Ernesto González Hermoso: el “Nene” se hizo grande en Palmira

En las décadas del ‘50 y ‘60 se convirtió en uno de los delanteros más reconocidos del fútbol mendocino. Integró una recordada delantera con Carlos Cecconato, figura histórica de los Rojos de Avellaneda.

Ernesto González Hermoso: el “Nene” se hizo  grande en Palmira
Ernesto González Hermoso: el “Nene” se hizo grande en Palmira

En la temporada de 1951, cuando Atlético Palmira militaba en la intermedia ascenso y pugnaba por recuperar la categoría que había perdido  en 1948, se produjo el debut en la primera división aurinegra (con apenas 15 años de edad) de Ernesto González Hermoso, llamado a ser uno de los punteros izquierdos más incisivos y veloces en el largo historial del  fútbol mendocino.

Aquella presentación a tan corta edad, cuando todavía era jugador de sexta división, está rodeada de una  colorida anécdota que el propio "Nene", como siempre se lo conoció  familiar y futbolísticamente, trajo a la memoria en la charla con Más Deportes.

Recordó (en homenaje a la memoria de su padre) aquel inolvidable domingo en que su equipo derrotó 2 a 0 a Jorge Newbery en la cancha de Atlético Argentino incluso con un gol de su autoría: “Esa mañana estaba jugando un partido de sexta división, que era mi categoría, cuando escucho al entonces presidente, don Oscar Riquelme, que me hacía señas y me llamaba a los gritos: “Venga, “Nene”, venga… Sí, usted… Salga enseguida, se lava un poco, se va a su casa, come livianito y vuelva rápido que esta tarde juega en la primera”.

Como no quería salir porque dejaba a mi división con un chico menos, escucho al entrenador de la primera, Eliseo Molina, que había sido jugador y también dirigente, que estaba observando a los juveniles, quien me recomendó: “Haga lo que le dice el presidente porque esta tarde es titular”.

Cuando llegué a mi casa no dije nada porque tenía temor de la reacción de mi papá que no era malo, porque era un pan de Dios, pero que podía tomarlo mal.

Es que en la intermedia ascenso había muchos futbolistas cerca del retiro, se jugaba muy fuerte, se pegaba demasiado, con patadas que a veces  llegaban hasta el estómago, en canchas la mayoría sin pasto, con precarios  vestuarios  y  con alambradas en mal estado.

Durante el almuerzo mi papá, que sospechaba algo porque me notaba  raro y ansioso, me preguntó: “¿Qué le pasa que come tan apurado? ¿No disfruta los tallarines que ha preparado su  mamá?”.

Me tuve que comer dos platos porque las pastas de mi vieja  eran para chuparse los dedos.. Luego, como me levanté ligerito de la mesa, mi querido viejo me volvió a preguntar  extrañado: “¿Y ahora donde se va  tan apurado?”. “Como en un rato juega Palmira en la cancha de Argentino voy a aprovechar para ir en el ómnibus con los muchachos de la primera”, le contesté.

Fue el partido soñado  porque le ganamos 2 a 0 a Jorge Newbery. Tuve   la inmensa fortuna de  marcar el primer gol, y en los camarines mis  compañeros me dedicaron el triunfo que había llegado después de cuatro derrotas consecutivas.

Cuando regresé al hogar tampoco dije nada y me fui a dormir con la dicha de que había debutado en la primera y había marcado mi primera  conquista con apenas  15 años.

Mi papá recién se enteró el lunes a la mañana porque cuando llegó a su trabajo en el ferrocarril todos lo felicitaban: “Así que el pibe debutó en la primera con un golazo”, “Tu hijo va a ser un crack, González” y otros elogios por el estilo.

Cuando ese día regresó a casa a las cinco de la tarde yo todavía estaba preocupado  de que se hubiera molestado al enterarse. Sin embargo nunca olvido que me abrazó emocionado y que, con sus palabras, me demostró que él también se sentía muy feliz: “De ahora en más no me tiene que ocultar nada. Sólo le pido que se cuide porque usted todavía es muy jovencito”.

De aquel debut recuerdo a compañeros como el “Gato” Luis García, Hernández y Escalante tres históricos de aquellos tiempos. Por supuesto que regresé a las inferiores pero empecé a ser tenido en cuenta cada vez más seguido hasta que en 1955, a los 19 años, quedé como titular y en 1957 integré el equipo que recuperó la categoría”.

Cuenta el “Nene” de sus primeros pasos en la vida y en el fútbol: “Nací hace 78 años (09-05-36) en el distrito Villa Obrero y siempre viví en Palmira.

En casa éramos ocho hermanos; cuatro varones (Luis, Ramón, Francisco y yo) y cuatro mujeres (Dora, Rosa, Delia y Carmen). De chico  recibí el apodo de  “Nene”, del mismo modo que a mi hermana Carmen le decían “Nena”, quizás porque era muy delgado y mi aspecto pequeño y frágil.

Mi papá Ramón siempre  trabajó en el ferrocarril y llegó a tener un cargo muy importante en el departamento de vías y obras. Mi mamá, Eulogia González, fue una excelente ama de casa que crió de la mejor manera a sus ocho hijos de los que cinco ya han fallecido porque sólo quedamos  Rosa, Dora y yo.

