Hay más tierras productivas, pero cada vez en menos manos

El fenómeno de los grandes emprendimientos en el Valle tiene su contracara: en sólo 40 años se redujo a la mitad la cantidad de fincas. Culpan a la falta de ordenamiento.

Hay más tierras productivas, pero cada vez en menos manos
Hay más tierras productivas, pero cada vez en menos manos

Desde que las caminaba junto a su padre, Jorge H. hizo producir las 10 hectáreas de viñedos que tenía en Tupungato. Después, mantuvo con ellas a su familia pero en la última década, la cosa fue de mal en peor. La rentabilidad no le daba para reconvertir ni para malla antigranizo ni para tecnologías de riego, como sí invirtieron “los extranjeros que compraron al lado”.

Ninguno de sus hijos optó por una carrera acorde al agro y algunos “problemitas de salud” empujaron a Jorge a aceptar -hace ya tres años- la buena oferta de sus  vecinos, que querían “expandirse”.

Historias como ésta sostienen el fenómeno de la concentración de la tierra, que muestra una de sus facetas más claras y crecientes en el Valle de Uco. Pese a que en general la superficie implantada en la región se ha mantenido o crecido levemente durante las últimas cuatro décadas, el número de fincas o unidades productivas se redujo casi a la mitad. No hay datos censales del último lustro, pero basta recorrer la zona para percibir que esta tendencia inequitativa avanza a paso firme.

La retirada de algunos pequeños y medianos productores tradicionales, el avance de la población sobre los cultivos y la notable expansión hacia el pedemonte de formatos estilo latifundios -en gran parte pertenecientes a capitales extranjeros- son algunas de las patas en las que se sostiene este proceso.

Mientras los lugareños intentan digerir un paisaje donde las fincas comienzan en la ruta y terminan más allá del horizonte, mientras disimulan la sorpresa cuando se topan con viñedos de más de 2 mil hectáreas, algunas entidades públicas y asociaciones comunitarias buscan apoyar a los pequeños y medianos emprendimientos para que sigan siendo una opción dentro de la economía familiar y evitar así el abandono de la ruralidad.

En pocas manos

En los estudios realizados en Tunuyán, Tupungato y ahora en San Carlos para diseñar los planes de Ordenamiento Territorial salta la misma problemática. Propiedades cada vez más extensas -sobre todo en el pedemonte- y una reducción de las fincas pequeñas, que han quedado recluidas en las zonas bajas.

En 20 años (los datos censales van de 1988 a 2008), las explotaciones productivas del Valle de Uco se redujeron en cantidad casi 50%. Por ejemplo, en Tunuyán el número de hectáreas cultivadas pasó de 15 mil a 18 mil. Sin embargo, las explotaciones productivas eran 1.140 en 1988 y se redujeron a 830 en 2002 y a 690 en 2008.

Lo mismo ocurre en Tupungato, donde la superficie de cultivo se ha mantenido (cerca de 17 mil hectáreas), pero el número de unidades productivas rondaba las 1.000 en 1988 y en el último censo apenas si pasó las 600.

“El sistema económico social es más sólido y estable con productores pequeños que con los grandes capitalistas. Los últimos no se manejan con otra lógica que la rentabilidad. Tienen escasa vinculación con lo social y ni siquiera les interesa demasiado el mercado local, señala Daniel Pizzolato, jefe del INTA La Consulta. Desde esta entidad trabajan fuertemente apoyando la agricultura familiar.

“Hoy sólo se puede subsistir. Hace 20 años, con la cosecha de una hectárea y media comprábamos una camioneta. Ahora con más superficie tenemos menos rentabilidad”, confió Rafael C., un productor de La Arboleda. La tierra es todo para estos agricultores locales y sus hijos, que también vivirán de ella.

Daniel Guerra decidió dejar su cargo de administrador de un emprendimiento en Vistalba para vivir en su finca de tres hectáreas en San Carlos. “Fue una gran apuesta, un cambio total para la familia, pero no nos arrepentimos”, sostiene el hombre, que integra un grupo en el INTA de productores de vinos caseros.

