Fernanda Rodríguez Briz: “Historias pequeñas de gente pequeña”

Los cuentos de Fernanda Rodríguez Briz ganaron el Premio Vendimia en la categoría narrativa breve. Es egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes y bibliotecaria. Reside en Mendoza desde 2012, donde se ha dedicado a los relatos de ficción.

Fontanarrosa, Conrado Nalé Roxlo y el peruano Julio Ramón Ribeiro son, como cuentistas, sus amores. 

Fernanda, desde que tiene memoria, ha estado rodeada de libros. “No sólo porque crecí en una casa con ellos sino porque soy bibliotecaria”, sonríe.

Cuando se decidió a escribir, supo que la atraparía el cuento. Le gusta pensarlo como una "fotografía", como un recorte. Y concuerda con la Teoría del iceberg de Hemingway: "Si un escritor en prosa conoce lo suficientemente bien aquello sobre lo que escribe, puede silenciar cosas que conoce, y el lector, si el escritor escribe con suficiente verdad, tendrá de estas cosas una sensación tan fuerte como si el escritor las hubiera expresado. La dignidad de movimientos de un iceberg se debe a que solamente un octavo de su masa aparece sobre el agua", escribió en "Muerte en la tarde". 

En esta serie de 16 cuentos que Fernanda unió bajo el título "De las cosas que pasan" hay distintos ingredientes: realismo, fantástico, dramático, humor.

Destaca del corpus dos distopías. Una, en particular, se centra en el fin del sistema educativo, un ámbito que ella conoce pues trabaja en las bibliotecas de dos colegios.

De Mendoza, quiere destacar a Emilio Fernández Cordón y a Rodolfo Braceli, entre más. "Hay mucho talento acá", dice quien rastrea todo cuanto se publica en la región.

Eso sí, en su obra quiso abrazar lo opuesto a lo grandilocuente. “Son historias pequeñas de gente pequeña”, subraya.

Cuento: "El país más feliz del mundo"

Cuando recibió la llamada de la empresa encuestadora en la que le preguntaban, de sopetón, si era feliz, Gloria, movida por un resorte invisible, respondió, simplemente, ‘sí’. Lo había dicho sin pensar. Apenas hacerlo, reaccionó, pero la encuestadora ya se despedía; la respuesta había sido dada.

Colgó el teléfono y se quedó pensando acerca del asunto. Qué broma del destino haber sido una de las seleccionadas, qué distinto hubiera seguido su día si su número de teléfono, por un dígito acaso, hubiera esquivado la encuesta.

Se preguntó si había hecho bien. ¿Y si hubiera dicho ‘no’? ¿Cómo hubiera respondido ante la inevitable repregunta? ¿Por dónde haber empezado, si eso fuera posible, a desandar el recorrido de toda una vida? ¿Por la larga serie de infortunios heredada, ajena, o por la (aún más larga) lista de malas decisiones propias?

Tiempo después vio los resultados de la encuesta por televisión: vivía en el país más feliz del mundo.

Pensó que bien podía ser cierto, que ella pudo haber sido, acaso, la única encuestada en haber mentido.

(Uno de los cuentos de “De las cosas que pasan”)

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