El auténtico poder de la primera dama Michelle Obama

La esposa del presidente demócrata no tiene perfil político. Y rara vez sale en defensa de candidatos. Pero la fanfarronería y misoginia de Donald Trump la obligó a salir a “pegar”.

¿Acaso no es una delicia que, después de haber traficado en racismo, promovido el sexismo y usado una mentira sobre el lugar de nacimiento de Barack Obama como trampolín hacia la relevancia política, Donald Trump reciba el tiro de gracia de una mujer negra, la esposa del presidente?

¿Y no es interesante que, después de años de haber mantenido una estudiada distancia de los horrores de la arena política, la primera dama se haya lanzado con tanta pasión en esta grotesca campaña?

Eso lo dice todo acerca de la amenaza tan singular que representa Trump y ella se ha colocado como la defensa más feroz en contra de eso: Michelle Obama, asesina de pulpos. Ella es efectiva porque nunca antes había salido a buscar pelea; eso es algo que sabemos de ella. Actúa cuando tiene algo que defender y, como dejó muy en claro en un discurso conmovedor y punzante la semana pasada, lo que tiene que defender va más allá del legado de su esposo, que ciertamente sería diezmado por la victoria de Trump. No, lo que está defendiendo es su dignidad como mujer. La dignidad de todas las mujeres.

No pretendo exagerar su impacto: Trump ya iba en picada cuando ella se integró al coro de condenas. Pero su elocuencia está remachando los clavos. Primero en la convención demócrata de fines de julio y luego en Nueva Hampshire el jueves pasado, ella encarnó la conciencia de la nación y apuntaló su papel como la más ardiente defensora de nuestros valores más importantes.

Hillary Clinton no puede desempeñar ese papel. Ella ha hecho muchos compromisos poco claros y revelado unos cálculos bastante complejos. 
Y Barack Obama tampoco puede desempeñar ese papel, no en este momento preciso y en el ánimo en que se encuentra. De campaña en Ohio la semana pasada, él en esencia les pidió a los ciudadanos no sólo que rechacen a Trump sino que castiguen al Partido Republicano. Y su evidente y justificado júbilo por la difícil situación del partido rival tuvo un toque de ajuste de cuentas y de "se los dije".

Fustigó a los republicanos por el “pantano de locura que han repartido una y otra vez”. Les dijo que Trump es el candidato que se tiene cuando el programa está “basado en mentiras, basado en engaños”. Obama no sólo estaba salvaguardando el futuro de Estados Unidos. Estaba disfrutando su venganza.

Michelle Obama probablemente también quiera venganza por los malos tragos que le han hecho pasar a su marido (y a ella misma), pero ella jamás lo diría con esas palabras.

Eso se debe en gran medida a que ella se da el lujo de no ser política. Ella no es ni será candidata a ningún cargo. Ella no ha sido obligada a intervenir en un montón de temas, con lo que podría irritar a los votantes que no estuvieran de acuerdo con ella, o agotar sus municiones en una serie de frentes. ¿Quiere tener un alto índice de aprobación? Abandone los puestos de elección o, mejor aún, nunca los ocupe.

Pero además de eso, ella ha cultivado el talento -muy raro en Washington- de ponerse por encima de mezquindades. Y junto con quienes le escriben sus discursos, ha logrado una alternativa matizada y emotiva a los reproches comunes y a los rencores comunes y corrientes. Pienso en el esplendoroso pasaje de su discurso en la convención, en el que habló de vivir en Washington y ver a sus hijas despertarse cada mañana en una casa blanca construida por esclavos negros. Esa observación amonestó al país por sus pecados pero también rebosa de aprecio, elogiando y felicitando a Estados Unidos por sus progresos. Llegó a un punto al que rara vez van los políticos: la complicada pero indiscutible verdad.

Su discurso de la semana pasada fue igualmente excepcional, porque no fue tanto un llamado a las barricadas sino un grito del corazón. Ella tenía pensado hacer observaciones sobre esos temas aun antes de que escuchara la grabación de la conversación de Trump con Billy Bush en 2005.
Pero esa grabación salió a la luz y eso intensificó su determinación. "Eso duele", dijo refiriéndose a la soberbia que expresa Trump, a las palabras que usa y a su evidente creencia de que las mujeres existen principalmente para su placer, que toma precedencia sobre la autonomía de ellas. "Es como esa sensación enfermiza y demoledora que nos agobia al ir caminando por la calle, muy quitadas de la pena, y un tipo nos grita palabras vulgares sobre nuestro cuerpo."

Agregó que las mujeres suelen “pretender que eso en realidad no nos molesta, quizá porque pensamos que admitir lo mucho que nos duele nos hace ver débiles como mujeres”.

“Quizá tengamos miedo de ser tan vulnerables”, teorizó, pero ella mostró su propia vulnerabilidad en el ligero temblor de su voz. Ese fue el puente que tendió a todas las personas con las que ella esperaba conectarse.

Durante este ciclo electoral ha habido un parloteo incesante sobre la autenticidad. Y ha habido muchos malentendidos, en especial entre simpatizantes de Trump, sobre lo que significa realmente.

Los insultos no son credenciales de autenticidad. Son evidencia de rudeza y, con frecuencia, de crueldad. Decir groserías no nos vuelve auténticos, solo revela que somos unos niños.

¿Saben lo que sí me dio la impresión de autenticidad? Ver a la primera dama y al ex presidente George W. Bush recargados uno en otro, estrechándose la mano durante el funeral de agentes de policía en Dallas, en julio pasado. Y el abrazo que se dieron el mes pasado en la inauguración del Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana en Washington.

Ver esas imágenes es entender el poder de Michelle Obama. Ella no ajusta su conducta a los temas a debate. No filtra sus emociones a través de una agenda partidista. Podría decirse que se ha convertido en la autoridad moral de la raza en 2016, lo cual es la razón de que Clinton, en el más reciente debate, repitió la tan mencionada frase de Michelle Obama, de que “cuando ellos descienden, nosotros nos elevamos”.

¡Qué contraste con otros representantes políticos! ¡Vaya antídoto para las locas explicaciones! Kellyanne Conway, directora de la campaña de Trump, está metida en un juego de salón para ver qué tan lejos de la realidad puede llegar, con cuánta creatividad puede acumular distracciones y qué tan sutil -y en ocasiones divertida y beatífica- puede ser su expresión.

¿Podemos creer que alguna vez ella se presentó como una estratega que ayudaría a los republicanos a cerrar la brecha de género? Trump va 15 puntos por debajo de Clinton entre las mujeres, según un análisis de encuestas de octubre realizado por Nat Silver la semana pasada. A estas alturas de 2012, Mitt Romney iba 8 puntos detrás de Obama. “Parece justo decir que si Trump pierde la elección, será porque las mujeres votaron en su contra”, afirmó Silver.

Eso es perfecto. La misoginia será la partera de la historia. Después de ser tratadas por Trump como si fueran desechables, las mujeres desecharán a Trump, a instancias de la primera dama y al servicio de la primera mujer presidente.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA