Francisco asegura que el Big Bang y la teoría de la evolución no contradicen al catolicismo

El Papa explicó que no contradicen la intervención de Dios como creador. Dijo que no creó el mundo “con una varita mágica” y en siete días.

Francisco asegura que el Big Bang y la teoría de la evolución no contradicen al catolicismo
Francisco asegura que el Big Bang y la teoría de la evolución no contradicen al catolicismo

La teoría del Big Bang y la evolución de la naturaleza no contradicen la intervención de Dios como Creador, sino que la requiere, afirmó el Papa Francisco en un discurso a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, donde también develó un busto en honor a Benedicto XVI.

Francisco señaló que “cuando leemos en el Génesis el relato de la creación, creemos imaginar que Dios es un mago, que con una varita mágica ha hecho todas las cosas. Pero no es así. Él ha creado a los seres y les ha dejado desarrollarse según las leyes internas que dio a cada uno, para que alcancen su propio desarrollo. Dio la autonomía a los seres del universo al mismo tiempo que les aseguraba su continua presencia, dando el ser a toda realidad”.

“Y así –explicó-, la creación ha proseguido su marcha por siglos y siglos, milenios y milenios hasta que se ha convertido en lo que hoy conocemos; exactamente porque Dios no es un mago sino el Creador que da el ser a todas las cosas”.

El inicio del mundo no es obra del caos que debe a otro su origen, sino que se deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor. El Big-Bang, que hoy se sitúa en el origen del mundo, no contradice la intervención de un creador divino, al contrario, la requiere. La evolución de la naturaleza no contrasta con la noción de creación, porque la evolución presupone la creación de los seres que evolucionan”.

El Papa indicó que “en cuanto al ser humano, hay un cambio y una novedad. Cuando, en el sexto día de la historia del Génesis, llega la creación del hombre, Dios da al ser humano otra autonomía, una autonomía diferente a la de la naturaleza, que es la libertad. Y dice al hombre que ponga nombre a todas las cosas y siga hacia delante en el curso de la historia”.

“Le hace responsable de la creación, para que domine la creación, para que la desarrolle y así hasta el final de los tiempos. Por eso al científico, y sobre todo al científico cristiano corresponde la actitud de interrogarse sobre el futuro de la humanidad y de la Tierra y, como ser libre y responsable, de contribuir a prepararlo, a defenderlo, y a eliminar los riesgos del medio ambiente, sean naturales que humanos”.

“Pero, al mismo tiempo, el científico debe estar movido por la confianza en que la naturaleza esconda, en sus mecanismos evolutivos, potenciales que toca a la inteligencia y a la libertad descubrir y poner en práctica para llegar al desarrollo que está en el diseño del Creador. Entonces, por muy limitada que sea, la acción del hombre participa de la potencia de Dios y es capaz de construir un mundo apropiado para su doble vida corporal y espiritual; construir un mundo humano para todos los seres humanos y no para un grupo o clase de personas privilegiadas”, señaló Francisco.

En su discurso, el Papa aseguró que “esta esperanza y confianza en Dios, Autor de la naturaleza, y en la capacidad del espíritu humano pueden proporcionar al investigador una nueva energía y una serenidad profunda”.

“Pero también es cierto que la acción del hombre, cuando su libertad se convierte en autonomía - que no es libertad, sino autonomía - destruye la creación y el hombre usurpa el lugar del Creador. Y este es el gran pecado contra Dios Creador”, concluyó.

La teoría del Big Bang

La teoría del Big Bang nació de la mano de los estudios del sacerdote jesuita Georges Lemaître, considerado precursor de la cosmología moderna.

Desde la década de 1920 el P. Lemaître tuvo la intuición de que el universo tenía una historia y se encontraba en evolución; oponiéndose así a la concepción de todos los científicos de época, entre ellos Albert Einstein.

Así, en 1930 propuso este modelo de universo conocido bajo el nombre de universo Lemaître-Einstein o hipótesis del átomo primitivo, y que más tarde tomará el nombre de Big-Bang.

El P. Lemaitre apoyó su reflexión en los datos brindados por la observación de los espectros de las galaxias recientemente descubiertas. Interpreta cuatro años antes que Hubble el desajuste espectral hacia el rojo como la prueba de la expansión del universo.

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