El Estado afecta la competitividad

El elevado gasto público y el déficit, llevan al Banco Central a tener que aumentar las tasas para controlar la inflación y esto impacta en la competitividad y el nivel de actividad.

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes

Esta semana, el presidente del Banco Central hizo declaraciones para defender la iniciativa de subir las tasas de referencia con el objeto de combatir la inflación. Cuando se le preguntó por el atraso cambiario que esta medida traía aparejada, Sturzenegger dijo que el tipo de cambio estaba en equilibrio mirando las monedas de la región. Al preguntarle por las diferencias de precios con países limítrofes, el titular de la autoridad monetaria explicó que la diferencia no era un problema de tipo de cambio sino de competitividad y que ése era un problema estructural que no estaba en su órbita.

De esta manera, casi brutal, el titular del Banco Central explicó con una dureza inédita la raíz del problema que hoy aqueja a la economía argentina. Su explicación tiene una razón: la mayoría de las objeciones vienen de áreas del mismo gobierno que tienen en un sus manos la decisiones acerca del gasto público, que es la razón del problema que genera el déficit, que es su consecuencia, y de la inflación, que es la manifestación de dicho problema.

Con dicha explicación, el titular del BCRA sostuvo, claramente, que para evitar que los argentinos viajen al exterior tendría que devaluar la moneda un 100% más. "Con esto me piden que saquemos ingreso a los pobres para financiar a los empresarios" dijo con mucha claridad. Así, Sturzenegger devolvió la pelota a quienes generan el gasto, haciéndolos responsables de las medidas que debió tomar.
Políticas sin coordinación

Una de las cosas que más se le critican al titular del Banco Central es haber fijado una meta de inflación excesivamente baja, después de haber transitado el año pasado cercano al 40%. Fijar un 17% parecía un objetivo excesivo, a luz del gradualismo manejado el primer año.

Pero nadie sabe exactamente con qué criterio se fijó la banda de entre 12% y 17%, porque, por otra parte, el ministro de Hacienda, Dujovne, relajó los objetivos de déficit que había planteado su antecesor, Alfonso Prat Gay, y estiró los tiempos. De esta manera, mientras desde el Ejecutivo se permiten mantener un nivel de gasto y déficit alto, el BCRA se mantuvo firme en esas pautas.

De esa manera, hoy el titular del Banco Central se ve obligado a subir tasas, paralizar la economía y alimentar la especulación financiera de los que traen dólares (haciendo bajar su precio) para colocar a altas tasas en letras, obteniendo grandes ganancias que no pagan impuestos, mientras se mantiene un estancamiento en las economías regionales que no crecen y no permiten ingresos genuinos.

Además, las subas de inflación cuentan con un elemento no monetario que influye en sus números y son los necesarios ajustes en los precios de las tarifas de servicios públicos. Este cronograma (que maneja otro ministerio) debía ser conocido por Sturzenegger a la hora de fijar dichas metas.

Si se contemplaba el programa fiscal (con más déficit) y el plan de ajustes tarifarios, se debería haber aceptado una tasa de inflación un poco mayor (aunque mucho menor que la pasada) y generar una transición con menos tensiones en el mercado.

Por otra parte, distintos sectores reclaman medidas como la baja de la carga impositiva, a la que se reconoce como la mayor responsable de los excesos de costos y la pérdida de competitividad. El gobierno por ahora promete hacerlo, pero sin especificar qué gasto bajará, lo cual no es fácil.

La consecuencia más compleja es que genera una parálisis de la economía pues las altas tasas de interés imposibilitan tener crédito a costos razonables, mientras que el atractivo de los retornos en pesos hace que muchos inversores cambien sus dólares y los coloquen en pesos prestados al Banco Central, con mucha más seguridad que produciendo.

La estrategia acerca del dólar

El mismo día en que hizo las declaraciones que señalamos al principio, el presidente del Banco Central anunció -además- que la entidad había decidido aumentar sus tenencias de divisas para llevarlas a un equivalente al 15% del PBI. Esto significa que las reservas actuales, que están en un nivel de 50.000 millones de dólares crecerían en unos 25.000 millones adicionales.

El solo anuncio generó movimientos en los mercados porque los inversores ven en este anuncio un proceso de actualización del valor de la divisa norteamericana. Pero nadie espera una mega devaluación sino un movimiento suave que haga subir de a poco el tipo de cambio sin generar tensiones en el mercado.

Hasta ahora, nadie se anima a apostar qué número tiene en mente la autoridad monetaria para actualizar el valor de la paridad cambiaria, pero nadie espera que sea un movimiento superior a las expectativas de inflación. No obstante, Sturzenegger había dicho que no le preocupaba el tipo de cambio sino controlar la inflación por lo que es de suponer que lo que intenta sacar la paridad de una suerte de “zona de confort”, levemente por debajo de los 16 pesos, para avanzar un poco y, de paso, aliviar a los exportadores sin generar violencia en los mercados.

Cambio de expectativas

La última medición de la Universidad Di Tella acerca de las expectativas de los consumidores dio un resultado sorprendente ya que, después de varios meses en que la misma estaba en el orden del 25%, la edición publicada el jueves último dio un valor del 20%. Aunque está por encima de la estimación oficial, los analistas han tomado debida nota de este dato ya que son las expectativas las que mueven las conductas de los consumidores y que las mismas bajen, da un toque positivo al futuro.

Esto confirma una tendencia que se viene observando y que habrá que ver si se confirma en el futuro, y es que esta menor expectativa inflacionaria no empujará a los consumidores a hacer compras compulsivas. Los consumidores se han vuelto más reflexivos, están cada día más informados, son cada vez más exigentes y están cada día más desleales.

Esta racionalidad de los consumidores cambia el escenario conocido de los últimos años cuando, inflación mediante, la gente salía a comprar de todo, aprovechando los anabólicos que el gobierno kirchnerista ponía en la economía. Ese escenario ya no lo veremos y, de mantenerse la tendencia de las expectativas, es probable que el consumo no necesariamente se recupere al ritmo del aumento del poder adquisitivo.

Es probable que algunos decidan desendeudarse, otros gastar más en esparcimiento o viajes y no tanto en bienes durables, salvo los autos que, por condiciones de mercado, hoy reciben subsidios de las terminales para bajar los inventarios.

Pero el mercado tiene una prioridad y es que el Gobierno acelere el proceso de bajar el gasto y de bajar los impuestos, algo que no se puede de hacer de golpe pero que se puede ir movilizando para demostrar que se está en el camino que reclama la ciudadanía.

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