Entrevista a mujeres mendocinas en el juego de la copa

ClubHouse te presenta a Mariana Onofri, Victoria Prandina y Soledad Vargas. Conocé a estas jóvenes dedicadas a elaborar vinos bien nuestros.

Por Diana Chiani

Son jóvenes y -con pasión- dedican buena parte de su vida a elaborar vino. Guiadas por el amor a lo que hacen, supieron ganarse un lugar en el arduo trabajo diario de fincas y bodegas para trascender a través de los productos que elaboran.

Podría decirse que vienen de lugares diferentes y, al mismo tiempo, de uno muy similar. La diferencia proviene de la formación académica, lo legal y el modo en que llegaron al mundo del vino (ver aparte). La semejanza, en tanto, puede observarse en los orígenes de sus familias que, en estos casos, parecen haber influido fuertemente en los caminos elegidos. Casualidad o no, las tres crecieron y se criaron entre barricas y viñedos.

Desde diversos puntos de partida y cada una con su singularidad, Soledad Vargas –a cargo de los vinos de Finca La Anita- Victoria Prandina –responsable de la línea premium de Trivento – y Mariana Onofri –asesora en The Vines of Mendoza y winemaker de sus propios vinos- son tres jóvenes que se atrevieron a liderar proyectos grandes en un mundo que hasta hace poco parecía exclusivo para hombres y, si eran experimentados; mucho mejor.

Estar en donde están no fue fácil pero sí absolutamente elegido y vocacional. Sin conocerse entre ellas personalmente (el ajetreo de la vida cotidiana complicó el encuentro cara a cara) las coincidencias de estas “chicas” llaman la atención. Con gran amor por lo que hacen, en contacto estrecho con grandes marcas y clientes y -de este modo- en el borde de lo más glamoroso que tiene el mundo vitivinícola; ellas prefieren quedarse con la magia que queda afuera del imaginario colectivo: aquella que se huele entre toneles y viñedos en el puntilloso trabajo de todos los días.

Y no porque desdeñen la comunicación directa que algunos enólogos, devenidos en especies de celebrities, tienen con los consumidores vía redes sociales sino porque –cada una con sus palabras- no se atreven a tanta exposición y, muchas veces, no tienen tiempo para tenerla. "Me encantaría tener la personalidad para hacer eso pero no tengo ese perfil, es una manera de venderse pero sólo funciona si tenés un trabajo serio con que respaldarlo", asegura Soledad.

El día anterior, Victoria explicaba que "no fui formada para eso, creo que es una mirada más comercial y a mí me gusta mucho el trabajo en bodega y en el campo. Todo va en la personalidad del enólogo".

Como sus colegas, a favor de resaltar el trabajo en equipo, Mariana expresa que "desde afuera, el mundo del vino tiene un perfil muy romántico y eso lo vinculo con todo lo que tiene de sensorial, del disfrute de sentarse a tomar una copa, etc pero lo cierto es que detrás de eso hay muchísimo esfuerzo conjunto, son muchas horas de trabajo y económicamente tiene sus desafíos".

Sin tener en cuenta la época de vendimia, cuando el producto que estas jóvenes tienen entre manos requiere de más de doce horas diarias de lunes a lunes, preguntamos cómo es un día común en el trabajo de ellas.

Mariana - "La tarea está bastante dividida. Como sommelier superviso la carta de vinos de Siete Fuegos (el restaurante que Francis Mallman tiene en The Vines), armo capacitaciones para las personas que poseen sus proyectos aquí y soy una especie de traductora entre los propietarios y el enólogo Pablo Martorell para que cada uno de ellos pueda armar su corte de vino a su gusto. Mis vinos los hago por mi cuenta y el enólogo que me ayuda en las cuestiones que a mí me faltan es mi hermano Marcelo".

Días después de la entrevista, Mariana -quien por ahora no abordó la carrera de enología por incompatibilidad de tiempos entre horarios de cursado y su trabajo- viajaba a Jerez -”la cuna de la variedad Pedro Giménez”, con la que ha incursionado en uno de sus vinos.

Victoria -En la mañana temprano se revisa lo realizado el día anterior y se programa la jornada. Después, en bodega, se comienza con operación de órdenes y a media mañana realizamos degustaciones de los vinos, que se hacen constantemente y en ese horario porque se suele estar más abierto a percibir y por tanto más atento para controlar la evolución de nuestros vinos, algunos de los cuales pasan hasta 18 meses en barrica. En la tarde se hace la visita a los viñedos donde ahora realizamos los trabajos de poda. Se pasa bastante tiempo en la finca.

Prandina, la más joven de las tres y con más de diez años de experiencia, valora que -en medio de una importante cantidad de trabajo- la firma para la que trabaja tiene políticas de recursos humanos destinadas a facilitar las relaciones familiares así como la dedicación a los hijos lo que hace más sencilla la organización cotidiana.

Soledad. -Reparto el día entre la bodega y la finca pero es en la primera donde estoy mayor cantidad de tiempo. Para mí, allí el trabajo es muy fino y cualquier error puede arruinar el trabajo de todo un año. En los viñedos, si bien se trabaja mucho también, la tarea es más general, más amplia, por decirlo de algún modo. Ella se encuentra en un proceso de cambio dentro de la empresa debido a que la firma fue vendida hace poco a capitales suizos (ver aparte). En este contexto, y lejos de amilanarse, rebosa de nuevos proyectos y está ansiosa por los aprendizajes profesionales que esta nueva etapa en la bodega van a darle. "Disfruto mucho de lo que hago", asegura y no parece una frase hecha.