El próximo 23 de diciembre Dora va a cumplir 91 años de vida. Durante 15 años viví al lado de la cancha de Palmira porque el ferrocarril le dio a mi papá  una casita que estaba pegada a las instalaciones.

Yo saltaba la pared y me metía en el campo de juego a la par de otros chicos del barrio  mientras el canchero, que era el padre del “Pollo” Miguel Epifanio Ortega”, nos cuidaba y protegía.

Todos queríamos ser como el “Cotudo” José Castro, aquel número nueve del Palmira campeón de 1930 del que se hablaban maravillas; o  parecernos al “Ñato” Francisco Hernández o al “Gato” Luis García, otras glorias de esos tiempos.

Al igual que el viejo, los cuatro hijos varones  trabajamos en el ferrocarril siguiendo también los pasos del abuelo  y yo  permanecí  38 años en la repartición. Empecé de peón descargando carbón en la estación de Palmira y terminé de supervisor de primera y encargado de la sección materiales en los talleres Diésel.

Siempre trabajé a la par del fútbol, lo que me obligó a un gran sacrificio porque me levantaba a las cuatro de la mañana para entrar a las cinco; salía  como a las tres de la tarde casi sin tiempo para comer un bocado y me iba a entrenamiento.

Soy viudo porque mi esposa, Hilda Calderón, falleció hace seis años después de 46 de estar casados  y tengo dos hijos que también trabajan en el ferrocarril: Roque Ernesto que es maquinista y Rodolfo Oscar.

Además de cuatro nietos: Agustina, Juan Cruz, Fernanda y Mora que  este diciembre  va a celebrar su esperada fiesta de los 15 años.

En la actualidad vivo a tres cuadras de la cancha de Palmira  y transitoriamente ocupo el cargo de presidente del club de la tercera edad  “28 de Febrero” que está afiliado al PAMI y donde realizamos actividades recreativas, organizamos viajes, festejamos los cumpleaños y jugamos al tejo y al vóleibol mixto con tres mujeres y tres varones. Todavía me gusta la milonga y a los 78 años disfruto la vida lo mejor que puedo.

Me volví a afiliar a la Unión Ferroviaria y estoy muy agradecido de que el periodista y escritor, Rubén Lloveras, al que considero mi amigo, me haya incluido en uno de sus libros sobre la historia del fútbol de Mendoza”.

Gran puntero

En 1957, que fue el año del ascenso con Atlético Palmira, también alcanzó a jugar previamente cinco partidos en la primera de Gimnasia y Esgrima con compañeros como “el Víctor”, que había hecho su presentación en la institución del parque en la temporada anterior; el “Panza” Mario Videla; el “Negro” Manuel  Castro; Domingo Espejo, Pedro Grima, Felipe Vieyra, Juan Antonio Pérez y Jorge Abate, entre los que más recuerda.

“Ese año estaba haciendo el servicio militar obligatorio y como en Gimnasia y Esgrima las exigencias eran mucho mayores  no podía entrenarme como yo quería.

Hablé con el técnico, Enrique Moreno, y le expliqué que así no podía seguir. Se lo transmitió a los dirigentes, lo entendieron y regresé  a Palmira  con la chance de poder jugar porque el torneo del ascenso empezaba un par de meses después que el de primera.

Me perdí la oportunidad de ser jugador  del Lobo con todo lo que eso significaba para mí” explica el “Nene” después que ha pasado tanto tiempo de aquel sueño que no pudo ser realidad.

Evoca luego aquella formación Aurinegra  de 1958 con el Pelado Moreno en el arco, Iglesias y Leone; Quiroga, Turco y  García;  Tissera, Loyola, Maulén, Cipolla y González Hermoso.

El plantel entonces  se completaba con Aguilera (arquero suplente), Bartolucci, Laciar,  Ceccardi, D’ Agostino, Marángelo, Camilo Pérez, Hugo Pastoriza, (hermano del recordado Pato de  Racing, Independiente y la Selección Nacional) y Raúl Loyola, sobrino del  “Radar” Roberto.

Hasta que en 1959, Atlético Palmira conmovió el mercado de pases con la espectacular contratación de Carlos Cecconato, integrante de aquella recordada delantera de los Diablos Rojos y de la Selección Argentina que integraban Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz.

Comenta el “Nene” con la nostalgia de volver a aquel entrañable pasado: “La llegada de Cecconato, que en la temporada siguiente también fue entrenador de Palmira, colmó todas las expectativas.

Era un futbolista de jerarquía internacional, un lujo para cualquier equipo del país, que sólo podía jugar en un club del interior y nunca en Buenos Aires por decisión de la directiva de Independiente”.

El relato del “Nene” continúa con el recuerdo de un histórico enfrentamiento entre Atlético Palmira y Fray Luis Beltrán en la “A”: “Cuando Palmira jugaba de local la gente llegaba a la cancha en bicicleta, en camiones y las colas para comprar la popular alcanzaban varias cuadras.

