El Viti y su Muni

Fayad aportó al radicalismo, a fines de los ´80, un proyecto político que le permitió sobrevivir. Y aunque lo intentó dos veces, la gobernación se le negó. Tal vez, porque su gran amor fue Capital.

El Viti y su Muni
El Viti y su Muni

En 1987, cuando la primavera alfonsinista comenzaba a apagarse desde las provincias, arrasada por el aluvión del peronismo renovador -que con banderas muy parecidas a las radicales recuperaba la hegemonía perdida por el peronismo-, en Mendoza un joven concejal salvó por apenas mil votos la Capital provincial para las huestes de la UCR.

A partir de ese entonces, el Viti hizo con su cargo electivo algo mucho más grande, políticamente hablando, que una intendencia. Desde allí rescató de sus penas a los radicales vencidos y les ideó un nuevo proyecto político más allá o, mejor dicho, más acá del alfonsinismo.

¿En qué consistió esa estrategia? Así como el bordonismo construyó un justicialismo mendocino dentro del clima y con el estilo del alfonsinismo, Fayad se propuso pelear al nuevo gobierno justicialista dentro del clima y con el estilo del bordonismo.

Por eso se propuso transformar al radicalismo renovador alfonsinista en el radicalismo renovador mendocino y lo hizo dentro de su isla, de su fuerte de El Álamo, la Municipalidad con la cual tendría un romance que se prolongaría hasta su muerte.

El Viti se propuso enamorar a Mendoza desde la Muni y la Muni se enamoró de él (y a través de ella Mendoza entera) de un modo tal que a partir de ese entonces haría lo imposible para que él se quedara siempre con ella y no la abandonara por ningún otro amor

El Viti quiso ser gobernador dos veces seguidas: en 1991 sólo desde la UCR y en 1995 aliado con Bordón, el rival al que siempre admiró. Perdió duro las dos veces.

Entre esos dos intentos, se fue a Buenos Aires de diputado, donde llegó por milagro porque en la elección legislativa le fue pésimo. Mientras tanto, sus discípulos llegaban exitosamente a los lugares a los que él quería pero nunca pudo llegar. Iglesias pasó de intendente a gobernador sin dificultad alguna, arrastrado por los aires nacionales a favor que el Viti nunca tuvo. Cobos luego pasaría de la gobernación a la vicepresidencia con aires parecidos.

Sin embargo, pese a haber ganado por casi nada la intendencia y haberle ido mal en sus otras apuestas electorales, el Viti nunca dejó de ser una leyenda. Como el Davy Crockett de El Álamo que ganó perdiendo.

Ganó porque sin él y sin su impronta y sin su cantera municipal de cuadros, lo más seguro es que el radicalismo en Mendoza se hubiera perdido en el fin de los tiempos en vez de seguir siendo, como lo es, una fuerza política muy competitiva.

Pero, sobre todo, ganó porque su vida política es susceptible de ser comprendida a través de una metáfora: más que haber perdido elecciones porque lo votaron en contra, lo más probable es que casi nadie en la Capital, ni tampoco en Mendoza, quiso nunca que Fayad se fuera de la Muni a la que transformó como nadie lo hizo en décadas.

Estaba casado con ella y su enamorada ni de casualidad le iba a permitir abandonarla. Por eso los mendocinos y ella le hicieron perder todas las elecciones necesarias para que pudiera volver allí.

Y cuando volvió arrasó como siempre. Hasta las piedras capitalinas lo votaron, y el resto de los menducos se congratularon.

Hay políticos que recién se encuentran con su destino definitivo luego de décadas de militancia, pero hay otros que encuentran su destino definitivo el mismo día en que empiezan a recorrer su camino. El Viti forma parte de estos últimos.

En su vida política vivió muchas e intensas aventuras, pero siempre tuvo un solo amor eterno que se dedicó a esperarlo hasta que él volviera.

Tanto volvió que hasta pocas horas antes de partir al más allá, siguió siendo su intendente a pleno haciéndole pito catalán a la enfermedad que vino a separarlos, aunque lo más seguro es que históricamente estén más unidos que nunca. El Viti y su Muni.

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