Al saber de sus trayectos y cotidianeidades, la pregunta parece remanida pero las respuestas dejan traslucir un sentimiento de batalla ganada y, sin explayarse, se intuye la dificultad de algunos momentos.

- ¿Cómo es ser una mujer joven a cargo de vinos, bodegas y fincas?

-"La adaptación no fue fácil ya que siempre había habido varones en este puesto", recuerda Victoria al tiempo que agrega que con el tiempo (meses, años) tanto ella como las personas con las que compartía el trabajo diario se fueron adaptando unos a otros. "Aprendí mucho, en especial a rescatar lo que -quienes llevan años en su tarea- tienen para enseñarte", rememora la joven que, al igual que sus colegas, destaca la importancia del trabajo en equipo y la base de valores imprescindible a la hora de compartir lo que se hace.

En su caso, como en el de Mariana, fueron los inversores extranjeros quienes decidieron apostar por una especie toque femenino en sus vinos. "Los capitales de afuera tienen más apertura hacia las mujeres y ahora hay más entrada pero hace diez años éramos muy pocas", recuerda Soledad quien suma que le costó ponerse al frente de un equipo masculino: "tuve que poner carácter y mucho de mí, no es que fluyó", admite.

Entre viñedos y entre barricas, los trabajadores querían explicarle las cosas a un hombre que pudiera “entender” de tractores y demás cuestiones. Con humildad, la enóloga de La Anita cuenta que al principio estuvo asesorada por una mujer que lleva años en la actividad, Susana Balbo, y que el trabajo se hace “simple” debido a que la materia prima en la bodega se obtiene en su totalidad de los viñedos que están detrás de dicho establecimiento.

Pese a todo, ambas, Victoria y Soledad, mencionan el marco de respeto en el trato que siempre existió. Aunque, entre otras cosas, a la primera la contrataron porque hace más de diez años Trivento quería tener el aporte de una dama, para ella el toque que cada uno puede dar en un vino no tiene tanto que ver con el género sino más bien con la personalidad.

"Eso es lo mágico e interesante del tema, no hay recetas", resume la joven que le pone "100% corazón" a lo que hace y aclara que a la hora de pensar en la línea que hoy tiene a cargo no sólo tiene en cuenta sus gustos o experiencias personales sino que es preciso realizar un equilibrado balance con las tendencias del mercado y lo que busca el consumidor en los distintos momentos.

MÁS ALLÁ DEL TRABAJO COTIDIANO Y EN EL MOMENTO DEL DISFRUTE, LAS TRES ELIGEN TOMAR VINO

Pese a que Mariana –cuando decidió dedicarse a la sommeleria- no bebía, ahora confiesa que le "encanta" la bebida que hace y recomienda y que el descubrimiento fue un camino de ida que la llevó a la placentera aventura de elaborar su propio vino.

Para Soledad, tomar una copa se ha convertido en una especie de ritual que la acompaña en los tiempos de tranquilidad para ella misma -tal vez de la mano de un queso o un chocolate- pero también en los de celebración con amigos con quienes ha formado un grupo de degustación.

Victoria, en tanto, no se queda atrás y cuenta que también disfruta del vino a la hora de disfrutar pero -por estar abocada a hacer malbec y cabernet, suele elegir los sauvignon blanc cuando tiene que comprar.

Mariana Onofri

Su padre es médico, su mamá maestra y ambos compartieron estas profesiones con el trabajo en un viñedo en Costa de Araujo donde Mariana creció con tres hermanos más. En pareja desde hace 23 años, su llegada al mundo del vino fue como profesora de inglés de la carrera de sommelería y luego como estudiante. Es directora de vinos en The Vines of Mendoza desde 2009.

En 2014 lanzó su primera línea de vinos de Onofri Wines -Zemith Nadir- y al año siguiente la segunda: Alma Gemela, de su viñedo en Lavalle, Alma Gemela.

Soledad Vargas

Ingeniera agrónoma especializada en Enología. En 2010 ingresó como gerente de Producción de Finca La Anita –manejaba la finca y la parte enológica además de algunas cuestiones administrativas.

Desde que hace unos meses el grupo suizo Origin Wine UK Ltd se hizo cargo de la bodega, se quedó a cargo sólo de los vinos de La Anita y de la finca. Justina, su hija de tres años, sabe de vendimias desde la panza y –claro- también desde mucho antes, cuando Soledad acompañaba a su papá, con finca en San Martín (Nueva California) de toda la vida, en los vaivenes de la elaboración de vino.

Victoria Prandina

Estudió enología en la escuela Don Bosco y es enóloga de la línea ultrapremium de Trivento desde 2006, cuando aún estaba estudiando.

Creció en un una finca de La Reducción, en Rivadavia, y aún vive allí con su esposo, Agustín, y María Pilar, su hija de un año y medio.

Su cuna estuvo en el vino, producto al que se dedicaron sus padres, abuelos y bisabuelos. "Eso hizo que le tomara cariño a los viñedos", dice.

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