El peronómetro

Para el autor, se trata de un termómetro que tiene el PJ que registra la temperatura política, guía para poner en marcha una serie de estrategias.

Por Fernando Iglesias - Periodista. Especial para  Los Andes

Ninguna especie del reino animal tiene la velocidad de adaptación del peronismo. Falta sólo que algún biólogo descubra que el primer animal que abandonó el agua para dar origen a la fauna terrestre fue el anfibius peronistum, y cartón lleno. En esto pensaba el miércoles esperando mi bloque en el programa de Clara Mariño, mientras escuchaba a un caracterizado prohombre peronista enunciar un encendido discurso anticorrupción con el estilo de una Carrió con pantalones. Corruptos, ladrones y coimeros les dijo a los K el mismo de “Hay que parar de robar por dos años”, preparando la inevitable conclusión: “El kirchnerismo no es peronismo”.

Ahora bien, supongamos por un momento que Angela Merkel dejara el poder y, tres meses después, fuera acusada de corrupta, ladrona y coimera por un dirigente de su mismo partido. ¿Cuánto tardaría el Tribunal de Disciplina de la CDU alemana en llamar a declarar al denunciante? ¿Cuánto en expulsar a Merkel, si se comprobaran los hechos, o al denunciante, si no presentara pruebas de sus afirmaciones? Aquí, no. Aquí los distinguidos muchachos del peronismo bueno y republicano giran por los programas de televisión denunciando a importantes dirigentes de su mismo partido mientras evitan cuidadosamente hacerlo en el Tribunal de Disciplina partidaria, para no hablar de la Justicia. Aquí los kirchneristas no son -válgame Dios- peronistas pero siguen afiliados al Partido Justicialista sin que a nadie se le mueva un pelo. A los peronistas-peronistas les basta repetir el mantra del peronismo regenerado “El kirchnerismo no es peronismo” y tengamos la fiesta en paz que se ha hecho tarde, compañeros.

Aquí, Diego Bossio puede decir muy suelto de cuerpo que utilizó fondos de los jubilados para financiar el periodismo militante de 6,7,8 sin que a ningún fiscal se le cruce la figura de “malversación de fondos” por la cabeza. Aquí basta ser educado para recorrer los estudios convertido en la encarnación del peronismo de buenos modales; como hace Gustavo Marangoni, otro de los invitados de aquella noche, mientras se dan consejos al Gobierno sobre cómo manejar el divertido bolonqui de provincias quebradas, déficit fiscal récord, déficit comercial creciente, inflación al 30%, pobreza al 29%, infraestructura destruida, recursos energéticos dilapidados y economía estancada por cuatro años que dejaron los inoportunos consejeros.

El mejor en estas artes, sobra decirlo, es Sergio Massa, que es peronista pero sin entusiasmo y como tal está dispuesto a apoyar las leyes necesarias para salir del default. Claro, con la condición de que la deuda que eventualmente tome el Gobierno se use para inversiones en infraestructura y no en gasto corriente. Esto lo haría muy feliz, sin duda. En particular, porque si la deuda que asuma el Gobierno se gastara enteramente en infraestructura y no en gasto corriente habría que recortar violentamente el déficit fiscal reduciendo salarios y despidiendo los miles de empleados estatales excedentes del Estado que contrató el gobierno de Cristina, del que Sergio Massa fue candidato testimonial y jefe de gabinete. Massa sería feliz entonces, digo, viendo como Macri paga las cuentas de Cristina y le regala a él las legislativas de 2017, vitales para asegurar la gobernabilidad y pelear las presidenciales de 2019…

Todo hay que decirlo, el peronismo no kirchnerista cuenta con un inestimable aliado en el peronismo kirchnerista, ya que es difícil empardar las atrocidades que diariamente cometen los miembros del Club del Helicóptero, siempre en primera plana. Cuando no arman una Plaza del Pueblo en La Lucila del Mar se ponen de novia con una modelo hot o los echan de la Presidencia del bloque por salir con una modelo. Y cuando no, revolean pistolas al grito de “Te voy a cagar a tiros” en las simpáticas reuniones de sus bloques provinciales. Que hablen mal, pero que hablen, parece ser el lema.

Peor aún es la cosa a nivel nacional: quienes ayer renegociaron la deuda delegando jurisdicción en el juzgado de Griesa; quienes después dictaron las leyes que bajaron a cero el valor de los bonos que no entraron en el acuerdo permitiendo que pasaran de las manos de pequeños ahorristas a las de los fondos buitres; quienes desatendieron todas las señales de alarma y llevaron al país a sufrir un fallo ruinoso en los tribunales de Nueva York e hicieron saltar todo intento de acuerdo llevando la deuda de U$S 6.100 millones a U$S 18.800 millones, quienes demolieron la economía argentina con el ruinoso cepo sin escuchar las objeciones de la oposición ni haber consultado con nadie, piden hoy un referéndum para decidir si el Gobierno puede cerrar el caso de los holdouts e intentar comenzar a arreglar el formidable estropicio que dejaron. Misteriosamente, cuando les regalaron millones de dólares a Repsol y el Club de París no se les ocurrió llamar a ningún referéndum.

A mí no me disgusta del todo la idea porque confío en que la sociedad argentina haya comprendido los costos que implica, en esta era global, aislarse del mundo. Sin embargo, propondría hacerlo juntamente con otro en el que los ciudadanos argentinos puedan votar si los funcionarios kirchneristas entregan-devuelven sus bienes al Estado argentino, del que provienen. Sería muy divertida esta aplicación de la democracia directa y referendaria a sus actuales partidarios, a ver si descubren de una vez la importancia de la democracia representativa, el poder limitado y la división de poderes.

En todo caso, confío en que la figura presidencial de Macri no baje del más de 60% de aceptación de que goza, así no se activa el peronómetro. ¿Qué es el peronómetro? El peronómetro es un termómetro que registra la temperatura política. Al 70% de aceptación de la figura presidencial, el peronómetro marca Apoyo Irrestricto. Al 60%, Apoyo Crítico. Al 50% Apoyo Condicional, al 40% Estado de Deliberación y al 30%, Manual de Desestabilización y Saqueos. Viene a ser como el protocolo de Patricia Bullrich, pero del otro lado.

Si la aceptación del gobierno de Macri fuera en baja, como necesariamente sucederá, y si la baja fuese muy fuerte y se pusiera en marcha otra vez el peronómetro, este país correría el riesgo de recaer en la barbarie en la que ya estaría hoy si el presidente hubiese sido Scioli y la ministro de Economía Silvina Batakis. Basta ver lo que está pasando en Venezuela para comprenderlo. Basta ver lo que está pasando en Venezuela para entender a dónde nos hubieran llevado los que descubrieron la inseguridad y la inflación y la importancia de las instituciones el 10 de diciembre de 2015 a las dos de la tarde, aproximadamente. Es que los republicanos son como los amigos. Los de verdad se ven en las malas y no a la hora de la luna de miel, compañeros.

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