Entre Unen y el Pro

Más allá de ideologías, muchos estamos dispuestos a asegurarnos el fin del autoritarismo sectario que nos rige.

Uno entiende la necesidad del espacio de centro izquierda que expresa Unen de trabajar para construir y consolidar su identidad y, además, de diferenciarse de las otras fuerzas que proponen distintos rumbos ideológicos. Pero también vale la pena interrogarnos sobre la relación vigente entre las ideas y su concreción.

Esto se convierte en exigencia después de que la experiencia kirchnerista abusara de las propuestas progresistas encarnadas a veces por los peores personeros de la derecha y los negocios. Después de esos excesos, el discurso progresista quedó debilitado.

Y todo se degradó en simple decorado por novedosos derechos humanos y vetustos autoritarios reivindicando la revolución como excusa para terminar con la democracia.

Unen y el Pro pueden ser, sin duda, opciones que encarnen las corrientes ideológicas vigentes. El peronismo, después de los Menem y los Kirchner, tiene dificultades para reivindicar su doctrina.

El oportunismo y los negocios fueron mucho más definitorios que la memoria de la mayor integración social del continente. En los nuevos grupos políticos se podrá canalizar lo mejor de nuestra militancia peronista, el resto son tan sólo escamas del poder, deformaciones de la memoria del peronismo convertida en negocio de funcionarios permanentes.

Cuando Carrió plantea el acercamiento a Macri no deja de expresar a importantes sectores que priorizan la derrota del autoritarismo y la recuperación de las instituciones al rumbo de la ideología. En rigor, si nuestras divisiones permiten que sobrevivan las actuales miserias autoritarias, habremos equivocado el camino.

Mucho más en tiempos en que el oficialismo hizo de la ideología un instrumento vil al servicio de la destrucción de la democracia y el atraso del pensamiento. Mientras en Chile, Uruguay o Brasil, la raza de los políticos imponía el rumbo, para nosotros el tiempo de los caprichos personales y las obediencias aplaudidoras definía el sendero de los confines.

¿Cuál es la distancia administrativa entre la derecha que administra Capital, el peronismo que conduce Córdoba y el socialismo que lo hace en Santa Fe? El gobierno nacional hizo abandono de todo rumbo ideológico y quedó sometido a las necesidades de la coyuntura.

En esas tres grandes provincias podemos encontrar los elementos concretos del pensamiento aplicado a gobernar. Y si salimos de los argumentos rentados y rentables, ingresamos al verdadero espacio de la política: aquel donde las ideas valen en la medida en que se convierten en beneficios colectivos.

El peronismo que sobrevive en Córdoba, el socialismo que gobierna Santa Fe y el centro derecha que administra Capital son las experiencias desde las cuales podemos reconstruir la verdadera política. El massismo expresa otra variante de modernización del peronismo, tan respetable como que fue el verdugo eficiente de los sueños de eternidad oficialistas.

La mayoría de los restantes gobiernos provinciales es dependiente del autoritarismo que juntos necesitamos superar. El Gobierno amenaza con impedir el desarrollo de la democracia.

Entonces nosotros, los que concebimos la alternancia como esencial al sistema, estamos obligados a generar espacios para derrotar el sectarismo autoritario gobernante. Escuchar al maleable doctor Zaffaroni anunciar que un cambio de dirección implica el riesgo de caos, obliga a asumir cómo lo peor del autoritarismo oportunista intenta convertir su degradación en dogma de supuesta ideología.

Y es en ese rumbo donde me animo a proponer que las fuerzas vigentes esencialmente democráticas, sobrevivientes en las grandes provincias donde hay verdadera alternancia política, se comprometan a recuperar las instituciones.

Para poder participar de fuerzas políticas de izquierda, centro o derecha, primero necesitamos volver a concertar reglas de juego que permitan su desarrollo.

No me refiero a elecciones internas ni acuerdos electorales, hablo concretamente de la necesidad de superar el autoritarismo imperante y en el marco de ese acuerdo elegir el rumbo ideológico que mejor exprese a la mayoría. Para que impere la democracia, nadie debe ser tan de izquierda ni tan de derecha como para no acordar sobre las bases del sistema.

Por encima de nuestras convicciones estamos hoy obligados a devolverle a la sociedad la paz y la tranquilidad que únicamente permite el libre juego de las instituciones. Eso, que el inefable Zaffaroni hace temer anticipando el caos, se llama democracia.

Que de eso se trata, de sacarnos de encima y para siempre a los que generan miedos y convocan autoritarismo para superar el laberinto que ellos mismos prometen.

Todos tenemos compromisos ideológicos, pero se me ocurre que seremos demasiados los dispuestos a votar por aquel que pueda asegurarnos derrocar el sectario autoritarismo que nos rige. Pensemos con serenidad, y asumamos que en momentos como el actual se suele necesitar un verdugo antes que un destino. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

Por Julio Bárbaro Periodista - Ensayista. Ex diputado nacional - Especial para Los Andes

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