo demuestran.

A ese aspecto debe sumarse una caída en el mercado interno como consecuencia de una situación económica complicada que ha determinado que la gente comience a retraer sus compras, derivándolas esencialmente hacia los productos de primera necesidad.

Esa política económica equivocada, que ha priorizado su atención en lo que ocurre con la soja y los granos, porque son los que mayores ingresos generan al país por las exportaciones, no ha tenido en consideración lo que sucede con las economías regionales y la afectación que genera en la gran mayoría de las actividades, como la vitivinicultura, la olivicultura, la fruticultura y la horticultura, por señalar los distintos ejemplos.

En el caso de la vitivinicultura, por ser la actividad más ordenada y donde los números son más fáciles de acceder, puede señalarse que se encuentra en peligro la continuidad en la industria de más de 15 mil productores en todo el país, que poseen viñedos de menos de diez hectáreas y no cuentan en la actualidad con posibilidades económicas de recolectar las uvas y mucho menos de continuar a lo largo del año con las distintas tareas culturales.

Si nos atenemos a lo que sucedió en las últimas décadas, esos pequeños productores que abandonaron sus fincas para buscar nuevos horizontes en la gran ciudad, terminaron engrosando -en mayoría- las villas urbanas o bien probando las posibilidades de negocios que no dieron resultado en razón de la nula experiencia que tenían en ese tipo de actividades.

Pero no todo se centra en lo que sucede con los pequeños productores, sino también que habría que considerar la situación en la que pueden caer los obreros de viñas y de bodegas. Según se afirma, la industria vitivinícola cuenta con 55 mil a 60 mil puestos de trabajo estables, a quienes se suman entre 45 mil y 50 mil que lo hacen de manera temporaria, como aquellos que son ocupados durante la cosecha, por ejemplo.

Se trata de 100 mil puestos de trabajo que se encuentran en condiciones precarias, de continuar la actual situación.

Debemos señalar que es oportuno que el Gobierno haya salido con operativos de compra de vinos para "sacar" el sobrestock del mercado, aunque debe señalarse que se trata sólo una medida de coyuntura. La vitivinicultura debe encabezar un gran cambio a los efectos de establecer qué hacer con aquellas uvas -como las criollas y las cerezas- que generan vinos que no tienen mercados en la Argentina ni en el exterior y exigir que se establezcan medidas a los efectos de evitar que la mayor parte del negocio quede en manos de los distribuidores, como sucede en la actualidad.

Pero también es necesaria la modificación de las políticas económicas que continúan afectando esencialmente a las economías regionales porque lo que está en juego es nada más y nada menos que la sobrevivencia de decenas de miles de familias.

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