El éxito de Macri depende de las expectativas

Tomar deuda, recortar el gasto, reducir beneficios a los empleados públicos, disminuir los subsidios a los combustibles y a los alimentos, subir las tarifas de electricidad y agua.

Así planteado, el párrafo suena a una evaluación de medidas en el seno del gabinete económico de Macri, pero no es así. La escena transcurre lejos de la Argentina, en Oriente Medio, donde los poderosos gobiernos de la región tienen que mitigar los efectos de la caída de los precios del petróleo y encarar, al igual que nuestro país, políticas que habían pasado de moda, que hoy pueden aparecer como parte del guión de un “Plan de Desarrollo”, pero que no dejan de tener un gran componente de aquello que hace unos años se conocía como “Programa de Reforma Estructural”.

Al esfumarse en los dos últimos años gran parte de la renta del principal producto de exportación de países como Arabia Saudita, Kuwait o los Emiratos Árabes (salvo Dubai), sus gobiernos están concentrados hoy en el estudio de otras medidas económicas como: introducir el IVA, gravar a los residentes nacionales en el extranjero o aumentar el impuesto a las ganancias de las empresas, entre otras políticas de carácter anticíclico.

La época de tirar manteca al techo también se terminó en Oriente Medio, aunque en un marco económico diferente al argentino ya que el gabinete saudí puede evaluar, impulsar y testear estas iniciativas con la fortaleza que le brinda un colchón de reservas monetarias que equivalen a un PBI anual completo, a diferencia de la Argentina donde ese respaldo no alcanza 5% de ese indicador.

En este contexto, al gabinete económico liderado por Prat Gay le toca evaluar e impulsar medidas en un contexto de escasez relativa de reservas monetarias, acceso muy incipiente al crédito internacional que sí disponen hoy los países árabes y una caída del precio internacional de dos de los principales productos de exportación argentinos: soja y combustibles.

Sumado a ello, debemos añadir el efecto indirecto sobre la competitividad internacional de los sectores industriales locales tradicionales donde los costos de producción están determinados por el costo de la energía, tal el caso de textiles, plásticos, químicos, papel, caucho, aluminio y acero, entre otros.

En este segmento, los productores nacionales enfrentan la presión competitiva de los productores de países centrales que acceden no sólo a energía más barata, Estados Unidos especialmente, sino también a tecnología de producción más eficiente en la administración de energía, tal el caso de Europa.

Cash y expectativas
En este contexto económico adverso a mediano plazo, resulta relevante para la gestión Macri aquel viejo adagio político: "la política es cash y expectativas", pues, en esta fase, es previsible que el nuevo gobierno tenga poco cash y se concentre en la administración de expectativas, mirando a lo lejos cómo algunos países con fuerte dependencia de sus productos primarios, caso Arabia Saudita, enfrentan la caída de los precios con más instrumentos de política económica en la mano.

El balance de los primeros cien días de gobierno muestra una clara predisposición de Macri a emprender políticas que le permitan sostenerse en las encuestas mediante el manejo de expectativas en varios frentes.

Por un lado, la señal política de integración al mundo, a través de la visita de Obama, es una iniciativa que satisface a segmentos sociales amplios que no sólo valoran el hecho del acercamiento puntual con Estados Unidos sino que aprecian la pertenencia de Argentina a un club de países occidentales líderes a nivel mundial. Un acercamiento con Alemania tendrá igual potencia en tal sentido.

En segundo término, Macri mostró de movida una fuerte predisposición a encarar la solución de conflictos complejos en el frente externo como el tema holdouts, una política que no es previsible que genere resultados positivos palpables en la calle en el corto plazo, pero que refleja una voluntad política de encarar con firmeza un rumbo y pagar los costos y platos rotos asociados.

Por último, la gestión Macri exhibió en el plano local una clara decisión de abordar y manejar hasta con alguna audacia la principal complejidad política argentina, el peronismo, especialmente en su principal bastión político, la provincia de Buenos Aires.

En este aspecto, el gran interrogante político a futuro sobre esta actual administración, sin dudas el más importante, es si logrará afianzar poder en la provincia de Buenos Aires, el distrito socialmente más complejo de la Argentina, donde el peronismo resultó imbatible por casi treinta años y donde en sus bares y parroquias más concurridas es más probable que se discuta acerca de los efectos de la inflación en la vida diaria que respecto del rumbo de la política exterior, los holdouts o la visita del matrimonio Obama.

Más aún, el fuerte ascenso del tema corrupción en la agenda de la opinión pública no representa más que la contracara política de una agenda social marcada por una intensa preocupación alrededor del empleo y la inflación en los grandes centros urbanos del país y de la provincia de Buenos Aires en especial.

Al día de hoy, el oficialismo tiene el gran desafío bonaerense de aglutinar expectativas alrededor de una figura política que encabece su lista de senadores nacionales el año próximo, que consolide la primera experiencia territorial fuera de la ciudad de Buenos Aires y que apuntale la figura de María Eugenia Vidal con una potencia electoral suficiente como para enfrentar al ascendente Sergio Massa o a una figura taquillera de un nuevo peronismo que hoy comienza a reorganizarse alrededor de figuras como Daniel Scioli y quizás en un futuro Florencio Randazzo o algún intendente joven en crecimiento.

La elección de medio término en provincia de Buenos Aires es el teatro de las batallas políticas de fondo donde suelen emerger grandes liderazgos políticos, como ocurrió con Cristina Fernández en 2005 o Sergio Massa en 2013.

2017 no será una excepción.

* Experto en Políticas Públicas

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