El proyecto furioso de Cristina

El sábado 13, Cristina pronunció un discurso cargado de falsedades, exageraciones, latigazos y autoelogios; pero dijo una verdad: que hay solamente dos proyectos de país. Hay cientos de matices, por supuesto.

Pero hay básicamente dos caminos: el cesarismo autoritario que se cree por encima de la ley y el que respeta la Constitución Nacional. Son estrategias divergentes que nos llevan a distintos lugares como Nación.

El proyecto de Cristina es un intento hegemónico del nacionalismo chavista que, con la excusa de combatir el poder de las corporaciones, se lleva por delante la división de poderes y califica a los medios de sicarios y a una parte de la Justicia de secuaces. No es la primera vez que la Presidenta apela a la palabra “sicario”.

En su momento la utilizó como un arma arrojadiza contra Jorge Lanata. Hay pocas acusaciones peores. Significa asesino a sueldo. Y al concepto de secuaz se recurre para denominar a sus cómplices.

El proyecto de la Argentina (o por lo menos de una inmensa mayoría) es profundizar la democracia republicana, potenciar el pluralismo y la búsqueda de consensos y venerar nuestra Carta Magna como una religión, que es la única que debe estar por encima de todos los ciudadanos.

El proyecto de Cristina es encubrir a todos los delincuentes que le robaron los dineros al pueblo argentino y por eso embiste contra los magistrados que ya no tienen miedo como antes y avanzan en causas que involucran a la propia familia presidencial, a Lázaro Báez, a Amado Boudou y sigue la larga lista que encabeza Ricardo Jaime por cantidad de causas abiertas.

El proyecto de la Argentina (o por lo menos de una inmensa mayoría) es recuperar la ejemplaridad de sus gobernantes y sentir el mismo orgullo que sentimos por Arturo Illia, Raúl Alfonsín o Alfredo Palacios, que se jugaron la vida por llenar de contenido de justicia a la democracia, pero que se fueron del poder más pobres de lo que entraron.

En este proyecto se aspira a que un presidente ponga su patrimonio en manos de un administrador y que no se beneficie con coimas de la obra pública ni con lavado de dinero ni con terrenos vendidos a precio vil y que no pueda adquirir una cadena de 4 hoteles mientras ejerza el poder presidencial.

El proyecto de Cristina utiliza a los artistas populares y a los organismos de derechos humanos como un escudo para seguir haciendo negocios sucios y para alardear de lo que carecen. De hecho, no tienen una sola prueba de haber realizado alguna actividad en favor de los derechos humanos ni un hábeas corpus durante la dictadura y tampoco mientras Néstor fue intendente o gobernador.

El proyecto de la Argentina (o por lo menos de una inmensa mayoría) es combatir todo tipo de impunidad y respetar el carácter pacífico de las instituciones democráticas.

Juicio, castigo y condena para todos los culpables y venganza para nadie. Garantizar que los que cometieron crímenes de lesa humanidad paguen su deuda ante la sociedad y también que nunca más ningún fundamentalista iluminado fomente la lucha armada entre los jóvenes como instrumento político.

Y, finalmente, el proyecto de la Argentina exige que se empiece a respetar los nuevos derechos humanos violados. Y que se atienda a las víctimas de la marginalidad extrema y el narcotráfico y a los familiares de los asesinados o mutilados por la maldita inseguridad.

El proyecto de Cristina es mantener alta la inflación que envenena todas las relaciones comerciales y sostener el cepo que multiplica una recesión machaza que frena todo tipo de crecimiento económico.

El proyecto de la Argentina es fomentar las inversiones, proteger a los más necesitados del feroz impuesto inflacionario, generar más igualdad social a través de la educación y del trabajo genuino en blanco y privado que con puestos del amiguismo de Estado y producir tres veces más, tanto en la industria como en el campo, para que el Gobierno se convierta en una locomotora del crecimiento de todos y no en una barrera para el desarrollo nacional.

Es cierto, hay dos grandes proyectos en nuestra patria. Uno que es la furia y otro que es la calma. Uno que es la agresividad patotera y otro que es el debate y el enriquecimiento con el pensamiento del otro.

Uno de alguien que se siente perfecto y se sube a la altanería y a la soberbia y otro que se sabe humano y por lo tanto falible, y que confía en el pensamiento colectivo y plural. Hay uno que vive fabricando trincheras y otro que quiere construir puentes. Hay uno que tiene el puño cerrado de bronca y el otro que tiene la mano abierta de generosidad.

Es cierto, hay dos grandes proyectos en nuestra patria.

El de Cristina, que se ve a sí misma como una monarca revolucionaria que dinamita todos los organismos de control, el periodismo y la Justicia independiente.

Y el de la Argentina, que sueña con el reinado de la honestidad, la transparencia, la libertad de prensa, las manos limpias, las uñas cortas y la frente alta.

Hay dos proyecto de país. Como siempre, el pueblo deberá elegir con su voto cuál es el que prefiere. Falta menos de un año. Falta mucho pero también falta poco.

Por Alfredo Leuco - Periodista

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