Hoguera renovadora en un barrio de El Challao

La fogata de San Juan Bautista, en Las Heras, fue una tradición que trajo el recordado y querido artista sanjuanino Chalo Tulián de su tierra natal.

“El efecto visual es hermoso... Ver cómo el fuego se devora la escultura. Yo le pongo el mismo trabajo que a las otras”, relata el artista plástico Víctor Gallardo mientras observa su creación de unos tres metros de altura: un diablo de cartón pintado de rojo, azul y amarillo.

Esta fue una de las obras que ayer fueron arrojadas a las llamas de la tradicional fogata de San Juan Bautista, en el barrio Alta Mendoza (Las Heras). Pero también ardieron cosas de las que la gente quería deshacerse, a modo de purificación.

Así, Luis Humberto -artista, docente y estudiante- había dado forma con caña, cartón y ramas a su “bicho bicho, que come de todo pero su verdadero fin es no dejar que los demás coman”.

En cambio, Beatriz Labiano estaba entusiasmada porque anticipaba la emoción de deshacerse de sus planificaciones, ya que está a punto de jubilarse como docente.

En el pasado, en muchos barrios se organizaban estas fogatas. El artista plástico Chalo Tulián (ver aparte) decidió replicar el festejo de su San Juan natal en El Challao. Su esposa, Estela Labiano, explicó que en un principio, hace 30 años, había sólo unas pocas casas y el resto era descampado. Entonces, el fuego producía un impacto especial en el entorno de oscuridad.

Aunque Víctor Gallardo recuerda que tiempo después, una vez fue tan grande la fogata, que las luminarias de toda una cuadra se apagaron, porque los sensores captaron la luminosidad. También, que en más de una ocasión acudieron los bomberos, hasta que empezaron a avisarles.

Ahora, utilizan la plaza del barrio como escenario de un hecho artístico-cultural, que Estela indica cuestiona la permanencia de las artes visuales e invita a crear por el disfrute y para generar buenas ondas. Este año, la Municipalidad de Las Heras les donó dos camiones de restos de poda y la Secretaría de Cultura de la provincia pinturas y otros materiales para crear las esculturas.

Poco antes de que el gigantesco montículo de ramas se tornara fuego, Nicolás Güercio pintaba una enorme boleta de Ecogas. “Quise representar el malestar general. Es una forma de depurarse porque uno no puede prender fuego a la institución”, bromeó quien fue alumno, ayudante y amigo de Tulián, quien se sumó en honor a él.

Sergio Maure comentó que le interesan las actividades populares que mezclan lo ancestral (el fuego) con elementos de las culturas precolombinas (Inti Raimy), y que rescatan el encuentro comunitario.

Para la ocasión, había armado varios bichos, monstruos y tótem, que planeaba entregar a la gente, además de carteles con las palabras “tarifazos”, “despidos”, “gatillo fácil”, “megaminería” y dos esculturas de hierro ocultas, que iban a descubrir las llamas.

Mirta Arce, vecina de la zona, se enteró de la fogata por Facebook y decidió acercarse para rememorar a las que iba con su hermano, cuando era pequeña en Tunuyán. Emocionada, explicó que había ayudado a juntar cañas, así que parte del fuego era de ella.

San Juan, Inti Raymi

El encendido de una gran hoguera en junio se realizaba en el hemisferio norte como un modo de alentar al sol a seguir ardiendo con fuerza después de la noche más larga, alrededor del 21 de junio, y en previsión de que las horas diurnas comenzarían a acortarse.

En el hemisferio sur, en coincidencia con el solsticio de invierno, era una fiesta de adoración al dios Sol de los incas, Inti y se denomina Inti Raymi.

La tradición cristiana se apropió de la celebración pagana pero la trasladó unos días para hacerla coincidir con el nacimiento de San Juan Bautista, el 24 de junio, aunque mantuvo la costumbre de encender una fogata.

A ella se arrojan aquellas cosas malas, generalmente representadas con muñecos, que se espera que el fuego purifique.

Un sentido homenaje a Chalo

Quien creó la tradición de la quema en el barrio Alta Mendoza (Las Heras), hace 26 años, fue el artista plástico Chalo Tulián.

Si bien era sanjuanino, vivió y tenía su taller en este lugar por 30 años. Aunque falleció el pasado 26 de de febrero, su familia y amigos decidieron seguir su legado y organizaron una nueva edición.

Al parecer, a Tulián le gustaba encender la fogata de modo real y figurativo: decía que sus alumnos eran "muchos fueguitos", en referencia a la hoguera de la pasión que había que alimentar.

Fue escultor, herrero, soldador, forjador, ceramista, carpintero y docente, durante 27 años, de Cerámica en la UNCuyo. En los '70 se vio obligado a exiliarse en México pero regresó a Mendoza en 1987.

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