En contraposición a este panorama, la gente del lugar apenas si ha visto pasar a uno de estos ‘grandes dueños’. Muchos invierten en la región como un rubro más o incluso por moda. No es ajeno el esnobismo tejido en torno al vino que hace que figuras conocidas -desde Tinelli y Chayanne hasta jugadores de fútbol- quieran tener su porción de viñedos en el Valle.

“Son empresas burbuja. Vienen, extraen de nuestro suelo y se llevan todo. No hacen ningún aporte a la sociedad. Generalmente están tan tecnificados que ni siquiera contribuyen creando mano de obra”, señaló Javier Gil, un vecino que participa de las reuniones de Ordenamiento Territorial.

Zonas bien definidas

Imágenes satelitales ratifican este proceso desigual, aunque un recorrido por estos bellos paisajes bastaría. Los distritos altos del Valle son los testigos de la expansión (desmonte mediante), aunque también han aparecido -por ejemplo- grandes extensiones de papa hacia el sur sancarlino.

El diagnóstico realizado para Tupungato, por ejemplo, muestra claramente que existen dos zonas de agricultura en la actualidad. Un área tradicional (La Arboleda, El Zampal, etc.) donde la tierra está más subdividida, menos tecnificada y con productores tradicionales. Por otro lado un área de expansión (Gualtallary, Ruta 89, etc.) donde están las fincas extensas, regadas con agua subterránea, alta tecnificación, mayormente viñedos de empresas extranjeras o grandes capitales nacionales.

Los estudios muestran que la concentración más alta se ha dado en el sector de la vitivinicultura, sobre todo con el auge de inversiones que se dio desde los ‘90. “Hoy si se cae la industria del vino haría estragos en la región, porque se ha convertido en un monocultivo”, apunta Federico Fuligna, de INTA Tupungato. Sin embargo, según Pizzolato, el desembarco de nuevos capitales se ha frenado ahora porque Irrigación no está otorgando nuevos permisos para abrir pozos debido a la crisis hídrica.

Más allá de la inequidad, la falta de un ordenamiento en la expansión de la propiedad también ha generado situaciones que afectan al ambiente. “Al desmonte se suma que algunos emprendimientos borran el cauce natural de los ríos secos y por eso en las últimas lluvias han terminado La Consulta y Eugenio Bustos inundados”, expuso Carlos Arriagada, titular de Medio Ambiente de San Carlos.

Las felices experiencias de agricultura familiar

Sólo en el Valle de Uco hay más de 300 pequeños y medianos productores que se reúnen en 32 grupos -asesorados por técnicos del INTA- con el desafío de resistir al desarraigo y vivir del trocito de tierra al que apostaron toda la vida o al cual ahora quieren empezar a apostar. Los hay de distintos rubros: desde el oreganero, el artesano, el puestero, el chacarero hasta el que elabora su propio vino artesanal.

Este programa de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios nació en 2006 y hoy tiene un gran dinamismo, a través del trabajo que desarrolla el INTA en la región.

Daniel Guerra integra un grupo de productores de vinos. Ésta es la primera vez que decidió no “malvender” la producción de las tres hectáreas de Malbec y elaborar y comercializar su propio vino casero. Con técnicas artesanales, pero bien cuidadas, elaboró 400 litros de vino, el que ahora busca comercializar en eventos nacionales y ferias junto al grupo del INTA. “No sólo pude dar valor agregado a mi producción, sino que también me hice de buenos compañeros entre los que nos consultamos y ayudamos mutuamente”, expuso el agricultor.

En esta categoría de pequeño productor se entiende a quien tiene determinada superficie de tierra pero, por sobre todo, quien dirige la explotación productiva, trabaja en ella y no posee empleados -fuera de su núcleo familiar- remunerados de manera permanente.

Pizzolato expuso que el objetivo de este programa es afianzar y apoyar al productor local para mejorar su rentabilidad y, como consecuencia, lograr una mayor reinserción social y económica en la comunidad local. Se utilizan distintas líneas de trabajo, como la compra de insumos en común, el asesoramiento técnico y la comercialización y difusión de los productos. En esta última etapa son muy conocidas las ferias de verduras y distintos productos que los agricultores del Valle organizan.

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