El Brexit y el futuro de la Unión Europea

La salida del Reino Unido de la Comunidad Europea, que provocó la renuncia de David Cameron y la rápida asunción de Theresa May, ha generado todo tipo de pronósticos sobre lo que vendrá.

Europa está de vacaciones y convulsionada. Los repetidos y graves atentados terroristas en varios países no hacen más que profundizar la preocupación por el problema de la inmigración. Si éste fue quizá el motivo más importante del resultado del referendo británico, que determinó la salida del Reino Unido (RU) de la Unión Europea (UE), lo ocurrido al mes siguiente parece confirmar los temores y rechazo a los inmigrantes, en particular los provenientes del Oriente Medio.

La crisis política provocada por el Brexit, que obligó a la renuncia del primer ministro David Cameron, inesperadamente se resolvió en forma rápida. El partido debía realizar, en setiembre, elecciones internas para elegir al sucesor del renunciante, por eso el anuncio de que la renuncia tendría efecto recién en octubre. Pero ocurrió que los potenciales candidatos renunciaron y quedó sólo en carrera la hasta entonces ministra del Interior, Theresa May, quien en pocas horas se convirtió en primera ministra. May designó en Exteriores a Boris Johnson, quien había liderado la campaña por la salida.

Concretada la decisión electoral de abandonar la UE se presagiaba una situación traumática, ya que desde la Unión se presionaba para una salida inmediata de Gran Bretaña; hubo expresiones fuertes de los principales líderes en tal sentido, mientras en los británicos parecía reinar el desconcierto. Pasadas algunas semanas, y bajo el impacto de numerosos atentados y muertos, los ánimos se han serenado y la salida ya no es vista como una ruptura abrupta. May viajó Alemania donde mantuvo una importante reunión con la canciller Ángela Merkel y otros dirigentes de la Comunidad. Se acordó dar un tiempo al RU para que preparara una salida ordenada, en situación compleja e inédita.

De este modo el Gobierno inglés ha dicho que la comunicación formal de la salida, que exige el artículo 50 del Pacto de Lisboa, no se hará antes de fines del corriente año. A partir de ahí habrá un plazo de dos años para concretar la salida efectiva. Tampoco hay certeza de que se use ese procedimiento o se encuentren otros caminos.

Mientras tanto parece extenderse un fuerte resurgimiento de los nacionalismos populistas y, en muchos, hay temores de si se encamina a la desintegración de la Unión. Ésta no parece encontrar una política eficiente para manejar el complejo y grave problema de las inmigraciones. Así los movimientos nacionalistas toman fuerza y se observan claros brotes de xenofobia. Algunas objeciones al funcionamiento de UE parecen bien fundados.

La ven como organización muy poco democrática, alejada de los ciudadanos comunes, manejada por una burocracia dorada, una de las tantas élites que hoy los ciudadanos rechazan. Hay consenso en que la Unión requiere una reforma que en los países integrantes genere interés de permanecer y no de irse. La UE es un notable caso de una construcción política que en sesenta años dio paz y progreso a países que se habían destruido en dos guerras mundiales. Sería lamentable que esa creación se derrumbara; nadie ganaría con ello.

Del lado del RU, la preocupación por el futuro es grande y no son pocos los que se han arrepentido de votar por el Brexit o por no haber ido a votar. La nueva primera ministra genera esperanzas y preocupaciones. Algunas de sus ideas son llamativas. Por ejemplo, sostiene que “el mundo de las grandes empresas debe cambiar”. Propone medidas tales como la participación de los trabajadores en los directorios de las empresas; votación anual vinculante de los accionistas sobre los salarios de los ejecutivos; representación de los consumidores en los directorios; restricciones a las adquisiciones predatorias.

Sobre ese futuro hay pronósticos casi apocalípticos, como el de M. Vargas que prevé una lenta decadencia y una posible desintegración del Reino; mientras, por el contrario, algunos economistas dicen que GB, que apoya el libre comercio y el funcionamiento de los mercados, terminará ganando a mediano plazo.

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