EEUU votará sobre el embargo a Cuba

El mundo celebra el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, pero la fiesta podría ser aguada por los parlamentarios republicanos, que son mayoría en el Congreso y ya adelantaron que en febrero votarán en contra de la iniciativa de Obama.

EEUU votará sobre el embargo a Cuba
EEUU votará sobre el embargo a Cuba

El compromiso de Washington y Cuba de normalizar sus relaciones fue celebrado en el mundo entero, pero ahora es el Congreso estadounidense el que debe decidir si pone fin al embargo de medio siglo contra la isla.

Las negociaciones formales que deberán conducir a una normalización plena de las relaciones arrancarán en La Habana en la segunda mitad de enero próximo, dijo ayer una alta fuente del Departamento de Estado.

Para ello, las dos delegaciones decidieron elevar sustancialmente el nivel de diálogo de una reunión que ya estaba prevista para enero y que se debía concentrar en discutir temas migratorios, dijo la subsecretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson.

La propia Jacobson encabezará la delegación que asistirá a esas conversaciones, la primera etapa de una serie de negociaciones hasta alcanzar la completa normalización de las relaciones diplomáticas. “El proceso es relativamente simple, realmente, desde una perspectiva legal”, dijo.

Los anuncios sorprendentes no cesan desde que el miércoles el presidente Barack Obama y su par cubano, Raúl Castro, anunciaran una nueva era en sus relaciones bilaterales, dejando atrás al último resabio de la Guerra Fría en América Latina.

Ayer, la Casa Blanca incluso aseguró que no excluye una visita del presidente cubano Raúl Castro a Estados Unidos.

La ONU se puso inmediatamente a disposición para ayudar en la normalización de relaciones bilaterales, al tiempo que la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos aplaudieron el “gesto valiente” de EEUU y Cuba.

Los férreos opositores a cualquier tipo de acercamiento con Cuba mientras continúe el régimen castrista creen que el Congreso nunca dará el brazo a torcer.

Para el senador conservador Marco Rubio (de origen cubano), no quedan dudas: “El Congreso no va a levantar el embargo”.

Rubio, considerado un eventual candidato del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de 2016, adelantó que tanto él como su partido usarán “todas las herramientas a nuestra disposición para revertir tantos cambios como sea posible”.


Una mayoría amenazante
Las declaraciones de Rubio no pueden ser tomadas a la ligera: el Partido Republicano recuperó en noviembre la mayoría del Senado y amplió la mayoría en la Cámara de Representantes.

Inclusive entre las filas del Partido Demócrata no faltaron críticas a la normalización de relaciones con Cuba. En su mayoría, estos creen que Obama cedió mucho a cambio de pocas concesiones por parte de la isla.

El senador demócrata Robert Menendez (también de origen cubano) dijo que la decisión de Obama era “equivocada” porque “no entiende la naturaleza del régimen en Cuba”.

Otro senador demócrata, Eliot Rangel, dijo que prefería ver “más apertura en Cuba antes de levantar el embargo”.

Otra legisladora de origen cubano, la representante Ileana Ross, sugirió incluso que es “posible” que las medidas anunciadas por Obama sean contrarias a la Ley Helms-Burton “y a la Ley sobre Comercio con el Enemigo”.

La audacia de Obama en la recta final de su gobierno

“Es tiempo de plantear una nueva estrategia con respecto a Cuba”, proclamaba Barack Obama en 2008, durante la campaña presidencial. Seis años mas tarde, y dos años antes de dejar la Casa Blanca, el presidente decidió pasar a los hechos.

Al anunciar el restablecimiento de relaciones diplomáticas con el régimen comunista tras negociaciones ultrasecretas iniciadas hace 18 meses, el presidente estadounidense rompe con medio siglo de aislamiento de Cuba y da un auténtico golpe político.

Al igual que con el tema del cambio climático o de la inmigración, el presidente toma la iniciativa de manera espectacular y hasta inesperada sobre varias de sus viejas promesas, en las que muchos de sus partidarios ya no creían.

Paradoja: la derrota de su partido en las legislativas de noviembre llevó al presidente a dar un giro e ignorar las virulentas críticas de sus adversarios políticos, quienes parecen haber sido sorprendidos.

Visiblemente incómodo, consciente de que no le quedaba mucho tiempo para dejar su nombre inscrito en la historia, Obama modifica en toques sucesivos la imagen poco gloriosa de un dirigente indeciso y reticente a confrontar. Retomando por momentos los énfasis de su primera campaña electoral, con algunas canas más, defiende con vehemencia sus decisiones.

En Brisbane, Australia, apoya un acuerdo sobre el clima con China que no tiene precedentes: "No puedo esperar eternamente", alega. En Las Vegas se ufana de la regularización de varios millones de inmigrantes clandestinos frente a un sistema “esencialmente injusto”. “Generaciones de inmigrantes hicieron que esta país sea lo que es”.

Respecto de Cuba explica su iniciativa por la voluntad de explorar nuevas vías después de medio siglo de una estrategia diplomática estéril. “No creo que podamos seguir haciendo lo mismo que hace cinco décadas y esperar un resultado diferente”, afirma.

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