El sindicalismo pierde espacios

Por errores propios o por decisiones de la Corte de Justicia, el sindicalismo ha perdido espacios de poder, especialmente en la última década.

El sindicalismo pierde espacios
El sindicalismo pierde espacios

Ya sea por culpas propias o ajenas, el sindicalismo ha perdido espacios fundamentales en los últimos tiempos. Podríamos decir que la debacle comenzó durante la misma recuperación de la democracia, cuando Raúl Alfonsín basó su campaña electoral denunciando un supuesto pacto militar-sindical y hasta se podría afirmar que esa situación fue aprovechada por la propia dirigencia política del peronismo para tomar al gremialismo como el principal culpable de la derrota electoral.

Esa dirigencia política “olvidó” que en los actos de campaña la base de las movilizaciones estaba dada por el sindicalismo y que también utilizó la figura de Saúl Ubaldini, que era quien precedía a Ítalo Luder en la lista de oradores.

El otro fuerte mazazo que recibió el sindicalismo se dio durante el menemismo. La dirigencia sindical, encolumnada detrás de la figura del riojano, miró para otro lado cuando se modificaron las leyes laborales y se permitía la cesantía masiva de trabajadores, mientras eran privatizadas -con miles de fuentes de trabajo perdidos- las empresas del Estado como Ferrocarriles, bancos e YPF, entre muchas otras.

Cabría aclarar en este aspecto que mientras la gente perdía su trabajo, la dirigencia sindical permanecía incólume en sus lugares y es así que vemos actualmente a gremialistas que llevan más de treinta años en la conducción de sus sindicatos.

De todos modos, con idas y venidas, el gremialismo se movía en un solo bloque, con algunas excepciones, como sucedió -siempre durante el menemismo- con el accionar de Hugo Moyano, que desde su gremio de camioneros marcó diferencias con el grueso de la conducción nacional que se había alineado detrás de Menem. Esa actitud de Moyano determinó que Néstor Kirchner lo buscara como su principal aliado cuando asumió la Presidencia.

Permitió que Moyano acrecentara su poder, inclusive a costa de otras organizaciones sindicales, con la anuencia implícita del Ministerio de Trabajo. Moyano era, inclusive, quien marcaba los pisos y los techos de las convenciones colectivas de trabajo, siempre de acuerdo con lo que pretendía Néstor.

Sin embargo, hubo un quiebre que generó la ruptura. Algunos lo atribuyen a un acto realizado en el estadio de Ferro, cuando Moyano, instalado como orador previo a Cristina, dijo que en algún momento “un trabajador llegará a ocupar el sillón de Rivadavia”, pretendiendo instalarse como el “Lula” argentino. Cristina, con un guiño de Néstor que estaba a su lado, respondió de inmediato al indicar que ella también era “trabajadora” y que así había llegado a la Presidencia.

También se dejó trascender que Néstor Kirchner habría mantenido una fuerte discusión con el camionero en las horas previas a su deceso. Moyano rechazó de plano la denuncia, pero quedó en evidencia que fue desde el propio kirchnerismo desde donde surgió el trascendido.

Sea por una cosa o por la otra, lo cierto y concreto es que Hugo Moyano quedó en la vereda de enfrente del oficialismo y su lugar, dentro del “calorcito” oficial, fue ocupado por el metalúrgico Antonio Caló.

Esa diferencia entre unos y otros no hizo más que debilitar el sindicalismo, a lo que se suma el hecho de la permanencia de otras tres centrales obreras: la que conduce el gastronómico Luis Barrionuevo y las dos CTA, una oficialista y la restante opositora. Moyano logró demostrar que mantiene parte del poder con el paro de actividades realizado en octubre, pero después, como sucedió días pasados, debió resignarse ante una nueva medida de fuerza cuando la Presidenta le desactivó el paro al anunciar que el impuesto a las Ganancias no afectaría al aguinaldo.

De todos modos, muchos coinciden en señalar que fue una manera de patear la pelota para adelante, porque en enero el descuento volverá a los salarios, aunque los reclamos se manifestarán a partir de marzo, que es cuando, paralelamente, comenzarán las discusiones paritarias.

De todos modos, la pérdida de espacios no responde pura y exclusivamente a las diferencias entre los sindicalistas sino que hay fallos judiciales que debilitan a las otrora poderosas organizaciones sindicales. Es lo que ocurrió días atrás con el fallo de la Corte de Justicia de la Nación, al ratificar la inconstitucionalidad de dos artículos de la Ley de Asociaciones Profesionales y, por mayoría, resolvió que los delegados o representantes de sindicatos simplemente inscriptos también tienen la protección especial que fija la norma legal.

Esos artículos eran utilizados por las conducciones sindicales para evitar que trabajadores opositores pudieran disputar las elecciones de delegados en los lugares de trabajo, arreglando con las empresas el despido de los trabajadores denominados “activistas”.

Esa actitud de la Corte determinó también un cambio en el viejo “modelo” acuñado por Perón y que se fundamentaba en la base de un Estado que otorgaba personería gremial a los sindicatos más representativos por rama de actividad. De acuerdo con una nota aparecida recientemente en diario Clarín, entre 2003 y 2014 se crearon 711 nuevos sindicatos, a un ritmo de 65 gremios por año.

Esas nuevas entidades disputan los espacios a los gremios importantes, a lo que debe sumarse el hecho de que la masa de afiliados ha dejado de lado el histórico verticalismo que existía en el movimiento obrero. Según se indica, actualmente hay 1.636 sindicatos con personería gremial.

No obstante, no todo es culpa de la Corte sino que los propios sindicalistas han contribuido para que ello suceda. Sólo cabría recordar que durante los gobiernos peronistas anteriores al menemismo, el sindicalismo había conformado un aceitado mecanismo que comprendía a la denominada juventud sindical, a nivel de gremios individuales y mesas de agrupaciones a nivel de sindicalismo en general.

En todos los casos se aseguraba que sus integrantes respondieran a la ideología justicialista y esa actitud quedaba claramente marcada cuando, desde la mesa de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas, surgía el nombre de quién conduciría la Confederación General del Trabajo, que representaría a todos los trabajadores más allá de su ideología.

La pérdida de espacios del sindicalismo es evidente. Ha quedado en el olvido el poder de convocatoria, no cuenta con capacidad de movilización y no puede discutir, como sucedió en épocas pasadas, lugares en la integración de listas de candidatos en las elecciones generales.

Por Luis Fermosel - Especial para Los Andes

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