El acoso de Ramón y Mourinho acecha a Gallardo

Al DT de River se le notan actitudes extrañas, con críticas a dos DT y un gesto despectivo a Boca. No le sienta bien imitar a otros colegas.

El acoso de Ramón y Mourinho acecha a Gallardo
El acoso de Ramón y Mourinho acecha a Gallardo

Salvo por algunos episodios esporádicos en un vínculo con el fútbol que ya pasó las dos décadas, la carrera de Marcelo Gallardo como jugador y entrenador estuvo acompañada de actitudes mesuradas y un comportamiento más cercano a los actos reflexivos que a las convulsiones de tipo emocional. Es más, las disrupciones han sido mínimas desde el punto de vista cuantitativo, aunque extemporáneas en relación a los rasgos de quien se asocia con el equilibrio digno de un ser aplomado y respetuoso. Por tales motivos, el gesto en el que se tapa la nariz en su salida a la Bombonera, más las declaraciones recientes en tono de crítica hacia el modo en el que jugó la formación de Rodolfo Arruabarrena y a su colega Oscar Washington Tabárez por su convocatoria a Carlos Sánchez para Uruguay terminaron sorprendiendo por inesperadas, fuera de lugar y descomedidas.

Desde su debut en la primera división de River Plate, en 1993, de la mano de Daniel Passarella, el "Muñeco" construyó una imagen en la cual parecían abundar los hechos positivos en vez de lo opuesto. A los 17 años, ya se perfilaba como una de las figuras de crecimiento exponencial más importante, en un fútbol argentino en que la dimensión de Diego Maradona solía condenar a la sombra a quienes se proyectasen como eventuales sucesores de la camiseta 10 en la Selección.

En 1999, ya en su haber con cinco títulos locales y dos internacionales (uno de éstos, la Copa Libertadores 1996), brilló en el fútbol francés representando al Mónaco y llegó a ser elegido como el mejor jugador de "Le Championnat", tras la conquista de dos campeonatos galos. Luego de un paso poco significativo en el Mundial Corea-Japón 2002, con la caída estrepitosa del seleccionado dirigido por Marcelo Bielsa, Gallardo sufrió poco después el primer hecho conflictivo de su trayectoria, en el cual pecó de inexperto en la manera de afrontarlo y terminó enfrentándose con el DT del equipo monegasco de ese entonces, Didier Deschamps. Así, aún siendo un futbolista muy apreciado en la liga francesa, se terminó desligando en malos términos para retornar poco después a su club de origen, en Nuñez.

Y es en el "Millo" cuando fue protagonista de uno de los sucesos bisagra en lo que va del siglo XXI en el rubro futbolístico: ni más ni menos que el recordado arañazo a Roberto Abbondanzieri durante el tumulto en la Bombonera en el superclásico de ida contra Boca Juniors por las semifinales de la Copa Libertadores 2004.

Allí, hubo situaciones que contribuyeron a levantar la temperatura desde el mismo comienzo: una plancha de Javier Villarreal a Gallardo, trompis de Horacio Ameli a Fabián Vargas y Antonio Barijho, faltas descalificadotas sobre Miguel Caneo y Maxi López, el gol de Rolando Schiavi (de cabeza), la pelea entre Alfredo Cascini y el "Muñeco", que terminó con la expulsión de ambos por decisión del árbitro Claudio Martín, el tumulto entre jugadores de los dos equipos, el tirón de pelo de "Coco" Ameli a Abbondanzieri y luego el arañazo de Gallardo al "Pato", la roja a Ariel Garcé por una fuerte infracción a Vargas y la mano de Eduardo Coudet en el área tras un tiro libre de Carlos Tevez.

De tamaño cuadro emparentado con el desorden, la memoria colectiva puso en lo alto del podio al affaire Gallardo/Abbondanzieri y lo recuerda hasta hoy en tono burlesco y como una herramienta de agravio de hinchas de un bando hacia otro, y viceversa.

El ciclo de sus conflictos como jugador se cerró con el altercado durante la gestión de Reinaldo Merlo como director técnico "millonario", en 2006, luego de una discusión que tomó estado público y mucha resonancia mediática. En ese momento, el "Muñeco" decidió apartarse y sólo recuperó su lugar después de que "Mostaza" dejara de conducir al plantel profesional.

En su paso por el fútbol uruguayo, donde alcanzó performances destacadas en Nacional de Montevideo, no se le registran actitudes de beligerancia dentro o fuera de un campo de juego. Inclusive, tras su retiro oficial como futbolista profesional, después de haber ganado el título a mediados de 2011, casi de inmediato comenzó su etapa como entrenador y también alcanzó un éxito en poco tiempo: campeón uruguayo 2012.

En síntesis, durante veintiun temporadas consecutivas, tanto en su ciclo como jugador como en los tres años que lleva de DT, Gallardo apenas participó de una tríada de hechos conflictivos: Deschamps/Abbondanzieri/Merlo. En todos los casos, se trató de casos aislados y que posterioremente se fueron transformando en anecdóticos. Todo un sinónimo de madurez antes que de referencia a eventuales actitudes descomedidas.

Tras un arranque brillante en este semestre, en la medida que a River le fueron encontrando puntos flojos sus rivales empezó a advertirse proporcionalmente que el discurso del “Muñeco” fue variando, tanto en su forma como en su fondo. Se carga él mismo, quizá, de demasiada presión ante los resultados que no acompañan la marcha exitosa que gestó el equipo en el actual campeonato argentino como en la Copa Sudamericana. La posibilidad real de adjudicarse la doble corona parece haber invertido la carga de la prueba; hoy día, está en duda.

Ramón Díaz suele jactarse de preparar psicológicamente a sus jugadores para ganar los partidos clave y el peso del triunfo en el pasado torneo también se transforma en una carga simbólica para Gallardo. En el manejo filoso de la lengua, el "Pelado" tiene similitudes con José Mourinho, hoy algo más moderado en el Chelsea que en su etapa con el Real Madrid. El portugués sabe utilizar al periodismo como voz amplificadora de sus propias obsesiones y gusta de marcar la agenda de propios y extraños. En la agresividad y la descalificación al rival, hasta ninguneando los éxitos, se esconde un mix entre egocentrismo y soberbia que termina provocando el rechazo de quienes -inclusive- lo apañan desde la dirigencia.

Es evidente que el “Muñeco” no debe sentirse cómodo en el rol de provocador y agitador. Su propia personalidad va en contra de tamaña demostración de desorden psíquico. Es ahora cuando debe darse cuenta de que sus jugadores le están reclamando más actitudes reflexivas que histeriqueo de divo. Y si él no lo nota, deberían hacérselo saber los responsables de conducir al club o, quizá, la misma base del plantel. Gallardo está a tiempo de volver a ser el que es, no el que se disfraza de aquello que íntimamente descree. Si se siente acechado por modelos ajenos a su propio pensamiento, el momento de demostrar su rechazo es aquí y ahora.

Por Fabián Galdi - fgaldi@losandes.com.ar

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