España es tan bonita ¿por qué romperla?

Los independentistas tienen el viento en popa en Cataluña, pero quienes quieren permanecer en España también son muchos y temen los planes del gobierno secesionista que podría formarse después de las elecciones de ayer.

Santa Coloma de Gramenet, un suburbio obrero de 120.000 habitantes construido en la falda de una colina, al lado de Barcelona, es un bastión del “no”.

Aquí, entre los pequeños edificios de ladrillo rojo construidos en los años 1960, la mitad de los habitantes no son de origen catalán.

Algunos son extranjeros. Y muchos proceden de otras partes de España y mantienen fuertes vínculos con el resto del país, como casi tres cuartas partes de los catalanes que tienen, por lo menos, uno de los abuelos nacido fuera de su región.

Cayetano Ruiz, de 66 años, y Conchi Santiago, de 63, son de Porcuna, en el corazón de Andalucía, región meridional de donde proceden 700.000 habitantes de Cataluña. El primero llegó con 13 años, con sus padres, porque había que alimentar a una familia de siete hermanos y no podían vivir más de la ganadería.

“Fuimos en un tren de aquella época, nos metimos por la tarde y llegamos la noche siguiente, con maletas de madera”. “Vinimos aquí, a nuestra Santa Coloma, porque ya es nuestra”, explica este jubilado, con su mujer y su nieta de siete meses sonriente en la falda de su abuela.

"Hemos crecido aquí. He trabajado con gente catalana, nunca ha habido problema”, asegura. “Son los políticos los que arman el lío. España es muy bonita y la quieren romper”, lamenta.

Paseando se cruzaron otra pareja, que coincide con ellos. “Para mí es un no rotundo”, explica el hombre, Francisco Serrano, de 70 años, obrero jubilado. Una victoria de los independentistas en las elecciones regionales de este domingo “no nos va a traer ná bueno”, dice con acento andaluz, comiéndose el final de las palabras.

“Puede pasar que vayamos a peor”, advierte, muy crítico con el presidente regional saliente, Artur Mas, uno de los líderes del independentismo. “Este tío es un cuentista”, lanza en relación con las políticas de austeridad aplicadas por su gobierno, justificándose muchas veces en un supuesto maltrato económico desde Madrid.

Si Cataluña se declara independiente, “yo me vuelvo a mi pueblo, todavía tengo la casa de mis padres”.

En una de las principales avenidas de Santa Coloma, las elecciones están en boca de todo el mundo.

Un hombre sentado en una mesa bajo un suave sol de otoño mira su teléfono e informa de la tasa de participación: cinco puntos porcentuales más que en los comicios de 2012.

Independientemente de su opinión, los habitantes se movilizaron: casi todos los entrevistados a mediodía ya han votado. Es el caso de David Ruiz, 39 años, y Victoria, de 36, que prefieren no dar sus apellidos.

Él es “españolista” y con orgullo: en la jornada electoral viste la camiseta de la selección española de fútbol, “la Roja”. Ella es más bien independentista. “Está bien que la gente pueda votar lo que quiera”, dice David, conciliador.

“Pero tendría que haber sido más organizado, estaba a favor de un referéndum pactado”, explica, y lamenta que el gobierno conservador de Mariano Rajoy lo hubiera rechazado.

La joven María Ángeles Flores, de 17 años, se siente “catalana, catalana”, pero no por ello independentista.

“Por mucho dinero que tengamos, Cataluña es pequeña (con 7,5 millones de habitantes, ndlr). Si la Unión Europea se hizo es porque estábamos mejor que solos”, dice. “Cuanto más gente, mejor”.

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