Cuando lo hacía de visitante había que agregar vagones al tren que salía de la estación de Palmira colmado de hinchas, hasta mujeres y niños.

El partido contra Fray Luis Beltrán, que en ese mismo 1959 había incorporado a otro internacional  del fútbol argentino como  era Juan José Ferraro,  se desarrolló ante una multitud que produjo la recaudación más alta del año después del tradicional clásico del parque entre Independiente Rivadavia y Gimnasia y Esgrima.

Cuando vino Cecconato formábamos habitualmente con Joaquín Lospenatto;  Misenta y Leone; Bartolucci, Camilo Pérez y Quiroga;  Tissera, Loyola, Berazza, Cecconato y yo con la inclusión además de  Aguilera, Maulén, Laciar,  Ríos, Hernández,  Luna, Ovejero, Nery Soto, Escalante y Cipolla.

También me acuerdo  en la década del 60 de otros compañeros como  Rubéns, Ripamonti, Ravelli, Muñoz,  el caudillo Rodolfo Estrada, Morgavi, Lizazo, Toledo,  Sergio Vázquez, Oscar Cenci, Ormos y el “Flaco” Rodolfo Zuvialde”.

Durante su exitosa trayectoria González Hermoso jugó  tres temporadas siempre a préstamo  en Luján de Cuyo en dos etapas (1964-1965 y 1967) con compañeros como  el “Negro” Sacaba, Accordino, el “Cabezón” Bordeira, Maidana  Hugo Mario Oro, Aguilera, Gesaroli, Aguilera, el temible goleador Medardo Sosa, el “Chowua” Mantovani, el “Negro” Carlos Benítez y el “Gauchito” Guzmán, entre muchos más.

En tanto que en 1968  logró el título de ascenso con Leonardo Murialdo  donde formaban Culós, los hermanos Oscar y Domingo  Salguero, Espinoza, Morgavi, Pravata y Fugazzotto entre otros dirigido por Américo Belén.

También recuerda a otros técnicos como Eliseo Molina, que se hacía llamar colaborador, Pastor Acosta Barreiro, Miguel Cholo Converti, Herminio Bracamonte y “Mumo” Orsi que en 1962 lo convocó a la Selección de Mendoza que ocupó el tercer puesto en el Campeonato Argentino jugado ese año en Córdoba.

Con el recuerdo además de que en 1959 junto a Ormos estuvo a prueba en Estudiantes de la Plata, transferencia que no se concretó por falta de acuerdo económico con Palmira.

Fue 12 años DT del semillero

Durante 12 años (entre 1970-1982) González Hermoso fue el máximo responsable de todo el fútbol de divisiones inferiores del Atlético Palmira, tarea que realizó, según señaló a Más Deportes, con el valioso apoyo de Alberto Arias y de  un cuerpo de delegados que integraban  Ortiz, Videla, Ovejero y Naín.

El “Nene” nombró a algunos de  aquellos chicos que bajo su gestión surgieron del semillero Aurinegro y que incluso alcanzaron a jugar en la primera.

Entre ellos Miguel Ángel  Villegas, que llegó a jugar en Vélez Sársfield; Nicolás Matricardi; el “Loro” Tomás Ortiz;  Hugo y el “Pichón” Molina; José Luis Salinas; “Pancho” Quevedo; Daniel Arias; el “Loco” Daniel Estrada; Enzo “Yoni” Ortiz; Oscar “Bebote” Sosa;  García, Sevilla, Cartellone, Pesci, Bogado, Suárez,  Jorge “Toto” Allub, Di Paola y  Sánchez, entre  muchos más.

Daniel “Loco”  Estrada, así apodado por  la  forma en que arriesgaba su físico cuando defendía los colores Aurinegros - hijo de aquel recordado e inolvidable volante central Rodolfo Estrada, al que se conoció como “El caudillo del Este” por su fuerte personalidad, temperamento ganador, gran espíritu de lucha, quite y apoyo en el medio campo-  evocó que siguiendo los pasos de su padre entre 1979-1984, jugó en las inferiores de Palmira aunque lo hizo como segundo marcador central.

Fue una época en que se lució en una 5ta. división y en la que llegó a integrar el banco de la reserva. Del “Nene”, con quien trabajó principalmente en  8va. y 7ma., señaló que, además de ser una muy buena persona y de tener un trato muy cordial y respetuoso con los jóvenes, también sabía transmitir sus conocimientos porque era muy instructivo y didáctico.

Daniel comentó: “Pasé muy hermosos momentos en el semillero  de mi querido Palmira que compartí con dos inseparables amigos a los que recuerdo siempre con mucho cariño como el “Yoni” Ortiz y el “Bebote” Sosa, con quienes también fuimos compañeros en la Escuela Batalla de Maipú en la primaria y en la Escuela Técnica  de Junín durante el secundario”.

El “Nene”  señaló además   que  Palmira ganó dos campeonatos de cuarta división con un invicto de 44 partidos  y que a los chicos les repetía siempre: “Primero el estudio, después el fútbol”.

Por eso  aseguró que se siente muy orgulloso  de que aquellos jóvenes sean hoy personas de bien, padres de familia y un gran ejemplo para sus hijos y nietos.

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